La enfermedad como estrategia política
Tulio Hernández
Lunes, 17 de diciembre de 2012
Hasta que la avalancha de rumores, muchos de ellos documentados con
precisión, se convirtió en noticia de agencias internacionales y clima
de opinión que dificultaba la gobernabilidad.
Que el Presidente no está enfermo. Que todo forma parte de una vil
patraña electoral. Eso es lo que aún sostienen, ya sea en Twitter, ya en
voz alta, muchos venezolanos obviamente de oposición. No les basta la
evidencia de sus frecuentes desapariciones ni los dramáticos mensajes
del nuevo equipo de alto gobierno. "Ya lo verán dicen aparecerá el
domingo, curado por un milagro, llamando a votar por los suyos".
Es exactamente lo mismo que, por razones inversas, sostuvieron durante
largo tiempo muchos voceros oficiales. Que el Jefe no estaba enfermo.
Que todo era una vil patraña del imperio. Un montaje mediático más de
los tantos que suele hacer la canalla de la oposición. Que estaba más
sano que nunca y que a Cuba viajaba con frecuencia sólo para escuchar
consejos de Fidel.
Hasta que la avalancha de rumores, muchos de ellos documentados con
precisión, se convirtió en noticia de agencias internacionales y clima
de opinión que dificultaba la gobernabilidad. Entonces el Presidente se
vio obligado a reconocer públicamente la enfermedad, a aceptar que era
cáncer, y que lo trataba en Cuba.
Desautorizaba de esa manera y dejaba en evidencia de inocentes
desinformados a los miembros de su equipo.
Entonces comenzó otra historia. Del secretismo, que tanta confusión ha
generado en ambos frentes, se pasó a una nueva etapa en el manejo
público de la enfermedad. Se acercaban las elecciones presidenciales y
el Jefe y su proyecto tenían mucho que perder. Es cierto que para ese
momento el hombre enfermo ya se había convertido en el segundo
venezolano que por más tiempo continuo ha permanecido en el poder.
Catorce años. Superado sólo por el dictador Gómez. Pero como lo previsto
era permanecer en Miraflores hasta 2030, quedaba aún mucho camino por
andar. Aun con la enfermedad a cuestas había que ganar las elecciones y
sólo un candidato, él mismo, era garantía de triunfo. Y el Presidente
asumió la inmolación.
Fue cuando se introdujo como estrategia de opinión la variable
mágico-religiosa en clave de melodrama tan enraizada en el imaginario
nacional. Por obra de la comunicación estratégica, de factor de
debilidad, la enfermedad se hizo instrumento de fuerza electoral. Ya que
era un hecho público, en vez de evadirla había que colocarla en el
núcleo de la campaña, reforzando así la conexión afectiva del líder
carismático con su base de apoyo.
La curación del Presidente se convirtió en cruzada nacional. Darle amor
al líder fue la consigna sanadora. El proyecto político podía esperar.
Cual peregrino místico, el enfermo se retrató arrodillado, rogándoles
por su curación, con crucifijo en la mano y lágrimas en los ojos, a las
más populares figuras del cielo venezolano: José Gregorio, el Santo
Cristo de La Grita, la virgen de Coromoto. Y el plan fluyó con éxito.
Comenzó a subir en las encuestas, el suyo se convirtió en el corazón de
la campaña, y el propio candidato llegó a predicar que no se estaba
votando por la calidad de una obra de gobierno sino por su persona. El
milagro había ocurrido.
Pero no era cierto. Todo parece demostrar que en la noticia de la
recaída y nueva intervención no hay teatro. Que el Presidente podría no
estar en condiciones de asumir el nuevo período para el que fue elegido.
Así, la mesa está servida para una nueva estrategia de opinión que ya se
empieza a visibilizar. El ministro de Información le pide a la población
que tratemos la enfermedad como "la de un padre enfermo". No como la de
un presidente democrático, como autoridad pública y jefe de Estado
sometido a la saludable alternancia. No. Como a un padre, dice. ¿Un
"padrecito" como Stalin o un padre de la patria como Bolívar? Todo huele
a nueva religión y nos hace recordar aquella novela de Tomás Eloy
Martínez sobre Eva Perón escrita en clave de santidad.
Si siembras desinformación cosechas suspicacias.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/4878006.asp
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