¡A revocar!
FERNANDO MIRES | Oldenburg | 2 Mayo 2016 - 6:08 am.
Lo que estaba sucediendo a fines de abril con la reticencia pertinaz del 
Consejo Nacional Electoral (CNE) para entregar las planillas solicitadas 
por la oposición y así llevar a cabo la realización del revocatorio se 
parecía como una gota de agua a otra a la situación previa al 6-D 
cuando, con igual reticencia, Maduro se negaba a fijar fecha para las 
elecciones parlamentarias.
Razones de sobra tiene el Gobierno para no desear medirse 
electoralmente. Cada elección que tenga lugar en Venezuela, a partir del 
6-D, llevará estampada consigo la crónica de una derrota anunciada.
Nacido electoralmente, sustentado en elecciones, siempre plebiscitario, 
confiado en las grandes mayorías que obtenía el Gobierno Chávez, fue 
constituyéndose en Venezuela una muy peculiar formación política en la 
cual se combinaba un radical electoralismo con estructuras autoritarias 
e incluso dictatoriales de poder. Hoy, en cambio, el Gobierno ha perdido 
su carácter electoralista.
No solo pierde y perderá el Gobierno las elecciones que tengan lugar de 
aquí en adelante sino, además, hará todo lo posible para que ellas no 
tengan lugar. Se quiera o no, el Gobierno ya ha perdido su legitimidad 
electoral. El problema es que tampoco tiene otra.
El pasado viernes pareció ser un día decisivo en la historia del 
Gobierno de Maduro. O entregaba las planillas o desataba una enorme 
movilización popular en su contra. Un mínimo de cálculo permitía augurar 
que si lo último sucedía, en un marco determinado por un gran desastre 
económico, en un país con crisis alimentaria, atravesado por colas de 
seres hambrientos dispuestos a enfurecerse a la menor indicación, habría 
encontrado a Maduro muy mal parado, incluso frente a su propia gente. 
Quizás Maduro, al entregar las planillas, solo postergó el momento de su 
inminente retiro. Eso lo sabremos después.
Pero no solo la lucha por la entrega de las planillas se parecía a la 
lucha por la fecha de las elecciones del 6-D. En sentido estricto, los 
acontecimientos de abril y mayo de 2016 y los que llevaron al 6-D están 
vinculados entre sí hasta el punto de que puede afirmarse que entre 
ellos hay una relación de estrecha continuidad.
Sin el gran triunfo del 6-D nunca habría aparecido la posibilidad 
revocatoria. Aún más: la necesidad imperiosa de avanzar hacia el 
revocatorio obedecía a una opción existencial para la oposición, si es 
que no aceptaba que le fuera arrancado de las manos el triunfo del 6-D.
Maduro ha venido llevando a cabo un sistemático proceso de 
inhabilitación de la Asamblea Nacional (AN). Habiendo convertido al 
Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en cerco leguleyo destinado a dejar 
sin efecto todas las resoluciones parlamentarias, había (viernes 22 de 
abril) decretado la imposibilidad de la AN para legislar al someter cada 
resolución parlamentaria al veto ejecutivo. Un golpe mortal a la AN. El 
llamado al revocatorio, desde esa perspectiva, deberá ser considerado 
como una operación de rescate de la AN destinada a devolver a ella el 
principio de representación constitucional que emana de la soberanía 
popular. Es por eso que afirmamos: sin el 6-D el impulso revocatorio 
habría sido imposible. En ambos casos los demócratas venezolanos se han 
movilizado en aras de la vía electoral.
El referéndum, por definición, es una opción electoral, tanto o más que 
una elección parlamentaria. Así se prueba una vez más lo absurda que era 
la alternativa calle o elecciones.
La calle en defensa de las elecciones ha sido la vía tomada por la 
oposición venezolana. Así continúa el largo, pero cada vez más efectivo 
camino electoral, pacífico y constitucional, emprendido desde 2007. 
Unidad que nuevamente se vuelve a mostrar hoy, pero en magnitudes muy 
superiores.
Ha sido también demostrado que la opción revocatoria para terminar con 
el régimen es la más decisiva. Tal vez otras alternativas eran más 
expeditas desde el punto de vista burocrático. El problema es que 
prescindían de participación popular y esa solo la garantiza un 
referéndum. Así, Maduro no será revocado mediante un expediente 
notarial, sino como consecuencia de una formidable y unitaria 
movilización popular desatada por el revocatorio.
