Rafael Díaz Blanco
Jueves, 22 de marzo de 2012
Se inicia el último acto de una manera de hacer política donde lo que no
comienza como show, así concluye.
La política convertida en espectáculo mediático, donde las imágenes
reemplazan las ideas, lo virtual substituye lo real, las mentiras
ocultan la verdad. Todo, en medio de burlas, ofensas, insultos y
retoricas patrióticas de amor y falso heroísmo. Se trata de una farsa
que pretende ser discurso.
Después de tres semanas de cuidados médicos en Cuba, a Venezuela ha
regresado el histrión. Debe producir, dirigir y protagonizar el último
espectáculo. El cáncer terminal devino inocultable. La sanación nunca
existió. El milagro desapareció. El inventor de la "democracia
protagónica" improvisa un nuevo guión que pretende hacer del pueblo
simple espectador de la triste exhibición final. Es la comunicación
manipulada y unidireccional de más de una década que permitirá al
insustituible actor principal permanecer en el escenario hasta el último
suspiro. Mientras, escoge a quienes lo acompañarán en la presentación
final. Gobernar para siempre se ha convertido en vieja ilusión. Todo
suena a despedida, a réquiem. Sólo faltan las lágrimas, el llanto.
Mientras tanto, el país sufre, se deshace, la violencia aumenta, la
incertidumbre señorea. Venezuela disminuye el ritmo y anárquicos
acontecimientos se suceden lentamente. Los espectadores se incrementan,
los actores se reducen, los violentos permanecen, las agendas ocultas se
multiplican. Suenan los sables. Crecen las impacientes expectativas por
el desenlace del espectáculo postrero. Difícil imaginar el final cuando
se ignora cuánto durará la última función.
Sabemos que el guión que se prepara y comienza a ejecutarse puede ser
sumamente perverso. Sabemos que responde a los peores propósitos.
Sabemos que cualquier cosa puede suceder. No obstante, debemos
prepararnos. Prepararnos para actuar. Prepararnos para terminar con la
ruin presentación, con el amoral espectáculo. Prepararnos para emerger
de nuevo como actores de nuestro propio destino. Prepararnos para
comenzar a escribir la historia.
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