Maduro en el país de las fantasías
La última gran ocurrencia de este presidente ha sido la desarticulación
de un supuesto golpe de Estado en el que un grupo de oficiales habían
planificado el bombardeo del Palacio de Miraflores.
Joan Antoni Guerrero Vall
febrero 13, 2015
Nicolás Maduro no para de hablar. Como más se complica la situación en
Venezuela, el Presidente no deja de encontrar siempre algún tiempo para
dirigirse a las masas desde la cadena nacional. Allí es el rey y emite
órdenes que deben ser acatadas por un pueblo que está obligado a seguir
lo que él llama la unión "cívico-militar".
No ofrece nunca una explicación plausible sobre lo que sucede en el
país. Los problemas de la gente corriente según él son el efecto de las
estrategias de desgaste de las elites económicas del país que buscan
erosionar su Gobierno de forma inmediata y establecer un cambio de
régimen. Tienen una maquinaria de propaganda en las redes sociales que
no descansa.
Sus críticas hacia la oposición son duras. Ni tan siquiera considera que
se trate de una oposición legítima y dirige adjetivos realmente
sorprendentes para calificar a los adversarios políticos. Les llama
ultraderecha o directamente "nazis". A Leopoldo López directamente lo
califica de "monstruo".
El espectador probablemente se cuestione acerca de la conexión que usa
Maduro para equiparar a la oposición democrática en Venezuela a la
prepotencia de base racial que ejerció el movimiento nazi en la Alemania
de los años 30. No hay conexión. No existe. Es un invento más de Maduro
que nadie, con un mínimo de conocimiento del mundo, puede tragarse.
La última gran ocurrencia de este presidente ha sido la desarticulación
de un supuesto golpe de Estado en el que un grupo de oficiales habían
planificado el bombardeo del Palacio de Miraflores y de la sede de la
televisión del ALBA, Telesur, así como otros espacios de interés
nacional. Venezuela ya es el escenario de un thriller que no necesita
guionistas de Hollywood para obtener un triunfo en taquillas.
Maduro, como los líderes de países como Cuba o Corea del Norte, parecen
estar escenificando todo el tiempo una obra de teatro que, en algún
momento, acaban por interiorizar y creérsela. Sus delirios acaban
situándolos en un espacio del espectro político mundial que escapa a la
comprensión de quien intenta hacer lecturas razonables de lo que hacen y
dicen determinados líderes políticos.
No deja de sorprender la capacidad que tienen estos mandatarios para
conseguir que mucha gente en sus países les crea y no contradigan sus
medidas. Promueven el terror para tapar los fracasos de políticas
económicas nefastas. Y aun pretenden culpabilizar de las mismas a sus
adversarios. Lo tienen todo montado para que gobernar les resulte muy
cómodo. En lugar de ser ellos los que asisten al pueblo, el pueblo los
asiste a ellos.
Resulta un tanto inquietante que Venezuela vaya a seguir por mucho
tiempo dirigida por líderes políticos que recurren a la fantasía y que
construyen historias para acabar ordenando (que no sugerir, pedir o
recomendar) unión "cívico-militar", en lugar de políticos que asuman con
respeto a sus contrincantes y promuevan valores de convivencia entre los
ciudadanos.
Países como Venezuela, Cuba o Corea del Norte renuncian a la convivencia
democrática y apuestan por el histrionismo belicista, la recreación de
escenarios bélicos forzados que, combinados con un estado de necesidad
permanente de sus ciudadanos, acaba por hacer casi imposible salir de
ese círculo vicioso.
Es comprensible que la gente en esos países, ante líderes que hablan con
vocación de poder absoluto, acaben por sentir una gran sensación de
frustración con la política. Y que perciban prácticamente como imposible
que las cosas puedan llegar a cambiar o al menos a mejorar. Esos países
se convierten en lugares donde solo alguna forma de evasión puede
hacerlos potables para seguir viviendo en ellos.
Source: Maduro en el país de las fantasías -
http://www.martinoticias.com/content/maduro-en-el-pais-de-las-fantasias/86640.html
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