Monday, July 22, 2013

Snowden, Chong Chon Gang y la hipocresía castro-bolivariana

Snowden, Chong Chon Gang y la hipocresía castro-bolivariana
FABIO RAFAEL FIALLO | Ginebra | 22 Jul 2013 - 10:47 am.

El caso del espía Edward Snowden ha venido a confirmar, por si acaso lo
hubiésemos olvidado, dos verdades irrebatibles de nuestra época. La
primera es que, valga el pleonasmo, los espías sirven para espiar. La
segunda no es menos evidente, a saber: que los regímenes
castro-bolivarianos y otras autocracias o dictaduras continúan dando
muestras de cinismo y doble moral al erigirse en adalides de los
derechos humanos, los mismos derechos humanos que en sus países no
tienen el menor reparo en pisotear.

Por el simple hecho de salir a la luz pública, los detalles revelados
por Snowden ponen en aprietos a las autoridades estadounidenses y en
particular al presidente Obama. Pero esas revelaciones no contienen nada
novedoso, salvo evidenciar el nivel de sofisticación de la tecnología
empleada por Estados Unidos en sus actividades de espionaje.

Las aseveraciones de Snowden indican que los blancos fundamentales del
espionaje estadounidense son, ante todo, las redes terroristas —cuya
caza, dicho sea de paso, se efectúa en coordinación con los servicios de
inteligencia de otros países, principalmente europeos— y en segundo
lugar, las discusiones internas de gobiernos, amigos o no, en materia
comercial.

El caso Snowden muestra igualmente que las autoridades norteamericanas
no se sirven de su tecnología para entronizar un sistema de partido
único, para amordazar la prensa independiente, o para perseguir a
dirigentes de partidos políticos y organizaciones no gubernamentales.

Por ello la algarabía creada en torno a las revelaciones de Snowden en
regímenes dictatoriales como el de los hermanos Castro y sus camaradas
bolivarianos suscita indignación.

En efecto, cuánto les gustaría a los disidentes cubanos espiados día y
noche por el régimen castrista, o a los opositores venezolanos víctimas
de escuchas ilegales e inhabilitamientos y encarcelamientos arbitrarios,
o a los periodistas ecuatorianos que cada vez se ven más coartados en el
ejercicio de su profesión, o al diario argentino Clarín, acosado por el
gobierno kirchnerista, o al senador opositor boliviano Roger Pinto,
asilado desde hace más de un año en la embajada del Brasil en La Paz por
haber denunciado presuntos casos de corrupción y tráfico de drogas
involucrando a miembros del gobierno de Bolivia, cuánto le gustaría a
toda esa gente, repito, que los servicios de espionaje de sus
respectivos países dediquen sus recursos a recaudar información sobre
posibles redes terroristas o sobre la posición de tal o cual país en
negociaciones comerciales internacionales, en vez de volcarse, como lo
hacen, en contra de quienes no comparten los lineamientos gubernamentales.

Y sin embargo, son precisamente esos regímenes, usurpadores de la
libertad de expresión y asociación, los mismos que, con el mayor
descaro, esgrimen el caso de Snowden para tapar mejor sus crímenes,
vejámenes y fechorías.

La hipocresía castro-bolivariana quedó de manifiesto una vez más en otro
incidente reciente. Se trata del caso del barco norcoreano Chong Chon
Gang, interceptado por las autoridades portuarias de Panamá, en el que
se transportaba, de manera clandestina, equipos militares provenientes
de Cuba con destino a Pyongyang.

Ahí se violaron descaradamente varias disposiciones internacionales, en
particular la resolución 1718 del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, adoptada en 2006. Dicha resolución prohíbe, entre otras cosas,
el suministro, venta o transferencia a Corea del Norte de sistemas de
artillería de gran calibre y misiles o sistemas de cohetes como aquellos
encontrados en el barco Chong Chon Gang.

Al ser sorprendido infraganti, el régimen castrista desenvainó uno de
sus sofismas favoritos, arguyendo que había enviado esas armas a Corea
del Norte para ser "reparadas" y así, una vez devueltas, puedan seguir
contribuyendo a "preservar la soberanía nacional".

Pero si ante el caso del carguero Chong Chon Gang pudo pensarse que la
hipocresía castro-bolivariana había llegado al colmo, nos aguardaba una
sorpresa más. Esta tiene que ver con los aspavientos del presidente
boliviano Evo Morales, respaldado como de costumbre por el resto de la
cofradía castro-bolivariana, quien condenó en términos furibundos la
inspección de que fue objeto su avión hace unas semanas en el aeropuerto
de Viena a su regreso de Moscú.

Lo que Evo y su cofradía no lograron ocultar por más tiempo fue la
información que acaba de salir a la luz pública, indicando que el
gobierno del propio Evo actuó de la misma manera cuando en 2011
inspeccionó, sin el consentimiento e incluso bajo la protesta de las
autoridades brasileñas, tres aeronaves del Ministerio de Defensa del
Brasil, en una de la cuales viajaba el titular de ese ministerio, Celso
Amorim, en visita oficial en Bolivia.

Límites no tiene, a decir verdad, la hipocresía de nuestros
castro-bolivarianos, profesores de moral barata, robotizados mentalmente
por una ideología sin futuro que se desplomó junto al Muro de Berlín.
Cada vez que se ponen a denunciar abusos supuestos o reales, he ahí que
les sale al paso, aplastando sus espurias ínfulas de autoridad moral, el
descrédito de su doble rasero y su contubernio con los regímenes más
criminales y anacrónicos de nuestro tiempo.

http://www.diariodecuba.com/internacional/1374482856_4320.html

No comments:

Post a Comment