América Latina, Argentina, Brasil
Nacionalismo, populismo y coordinación estratégica del pensamiento
nacional en América Latina
En todos los casos se impone el paternalismo del Estado y del gobierno
sobre los ciudadanos
Carlos Malamud, Madrid | 10/06/2014 10:46 am
A comienzos de junio la presidente Cristina Fernández hizo dos anuncios
sorprendentes. El primero, la creación de la secretaría de Coordinación
Estratégica del Pensamiento Nacional, con rango de secretaría de Estado
dependiente del ministerio de Cultura. A su frente designó a Ricardo
Forster, destacado intelectual y académico kirchnerista y militante de
Carta Abierta. El segundo, la puesta en marcha de un nuevo mecanismo
para medir los ratings de televisión, el Sistema Federal de Medición de
Audiencias (Sifema).
El deseo de coordinar estratégicamente el pensamiento nacional, pese al
problema que implica identificar tal pensamiento, y de saber exactamente
qué ven los argentinos y cuáles son sus gustos hay que vincularlo con la
necesidad del actual gobierno de revisar y reescribir permanentemente la
historia. Movido por ese deseo la Presidente también creó en su día el
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano
Manuel Dorrego.
Las tres instituciones dan cuenta de su forma de hacer política y de su
peculiar manera de concebir la realidad y de intentar incidir sobre
ella, comenzando por una sobredimensionada presencia del estado en la
economía y en la cultura. También dejan en evidencia los modales
sobreactuados y pomposos del "relato" populista que pretende que el
valor de las cosas aumenta si la jerga empleada es arcana y rococó, al
estilo de Laclau, o si sus denominaciones son recargadas y efectistas.
Coordinación estratégica del pensamiento nacional, sistema federal de
medición de audiencias o instituto nacional de revisionismo histórico.
De algún modo las tres remiten al ministerio bolivariano de la Suprema
felicidad social del pueblo, ideado por Nicolás Maduro.
En todos los casos se impone el paternalismo del Estado y del gobierno
sobre los ciudadanos. Con estas líneas maestras de actuación se concluye
que sólo compete a los gobernantes ilustrados arbitrar sobre los valores
patrios. Se trata de deslindarlos de aquellos otros más apegados a lo
foráneo, los que expresan el deseo del extranjero de colonizar y
explotar a la patria grande, la forma nacionalista de denominar a
América Latina, pese a que el profundo nacionalismo imperante impide
avanzar en la integración regional latinoamericana. Una vez más nosotros
contra ellos, o la tan manida dicotomía de la patria y la antipatria,
eufemística manera de denominar al imperialismo.
Este arbitrismo ha conducido a la glorificación del caudillo, a
sobredimensionar su palabra y, en definitiva, a falsificar la realidad.
Al defender la reelección indefinida en Ecuador, Rafael Correa, en un
gesto de gran desprendimiento y sacrificio dijo entender bien que "Mi
vida ya no es mía: es de mi pueblo y de mi patria y estaré donde me
exija el momento histórico". Por su parte, en un seminario en Porto
Alegre, el expresidente Lula fue sumamente negativo en su juicio sobre
México, al considerar el crecimiento económico del gran rival brasileño
como una "mentira": "México fue presentado como la gran novedad del
siglo XXI y que estaba mejor que Brasil… Pero me fui a enterar y todo es
peor que en Brasil. No hay ningún indicador comparable a los nuestros".
De este modo Lula bebe en las fuentes del nacionalismo brasileño más
extremo, aquél que rechaza lo ajeno y que también impide dar pasos
sustantivos en la integración regional. No se trata, sin embargo, de un
fenómeno exclusivamente brasileño ya que el nacionalismo es igualmente
potente en prácticamente todos los países de la región. Por eso resulta
prácticamente imposible a los países ceder cuotas mínimas de soberanía,
requisito indispensable para construir organismos supranacionales
decisivos para avanzar en la integración. Pero esto no ocurre sólo en
América Latina, lo mismo sucede con América del Sur.
La distancia entre el pensamiento nacional, que necesita ser
estratégicamente coordinado, y el nacionalismo es más bien escasa, por
no decir nula. Esto es puesto de relieve en un artículo de la
oficialista Página 12, que para justificar la creación de la secretaría
del Pensamiento Nacional señala: "Lo nacional en América Latina no tiene
nada que ver con el franquismo, aunque usen el mismo adjetivo, ni con el
ser nacional del militarismo. En América Latina, lo nacional está
relacionado siempre con sectores populares de obreros, campesinos,
criollos, inmigrantes y pueblos originarios y con una idea de comunión
latinoamericana. Cuando se habla de nacional y popular en América Latina
se piensa en esos términos. Pero en Argentina la academia está más
acostumbrada a comparar todo con Europa y Estados Unidos".
El mismo autor, impulsado por la mencionada pulsión de reescribir la
historia cuenta que "El primer gobierno originario de América Latina es
el de Evo Morales en Bolivia y tuvieron que pasar 200 años desde la
Independencia". Esta falsificación del pasado oculta que el primer
presidente indígena del continente fue el zapoteca Benito Juárez. Quizá
su figura no sea reivindicada por los populistas actuales porque
sostenía que "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto
al derecho ajeno es la paz", algo que va contra la idea de poder
hegemónico sostenida por los gobernantes populistas y sus cohortes
intelectuales.
Lo peor de todos estos experimentos, incluido el ministerio que busca la
felicidad permanente, es que son efímeros. La falta de consenso político
con que son creados presupone su rápida desaparición una vez que el
gobierno cambie de signo político. De ahí el fuerte rechazo a la
alternancia de muchos mandatarios caudillistas que creen que están
cumpliendo o han cumplido un papel mesiánico. Así Correa ha sostenido
enfáticamente que la "alternancia es un discurso burgués que nadie se
cree. Es un mito. Tonterías de la oligarquía". Si Evo Morales dijo en su
momento que habían llegado al poder para quedarse, Lula también señaló
en Porto Alegre que lo que estaba en juego no era la candidatura de
Dilma Rousseff sino un proyecto y que por eso "Los que creen que el país
retrocederá están equivocados. No habrá retroceso".
Este artículo apareció originalmente en Infolatam.
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/nacionalismo-populismo-y-coordinacion-estrategica-del-pensamiento-nacional-en-america-latina-318357
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