El gobernante de las dos caras
[15-06-2013]
Carlos Alberto Montaner
Escritor, periodista y político
(www.miscelaneasdecuba.net).- Rafael Correa, el presidente de los
ecuatorianos, es un personaje contradictorio hasta bordear la
esquizofrenia. Tiene, por lo menos, dos caras. Veamos. A veces utiliza
un lenguaje de izquierda y se proclama partidario del socialismo
radical, pero otras es un católico conservador, adversario del
matrimonio gay, que se emociona conversando con el papa Francisco.
Se presenta como un demócrata, pero sostiene una visión retorcida de los
valores de la libertad y opina que Fidel Castro no es un dictador, que
Gadaffi es una figura injustamente "maltratada", y que el tiranuelo
antisemita Ahmadineyad, un peligroso guerrerista que amenaza con ahogar
a los israelíes en el mar, o destruirlos con armas atómicas, es un
venerable personaje, aliado de su país, quien, naturalmente, considera
al ecuatoriano como su "solidario hermano y amigo".
Correa, que da lecciones de economía al Banco Central Europeo, y asegura
ser un gobernante que favorece al ser humano antes que al capital,
renuncia al ambientalismo de sus primeros tiempos, se enfrenta a las
comunidades indígenas, opta por un modelo rabiosamente extractivo, y
propone una ley para la explotación del subsuelo que les da grandes
ventajas a las empresas mineras.
No obstante, mientras, por una parte, el gobierno de Correa con esa
nueva ley de minería parece invitar a las empresas y capitales
extranjeros a invertir en el país, por la otra, es incapaz de llegar a
un acuerdo con la compañía minera canadiense Kinross –notable por sus
programas sociales dentro de la llamada "responsabilidad social
corporativa"--, la cual prefiere abandonar Ecuador en agosto próximo
ante la falta de seguridad jurídica que sufren las compañías extranjeras
(y nacionales).
Correa, es muy sensible frente al lenguaje crítico de la prensa, pero
una fundación ecuatoriana contó (y luego un parlamentario de oposición
reportó) 171 insultos y agravios vertidos contra sus adversarios en sus
conferencias de prensa y alocuciones radiales.
Utiliza palabras impropias de un presidente, como "perro", "ladilla",
"ladrón", "cara de estreñido". A la periodista Sandra Ochoa la llamó
públicamente "gordita horrorosa", sin la menor consideración por su
género o porque la señora estaba haciendo su labor de hacer preguntas
incómodas.
Correa, como muestra de su respeto a la ley asegura que no hay ningún
periodista preso, pero su gobierno se ocupa de perseguir hasta la
exclusión a profesionales como Emilio Palacio, quien debió exiliarse por
temor a ser encarcelado, Carlos Vera, Carlos Jijón, Jorge Ortiz o José
Hernández, por sólo mencionar a algunos de los más prestigiosos. No los
encarcela, pero trata de someterlos por hambre. Eso no lo hace un
político realmente demócrata.
Ahora mismo, Jaime Mantilla, director del diario Hoy y presidente de la
Sociedad Interamericana de Prensa, está bajo un fuerte ataque que
incluye presiones económicas y campañas de descrédito conocidas como
"asesinatos de la reputación" para obligarlo a desdecirse o a rectificar
una información que a sus reporteros les parece correcta.
Esas campañas, del más claro estilo goebbeliano, sin ningún respeto por
la verdad y la decencia, las orquestan desde la Secretaría de
Comunicaciones de la Presidencia, verdadero Ministerio de la Verdad. (A
mí me acusaron calumniosamente de fomentar un ridículo e inexistente
golpe militar por haber presentado cortésmente al expresidente Lucio
Gutiérrez en una conferencia dada en Miami, invitado por el
Interamerican Institute for Democracy).
En fin, ¿cómo puede definirse este contradictorio personaje? A mi
juicio, es un autócrata emocionalmente inmaduro e intelectualmente
incompetente, que no comprende que los gobernantes demócratas realmente
exitosos, creadores de riqueza y de estabilidad, se colocan bajo la
autoridad de la ley, buscan consensos, practican la cordialidad cívica
con sus adversarios, respetan la separación de poderes y no se dedican a
perseguir a la prensa.
Esos buenos estadistas entienden que la función de los periodistas es
juzgar la conducta de los políticos y funcionarios, y no al revés. Saben
que esa prensa crítica, por incómoda que resulte, y a pesar de los
excesos que a veces comete, desempeña el papel fundamental de levantar
auditorías, descubrir corruptelas, denunciar negligencias y señalar
costosas estupideces que deben costear los trabajadores con sus
impuestos. Gracias a ella los gobiernos son mejores.
Sólo hay un dato que redime a Correa y genera alguna esperanza: ha
asegurado que no volverá a aspirar a la presidencia. Ojalá que cumpla su
promesa.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/51bc578c3a682e0ce01b23b9
No comments:
Post a Comment