Ya el solo hecho de firmar significa hacer público un nombre, la 
inscripción del yo privado en una decisión colectiva que tiene lugar 
"bajo la luz de lo público" (Hannah Arendt). Por eso es que cada firma 
deberá ser considerada como una declaración de amor a la democracia.
Interesante es destacar que son muy pocos quienes intentan adjudicarse 
la paternidad sobre el revocatorio. Grandeza mostraron Lilian Tintori y 
Leopoldo López al reconocer el trabajo arduo de Capriles a favor de la 
vía revocatoria. Grandeza mostró también Henrique Capriles al afirmar 
que el creador del revocatorio no es un líder sino el pueblo. Tiene 
razón. La disposición hacia la opción revocatoria ha sido masiva. La 
recolección de firmas no solo es un éxito, está a punto de transformarse 
en un tsunami. Todos los dirigentes, sin excepción, han comprendido que 
en este momento lo que está en juego no son los liderazgos personales 
—para eso ya llegará el momento— sino la sobrevivencia de la oposición 
como fuerza política.
En otras palabras, en Venezuela está teniendo lugar una lucha por la 
defensa del principio de la soberanía popular. Principio que en su forma 
roussoniana es una ficción formal pero que en momentos decisivos ha 
logrado concretizarse materialmente en la historia. ¿No fue reafirmado 
en Polonia cuando surgió el movimiento de Solidarnosc, representación de 
todos los trabajadores polacos frente a un Gobierno que se decía 
representante de los obreros? ¿No fue reafirmado en el Chile del 
plebiscito cuando mediante una decisión soberana el pueblo 
electoralmente constituido decidió poner fin a la dictadura de Pinochet 
y a la caterva de generales que lo acompañaban? ¿No fue reafirmado en la 
Alemania del muro cuando las masas en lascalles corearon "Nosotros 
(nosotros y no ustedes) somos el pueblo"? Todos esos procesos, por lo 
menos en sus efectos, tuvieron un sentido revocatorio.
Hoy día la ciudadanía venezolana, constituida como pueblo, exige a 
través del referéndum la devolución de los derechos soberanos que le 
corresponden. Así ha quedado claro —aunque Maduro, Cilia Flores, 
Cabello, Jaua, la y el Rodríguez y otros poquísimos se llenen la boca 
con la palabra pueblo— que la decisión mayoritaria ya ha sido 
consignada. Esa decisión es revocar.
La palabra pueblo en periodos históricos no marcados por situaciones 
límites no pasa de ser una simple ficción. El pueblo solo existe como 
pueblo cuando se constituye políticamente. Antes de su constitución el 
pueblo existe en la forma ambigua de ciudadanía, de población, e incluso 
de masa. Solo en periodos electorales o frente a grandes cambios 
históricos, el pueblo se hace pueblo. Eso es lo que está ocurriendo en 
la Venezuela de Nicolás Maduro.
El pueblo venezolano ha comenzado a exigir la rescisión del contrato 
social que lo ligaba a sus gobernantes. Al actuar estos últimos como 
enemigos del pueblo y no reconocer a sus representantes, el poder deberá 
ser devuelto al pueblo. Eso y no otra cosa es el revocatorio.
El camino no será fácil. Ya Cabello y Maduro anuncian que desconocerán 
firmas; ya se postergarán nuevas fechas; ya se retrasarán procedimientos 
formales; ya Diosdado amenaza con el mazo; ya asoman los siniestros 
grupos de choque destinados a intimidar a los votantes. El atentado a la 
persona de Chúo Torrealba ("Métele plomo") es quizás solo un anticipo de 
lo que viene.
La lucha por el referéndum no ha surgido solo como consecuencia de la 
mala administración del Gobierno, tampoco de la crisis económica, ni de 
las colas, ni de la propagación de la delincuencia, ni siquiera de la 
ostensible corrupción del partido de gobierno. El referéndum comenzó a 
cobrar vida desde el momento en que el Ejecutivo decidió desconocer a la 
mayoría nacional representada en la Asamblea, es decir, desde el momento 
en que se negó a aceptar el principio de la soberanía popular 
simbolizado en ese edificio que es la casa de toda la nación, incluyendo 
la de los propios chavistas.
Pretender suprimir a la AN es decretar el desconocimiento de la voluntad 
popular, es la violación del principio más elemental de soberanía 
nacional. Ese y no otro ha sido el gran crimen político de Nicolás 
Maduro. Por eso, y no por otra razón, deberá ser revocado.
Este artículo apareció en el blog Polis. Se reproduce con autorización 
del autor.
Source: ¡A revocar! | Diario de Cuba - 
http://www.diariodecuba.com/internacional/1462108028_22054.html
 
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