Miseria del estatismo
RICARDO COMBELLAS | EL UNIVERSAL
martes 24 de septiembre de 2013 12:00 AM
Uno de los lemas más certeros, en lo que concierne a las relaciones del
Estado con la economía, es aquel que postula tanto mercado como sea
posible, tanto Estado como sea necesario. Las libertades económicas son
parte indisoluble de las libertades como un todo, y el ser humano tiene
el derecho de desarrollarlas como expresión de su iniciativa, de las
potencialidades de su ser en la creación de riqueza, que abunda en
definitiva para beneficio del común. El Estado debe garantizar las
libertades económicas, crear el mejor ambiente para su despliegue,
asegurar a todos la posibilidad de competir, y establecer las reglas que
limiten las posibilidades del abuso, la garantía del bien común.
Uno de los grandes terrores y fracasos del siglo XX ha sido precisamente
el totalitarismo, que en su versión socialista ahogó las libertades en
un estatismo despiadado, con consecuencias terribles en sufrimiento para
los pueblos que lo padecieron. Bajo el argumento de la promoción del
igualitarismo sometieron al ser humano a la miseria de su esclavitud.
Tocqueville, el genial visionario de la democracia del siglo XIX,
avizoró como pocos los nubarrones que se venían venir, consecuencia de
una concepción totalitaria de la democracia, lo cual recogió en
lapidarias palabras: "La democracia y el socialismo tienen en común sólo
una palabra, la igualdad; pero nótese la diferencia: la democracia
quiere la igualdad en libertad, el socialismo quiere la igualdad en la
penuria y en la servidumbre".
Una de las manifestaciones del estatismo que más nos cuesta exorcizar es
la del Estado empresario, esa manía por expropiar la libertad económica
en aras de la asunción por parte del mismo Estado de la labor
empresarial. Las lecciones están a la vista en la historia contemporánea
de Venezuela: corrupción, despilfarro, desidia, ineficiencia,
politización; en suma, fracaso. Una cosa es el definir las reglas y
velar por su respeto, el Estado de derecho, y otro imponerlas para en
definitiva desbordarlas y destruirlas.
El régimen actual se ha caracterizado por insistir en un modelo
estatista y socializante de la economía (que por lo demás extiende sus
tentáculos peligrosamente a todos los espacios de la libertad humana),
que ha fracasado inmisericordemente en todas partes, mostrando la
experiencia viva de la actualidad de cómo los antiguos regímenes
socialistas hacen ahora denodados, y en muchos casos exitosos esfuerzos,
por jerarquizar nuevamente el valor de las libertades económicas, para
relanzar así su sistema económico y generar bienestar. Las consecuencias
de la torpeza de los amos del poder las padecemos cotidianamente en
escasez, alta inflación, estancamiento, miseria, producto de una
resentida y trasnochada concepción del ser humano, envilecido en el
asistencialismo y la destrucción de sus potencialidades para la creación
de riqueza. La tensión Estado-sociedad civil se hace cada vez más
intolerable, pues la sociedad se resiste a aceptar el corsé del
estatismo, que sólo la conduce a la servidumbre, la pérdida de sus
libertades y la alienación totalizante.
Valorar las libertades económicas no riñe conceptualmente con el
abandono de lo social y menos infravalorar la igualdad. El Estado social
moderno es el garante de la procura existencial, y tiene un rol
redistributivo de la riqueza capital, principalmente gracias a sus
cometidos sociales, en aras de la jerarquización de los derechos
sociales y la promoción y defensa del bien común. No es casualidad que
el modelo económico más exitoso de nuestro tiempo sea precisamente el de
la economía social de mercado, dada su inteligencia en armonizar la
libertad de los mercados con el valor fundamental de la justicia social,
bajo una conducción del Estado democrática y participativa, que respeta
y aúpa tanto el pluralismo político como el pluralismo social.
Una vez superada esta etapa tan dura de la experiencia política
venezolana, debemos replantearnos con inteligencia el tema del modelo
económico, aprendiendo de las lecciones que se desprenden del pasado
reciente, para someter el estatismo, erradicarlo de nuestra mente y
abandonar sus miserias y sus mitos, y adentrarnos a un nuevo y
esperanzador ensayo donde armonicen para bien de todos, el Estado y las
libertades económicas.
ricardojcombellas@gmail.com
http://www.eluniversal.com/opinion/130924/miseria-del-estatismo
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