Sunday, February 15, 2015

La hora de los monstruos

La hora de los monstruos
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 14 Feb 2015 - 12:18 pm.

¿Por qué los venezolanos votaron a Hugo Chávez a fines de 1998, los
griegos acaban de hacerlo con Alexis Tsipras y es posible que los
españoles le den la mayoría de sus votos a Pablo Iglesias?

Las preguntas son muy incómodas. ¿Por qué las sociedades eligen
gobernantes antisistema que las conducen al despeñadero? ¿Por qué los
venezolanos votaron a Hugo Chávez a fines de 1998, los griegos acaban de
hacerlo con Alexis Tsipras y es posible que los españoles repitan esa
forma de suicidio cívico dentro de unos meses dándole la mayoría de sus
votos a Pablo Iglesias, un neocomunista simpatizante del chavismo, como
lo calificó, muy orgulloso, Diosdado Cabello, presidente del Congreso en
Venezuela y el poder tras el delirante trono de Nicolás Maduro, ese
ornitólogo y médium, experto en la comunicación con los pájaros y los
muertos?

La clave está en la fragilidad de las democracias liberales, un débil
diseño institucional surgido a fines del siglo XVIII para ponerle fin al
"antiguo régimen". Una forma de gobierno basada en la combinación de
libertades políticas y económica, que exige el inexorable cumplimiento
de los principios en los que se sustenta y proclama para poder
prevalecer. El consenso general define estos diez principios:

1. Todas las personas, y muy especialmente quienes participan del poder,
tienen que colocarse bajo la autoridad de la ley y no puede existir
impunidad para los violadores de las normas.

2. Es indispensable la transparencia total en los actos de gobierno y la
rendición de cuentas periódicas y obligatorias.

3. La Constitución existe para proteger los derechos de los individuos,
incluso y especialmente de la voluntad de las mayorías.

4. El Estado posee el monopolio de la violencia por libre delegación de
la sociedad que regulará y vigilará el uso de esta delicada facultad por
medio de quienes administran la justicia.

5. La justicia (y la solución de los conflictos) tiene que ser
absolutamente independiente, razonablemente eficiente, rápida y ajustada
a Derecho.

6. La actitud y el comportamiento de los funcionarios, tanto de los
elegidos como de los contratados, deben estar teñidos por el espíritu de
servicio público. Los funcionarios forman parte de la administración del
Estado para servir a la sociedad dentro de las reglas. No están ahí para
mandar, sino para obedecer a quienes les pagan sus salarios por medio de
los impuestos.

7. El método de cooptación y reclutamiento en la esfera pública es la
meritocracia y no la arbitrariedad partidista ni el clientelismo.

8. Las personas deben percibir que tienen una posibilidad razonable de
"buscar la felicidad", siempre y cuando actúen dentro de las reglas. No
se define esa fórmula vaga porque la felicidad o el sentido del éxito
personal varían notablemente.

9. Es vital que los individuos perciban que si estudian, trabajan, se
esfuerzan y cumplen las reglas, sus formas de vida mejorarán
paulatinamente. Nada concede más estabilidad a una sociedad que la
esperanza en un futuro mejor.

10. Una democracia liberal no puede darles la espalda a los ciudadanos
que padecen serias desventajas. La cohesión social aumenta cuando está
presente la solidaridad.

Cuando uno o más de estos principios comienzan a ser ignorados y esa
hipócrita transgresión coincide con una crisis económica severa, ante
los ojos de muchas personas, poco a poco, se devalúa la forma de
relación entre sociedad y Estado conocida como democracia liberal. Es en
ese punto cuando proliferan los "indignados" y los antisistema.

Es el momento en que los electores, muchas veces desesperados, comienzan
a corear insensateces ("¡Que se vayan todos!"), o les entregan a los
nuevos mandamases la facultad de decidir por ellos, como hicieron
innumerables cubanos en los primeros años de la revolución gritando la
consigna "Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista".

La otra pregunta inevitable es por qué no enterrar las democracias
liberales si no han dado los frutos que de ellas se esperaban. Muy
sencillo: porque sabemos que, cuando se cumplen los principios, esas
sociedades se desarrollan y funcionan envidiablemente. Es lo que sucede
en los 20 países más prósperos y felices del planeta, adonde quieren
emigrar los desgraciados de todas partes. Lo que se impone es la
corrección del sistema, no su demolición.

También sabemos que los antisistema —comunistas, fascistas,
neopopulistas, dictaduras militares de derecha— suelen agravar todos los
problemas que supuestamente pretenden solucionar. Venezuela es un
clarísimo ejemplo de lo que sucede cuando se le abre la puerta a esta
fauna destructiva. España será otro brutal fracaso si el señor Iglesias
llega a la casa de gobierno. Será la hora de los monstruos.

Source: La hora de los monstruos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1423912688_12892.html

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