Víctor Salmerón
Miércoles, 28 de marzo de 2012
Fiel a sus preceptos Hugo Chávez administra una fuerte dosis de gasto
público para crear sensación de bonanza en medio de la campaña
electoral, pero si bien la receta funcionó a la perfección en 2006, aún
no ofrece mayores resultados.
Aunque el gasto ha iniciado el año a un ritmo vertiginoso y en los dos
primeros meses ya se ejecutó 20% del presupuesto y los desembolsos,
después de descontar la inflación, registran un salto de 25%, la fiesta
de 2006 con récord en la venta de electrodomésticos, automóviles,
productos de cuidado personal y la banca compitiendo en el envío de
nuevas tarjetas de crédito, luce irrepetible.
Años de elevada inflación han golpeado el bolsillo y las familias no
tienen suficientes excedentes para regresar a los años dorados del
consumo. A pesar de los últimos aumentos, al cierre de 2011, en
promedio, el salario compraba 11% menos que en 2007 y el día en que el
Banco Central en realidad logre disminuir el alza de los precios a un
dígito luce muy lejano.
A la anemia de la demanda se unen problemas en el lado de la oferta.
Escasez de divisas, años de mínima inversión por parte de las empresas y
el reforzamiento del control de precios no ayudan a que efectivamente
estén los productos y las marcas en los anaqueles.
Lo que queda claro es que ya no es posible regresar al ambiente del año
electoral de 2006, cuando la economía creció 9,9% y el consumo de las
familias se disparó 15,5%.
En ese entonces Venezuela vivió una etapa de fácil crecimiento donde
solo había que utilizar los recursos existentes y en ese contexto la
expansión del gasto público es muy efectiva, pero para continuar
creciendo a tasas elevadas es imprescindible la inversión privada y
mejoras tecnológicas, ingredientes que no están presentes.
Venezuela sigue siendo una economía donde el Gobierno hunde el
acelerador de la demanda a la vez que frena la oferta, por lo tanto, el
carro se mueve poco a pesar de los altos precios del petróleo.
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