Octavio Lepage
Jueves, 2 de febrero de 2012
El delirio expropiatorio se ha tornado amenaza nacional. Ningun tipo de 
propiedad se respeta. Sorpresivamente, piquetes de la Guardia Nacional 
toman por asalto fincas en plena producción, con desalojo violento de 
propietarios y trabajadores. Millares de trabajadores del campo han 
quedado sin ocupación ni sustento, en total e irremediable desamparo
Está vivo el recuerdo de aquella visita mañanera a la Plaza Bolívar. 
Movido por súbita inspiración, inquirió al alcalde anfitrión: ¿ Ese 
edificio quién lo ocupa? Es el emblemático edificio La Francia sr. 
Presidente, en el que tienen sus talleres muchos artesanos joyeros 
¡Exprópiese! ¿Y aquel otro? Es de la Iglesia ¡Exprópiese! ¿Y el otro? 
¡Exprópiese!. En esa exaltación se mantiene. Persona de su intimidad, 
alérgica a la acumulación de secretos, susurra que en sus pesadillas 
frecuentes, se les escapa el grito: ¡Exprópiese!¡Exprópiese!
El delirio expropiatorio se ha tornado amenaza nacional. Ningun tipo de 
propiedad se respeta. Sorpresivamente, piquetes de la Guardia Nacional 
toman por asalto fincas en plena producción, con desalojo violento de 
propietarios y trabajadores. Millares de trabajadores del campo han 
quedado sin ocupación ni sustento, en total e irremediable desamparo. 
Las plantas industriales tampoco se salvan del frenesí expropiatorio. Ni 
los establecimientos comerciales. El caso de Agroisleña es elocuente. 
Fue desarticulado por completo aquel mecanismo eficientísimo de 
asistencia integral de los productores del campo.
Cuando el gobierno procede de esa manera expedita se coloca al margen de 
la Constitución Nacional. Su legitimidad queda en entredicho. En efecto, 
la Constitución (art 115), dispone con claridad y precisión que "solo 
puede expropiarse mediante sentencia firme y pago de justa 
indemnización". Todos los despojos, con disfraz de expropiación, 
ejecutados durante trece (13) años por este gobierno se han realizado 
sin intervención de tribunales y sin pago de indemnizaciones. Son írritos.
Machiavelo se equivocó. El pensador florentino sostenía que los seres 
humanos podemos soportar pasivamente hasta los peores agravios menos que 
se nos arrebate la propiedad de los bienes. Pues bien, los venezolanos 
hemos soportado y seguimos soportando esos arbitrarios despojos con 
desconcertante mansedumbre. Es de suponer que los millares de 
compatriótas afectados confían en que algun día se les hará justicia.
Se supone que las "expropiaciones"van a ser uno de los grandes temas de 
la campaña electoral, ya que ésta sera una confrontación entre dos 
modelos incompatibles de sociedad: el modelo democrático y el modelo 
totalitario-comunista (el de Cuba). Es presumible que un elevado número 
de venezolanos no tengan conciencia clara del problema de las 
expropiaciones, y que eventualmente puedan tener la impresiòn de que 
afectan exclusivamente a los ricos, como tratan de hacer ver los 
diestros goebbelianos que manejan la propaganda oficial.
Tal vision equivocada puede verse reforzada por la circunstancia 
desafortunada de que ni los afectados ni quienes los representan y 
lideran han protestado con fuerza y de manera sistemática. Es mérito 
indiscutible de la valiente diputada María Corina Machado haberle dicho 
al Presidente, frente a frente, en ejercicio de sus prerrogativas 
parlamentarias, que expropiar sin pago de junta indemnización, es robo.
El frenesí expropiatorio no conoce fronteras. El Presidente se siente 
todopoderoso y sicológicamente necesita exhibir su poder. Le tocó el 
turno a los bancos. Con todo irrespeto ha amenazado a los banqueros con 
expropiarlos si no conceden cuanto crédito agropecuario se les solicite, 
así sea sin garantía.
El Presidente olvida que el dinero de los bancos no pertenece a los 
banqueros, pertenece a los depositarios. Ni siquiera existe el recurso 
de otra época: convertir el dinero en morocotas y colocarlo en botijas 
que se guardaban bajo tierra. Veremos que pasa.
 
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