Fernando Mires
Viernes, 3 de febrero de 2012
Algún día habrá que convenir en que las revueltas del mundo árabe 
fueron, en parte, un resultado objetivo de la inteligente política 
internacional de Obama. Política que puede ser denominada como 
"de-compresión". Eso significa: los EE UU, al haber bajado la intensidad 
de su presencia han posibilitado que por primera vez las naciones árabes 
estén ocupándose con sus propios problemas; y son muchos
Habría que ser iluso para esperar que en el mundo árabe hubieran surgido 
espléndidas democracias. No obstante lo que ahí está surgiendo es 
también promisorio. Ahí está teniendo lugar un dinámico proceso de 
politización. Al fin y al cabo también la democracia en Europa resultó 
de intensas luchas sociales, políticas y, no por último, religiosas. En 
otras palabras: la politización es condición de la democratización y no 
al revés.
Analistas escépticos argumentan que la politización árabe no pasa de la 
confrontación entre diversas fracciones islámicas, como demuestran los 
casos de Túnez y Egipto. Pero ¿no ocurrió lo mismo en la Europa 
pre-democrática? ¿No fueron las luchas entre protestantes y católicos 
razones que llevaron a adoptar la política como medio sustitutivo de 
confrontación? ¿No es todavía la religión un factor político en la lucha 
partidista?
No me voy a referir a Irlanda, donde la religión sigue siendo factor 
político de primer orden. Tampoco a España, donde el PP representa 
algunas propuestas vaticanas. Ni a Hungría, cuyo mandatario intenta 
rescatar el cristianismo medieval. Ni siquiera a Polonia, donde la 
Iglesia continúa siendo un "Estado sobre el Estado". Pensemos sólo en un 
país como Alemania donde la religión pareciera estar desterrada de la 
política. Allí, todos lo saben, hay más católicos en la Democracia 
Cristiana que en la Socialdemocracia del mismo modo como en la 
Socialdemocracia hay más protestantes que en la Democracia Cristiana. 
Eso quiere decir que en uno o en otro lado las iglesias actúan en el 
espacio político. La diferencia con el mundo islámico no reside por lo 
tanto en que la religión no tenga representación política sino que en 
Europa es implícita y en el mundo árabe, explícita.
Lo más decisivo es que tanto en Egipto, Túnez y Siria, la politización 
no tiene lugar entre diversas confesiones sino al interior de una sola: 
la sunita. Los "hermanos" y los salafistas egipcios son sunitas. "En 
Nahda", partido gobernante de Túnez, es sunita, y las principales 
fuerzas del Consejo Nacional Sirio son sunitas. Todos estos partidos 
tienen como modelo "Justicia y Desarrollo" de Turquía, partido 
confesional y pro-occidental a la vez.
En los tres casos mencionados se trata de divisiones 
inter-confesionales. La importancia de este hecho es enorme, sobre todo 
si se toma en cuenta que la división y no la unidad es la condición 
esencial de la política. Eso quiere decir que las fracciones 
religiosas-parlamentarias deberán disputar la mayoría electoral. Ello 
las llevará a buscar alianzas, incluso al interior del electorado no 
religioso. Y esa es la sal de la política. También es el principio sobre 
el cual se fundamenta todo orden democrático. Así ocurrirá también en 
Libia si logra salir de sus enredos tribales y en El Yemen, después que 
su tirano hiciera abandono "voluntario" del poder. Sólo Arabia Saudita 
podrá conservar. gracias al petróleo y al ejército, un orden religioso 
pre-político
Distinto es el caso de Irak. Allí la lucha no es inter-confesional sino 
"entre" dos confesiones: la sunita, cada vez más proclive al terrorismo, 
y la chiíta, apoyada desde Irán. Esa no es una lucha política, pues ni 
el chiísmo ni el sunismo lograrán quitarse electores entre sí.
La desastrosa situación de Irak es una prueba de la que fue aberrante 
política de Bush. Irak es uno de los pocos países de la zona en donde no 
ha habido levantamientos populares. Pudo haber sido el primero. A la 
hora de la invasión, Husein estaba muy debilitado. Por otra parte Irak 
era, en la región,  el país en el cual el modo occidental de vida había 
penetrado más intensamente. Bush robó así, al pueblo de Irak, la 
posibilidad de haber hecho su propia revolución. Hoy Irak es un nido de 
terroristas y, por si fuera poco, un potencial aliado estratégico de Irán.
Algún día habrá que convenir en que las revueltas del mundo árabe 
fueron, en parte, un resultado objetivo de la inteligente política 
internacional de Obama. Política que puede ser denominada como 
"de-compresión". Eso significa: los EE UU, al haber bajado la intensidad 
de su presencia han posibilitado que por primera vez las naciones árabes 
estén ocupándose con sus propios problemas; y son muchos.
La presencia activa de los EE UU mantenía unida a las fracciones 
religiosas y políticas del mundo islámico. Gracias al repliegue de 
Obama, en cambio, la política está llegando al desierto. Esa es la razón 
por la cual el gobierno norteamericano no intenta intervenir en Siria. 
Quizás el fin de la tiranía de Damasco será así más sangriento. Pero 
nadie podrá quitar a los sirios el mérito de haberse deshecho de su tiranía.
La politización árabe no sólo ha sido interna. La antes anémica Liga 
Árabe ha logrado erigirse como representante de intereses comunes a 
diversos gobiernos de la región. Si las cosas no marchan demasiado mal 
hacia el futuro, podrá darse la posibilidad de un triangulo convergente 
entre tres instituciones supranacionales: La Liga Árabe, la Unión 
Africana y la Unión Europea. Pero para que ese -por ahora utópico- 
objetivo sea posible, será necesario que el otro "imperio", el ruso, 
emprenda también su retirada, lo que será mucho más difícil lograr que 
en el caso norteamericano.
Rusia ha sido el mejor aliado de las dictaduras militares del espacio 
islámico. Ayer apoyó a Husein, a Gadafi y hoy apoya a Bachar Al Asad. El 
proyecto atómico de Irán tiene, además, su mejor aliado en Rusia. Eso 
quiere decir que los problemas del mundo árabe no sólo están en el mundo 
árabe. Sobre ese tema hay mucho que pensar.
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/2999602.asp
 
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