Viernes, 3 de febrero de 2012
La asonada militar del 4 de febrero de 1992 fracasó, y la de noviembre
de ese mismo año también, incluso más ruidosamente. El movimiento que
progresivamente fue difundiendo la imagen de Hugo Chávez, no fue
militar, fue civil
Es más bien triste el empeño del propio Hugo Chávez en afincar y en
destacar al máximo el carácter militarista de la revolución popular que
él proclama. Implica, como mínimo, que es un desagradecido.
La asonada militar del 4 de febrero de 1992 fracasó, y la de noviembre
de ese mismo año también, incluso más ruidosamente. Aparte de la
angustia generada, los destrozos, los heridos y los muertos –para no
hablar de los desgarros a una Constitución que no estaba "moribunda"
sino en plena vigencia-, militarmente hablando sólo quedaron unos
efectivos del ejército presos, preocupación y dolor.
El movimiento que progresivamente fue difundiendo la imagen de Hugo
Chávez, no fue militar, fue civil, con políticos, periodistas,
empresarios, opinadores, simpatizantes, todos ciudadanos civiles; la
organización y los recursos que permitieron a Chávez, una vez liberado
por Rafael Caldera, hacer campaña política; fueron civiles.
La estructura partidista que ayudó a Chávez a competir electoralmente y
a ser electo Presidente, fue civil. La revolución chavista que llegó al
poder en 1999 era civil. Los soñados 10 millones de votos que asegura el
Presidente obtendrá el 7 de octubre próximo, son civiles, y los 6
millones y pico que hasta ahora ha obtenido en procesos anteriores, son
civiles.
Pero Hugo Chávez se ha encargado de ir llenando el camino de esa
revolución de militares, retirados y activos; de tanques, aviones,
misiles y fusiles de asalto, de uniformes y adjetivos militares. El
costoso y muy ruidoso despliegue de este sábado será militar, pero no
revolucionario y mucho menos democrático ni popular.
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