Monday, March 26, 2012

Son los mismos

América Latina

Son los mismos
Fabio Rafael Fiallo
Suiza 26-03-2012 - 8:42 am.

De Somoza y Trujillo a Chávez y Correa, la batalla política en América
Latina siempre pasa por descalificar al adversario.

Chávez pintado en un muro en Caracas.

Una de las tesis que no cesan de fecundar la especulación filosófica es
la enunciada por Platón relativa a las ideas. Según el gran filósofo de
la antigua Grecia, las ideas tienen vida propia: existen incluso antes
de que alguien llegue a formularlas. La interpretación platónica fue
reactivada a principios del siglo XX por el filósofo alemán Gottlob
Frege, para quien las teorías científicas de algún modo vagan en el
aire, a la espera de ser "atrapadas" por algún pensador perspicaz.

Observando el fatídico acontecer político latinoamericano, algo similar
puede decirse de las pulsiones dictatoriales, es decir, de ese malsano
deseo de sojuzgar a un pueblo y de imponerle por las buenas o por las
malas los designios de quienes detentan el poder. La experiencia
histórica muestra en efecto que dichas pulsiones rondan nuestro
continente, se mantienen al acecho de cualquier ocasión que les permita
agrietar y destronar a la democracia y asentar su dominación. El
contexto cambia, los protagonistas esgrimen ideologías cada vez
diferentes, pero las pulsiones dictatoriales siguen impertérritas su
funesta trayectoria, adaptándose a las circunstancias, mutando cual un
camaleón.

Ayer tuvimos a Somoza, Trujillo y Batista, luego llegaron Pinochet y los
gorilas brasileños o argentinos. Ahora son Chávez, Morales, Ortega y
Correa, los Kirchner también, quienes junto con el Castro sempiterno
hacen o tratan de hacer lo que les venga en ganas en los predios que
dominan. La bestia cambia pues de aspecto, de nombre, de ideología, se
pasea de un país al otro, de un extremo al otro del tablero político. La
intensidad de la represión varía en función de la correlación de
fuerzas, con Castro batiendo todos las marcas en términos de permanencia
en el poder, prisioneros políticos (500.000 según la ONG Freedom House)
y asesinatos mediante juicios sumarios de tipo estaliniano. Pero los
zarpazos son los mismos, los estragos también.

Ayer, en la época de las dictaduras de derechas, fue la lucha contra el
"colectivismo" lo que solía servir de estandarte para acallar la prensa
independiente y la oposición. Hoy, el combate contra el "Imperio" y por
la "soberanía nacional" es el expediente que se invoca cómodamente para
coartar o suprimir la libertad de expresión y de asociación.

Por diferentes que estos regímenes puedan a primera vista parecer,
tienen lo esencial en común: para todos, la oposición es corrupta por
definición, apátrida, vendida a intereses extranjeros. El partido
contrincante no es un rival que se ha de combatir en el marco de
instituciones que garanticen el respeto de las minorías, sino un enemigo
a aniquilar, a eliminar de la arena política, tan pronto como la
correlación de fuerzas lo permita.

Ayer, quien denunciara las violaciones de derechos humanos recibía ipso
facto el calificativo de "agente de la subversión" o un epíteto similar.
Hoy son las etiquetas envilecedoras de "pitiyanqui", "miembro de la
oligarquía" o "mercenario" las que se utilizan para denigrar y perseguir
a quienes tratan de ejercer el derecho a disentir.

El no respeto de la separación de poderes (ejecutivo, legislativo y
judicial), las leyes coercitivas y las multas astronómicas destinadas a
amordazar la prensa independiente, la persecución de representantes de
la oposición, el acoso y encarcelamiento de quienes podrían constituir
un reto o alternativa al régimen de turno, la reforma constitucional con
vistas a permitir la reelección sin límites, el fraude electoral, en
resumen toda la panoplia del aparato represivo y continuista de nuestras
repúblicas bananeras de antaño adquiere vigencia una vez más a través de
esa enésima versión de la república bananera que es el castrochavismo.

Los regímenes castrochavistas logran por lo general resultados acordes
con los de las repúblicas bananeras precedentes, es decir, mediocres,
cuando no decepcionantes. Después de haber alcanzado a mediados del
siglo XX un honorable tercer lugar entre las naciones latinoamericanas
en términos de ingreso per cápita, la economía cubana se encuentra
exangüe, incapaz de operar con eficiencia y motivar a la población,
dependiendo de la ayuda de sus cómplices —primero de la Unión Soviética,
luego de Hugo Chávez— y de las remesas generosas que los cubanos del
exilio envían a sus familiares.

Venezuela ha tomado un sendero similar. Mientras Hugo Chávez despilfarra
los petrodólares ganados por el país, utilizándolos para financiar el
clientelismo electoral y apuntalar a sus amigotes del continente, la
producción agrícola se descalabra, la tasa de inflación es la más alta
del mundo (a excepción tal vez del Zimbabue de Mugabe), la criminalidad
adquiere proporciones de guerra civil y la inversión privada, tanto
nacional como extranjera, huye en estampida en busca de un mejor terreno
para prosperar.

Por su parte, en Argentina, el alza de los precios mundiales de los
principales renglones de exportación del país ha generado tasas de
crecimiento económico elevadas. No obstante, la fuga de capitales se
está convirtiendo en deporte nacional, lo que va en desmedro de las
perspectivas de mediano y largo plazo. Por otro lado, como las cifras de
la inflación no son del gusto del kirchnerismo, pues bien, al gobierno
argentino no se le ha ocurrido nada mejor que manipular dichas cifras y
así esconder la magnitud de la inflación. A la usanza de las repúblicas
bananeras de otrora, cada vez que la verdad entra en colisión con los
intereses del mandatario, se proscribe o se encubre.

A guisa de conclusión, vale precisar que América Latina no es una
excepción en lo que respecta a la influencia tenaz de las pulsiones
dictatoriales. Europa también fue víctima de ese maleficio destructor:
la peste parda (nazi o fascista) y el totalitarismo rojo
(leninista-estalinista) pasaron por allí, causando desolación.

Y así como Europa pudo vencer al terrible demonio de las pulsiones
totalitarias después de haber probado ambas variantes de las mismas, no
está lejos el día en que América Latina logre lo mismo frente a las
dictaduras y autocracias de ambos extremos del espectro político, que
tanto daño y sufrimiento llegan a ocasionar.

http://www.diariodecuba.com/internacional/10290-son-los-mismos

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