Wednesday, May 18, 2016

El silencio cómplice sobre Venezuela

El silencio cómplice sobre Venezuela

El presidente Obama no planea hacer nada ante la crisis que amenaza con
desintegrar a Venezuela
Maduro y sus secuaces han acelerado el autogolpe que planificaron
Algunos venezolanos comienzan a entusiasmarse otra vez con falsos ídolos
Daniel Morcate

El gobierno del Presidente Obama ha tenido la deferencia de informarnos
que no planea hacer nada ante la crisis que amenaza con desintegrar a
Venezuela. Funcionarios del gobierno expresaron en forma anónima el
temor de que, si meten las manos, los pies o las palabras en Venezuela,
los latinoamericanos de "izquierdas" volverán a acusar a Estados Unidos
de intervencionista. Nicolás Maduro, que es menos tonto de lo que parece
–aunque lo parece mucho– escuchó eso y de todos modos acusó a Washington
de injerencia imperialista el pasado fin de semana. Supongo que por si
las moscas. Tal vez el gobierno de Obama nos dé la impresión de ser
pusilánime respecto a lo que sucede en Venezuela. Pero por lo menos ha
expresado una opinión. En cambio, los hermanos democráticos
latinoamericanos, para variar, guardan un ominoso silencio que solo
puede interpretarse de una manera: "allá los venezolanos con su crisis
política, que se las arreglen solos".

Mientras tanto, Maduro y sus secuaces han acelerado el autogolpe que
planificaron incluso antes de que la oposición heroicamente
reconquistara la mayoría parlamentaria. El autócrata chavista declaró el
estado de emergencia apenas horas después de que los funcionarios de
Obama advirtieran lo que ya todos sabíamos: que Venezuela se halla al
borde del desmoronamiento. El estado de emergencia le permitirá a Maduro
gobernar por decreto, ignorando olímpicamente lo que decidan los
parlamentarios y dándoles a sus excesos de poder un barniz de
legitimidad, incluyendo la confiscación de empresas de opositores. El
pretexto es buscar la estabilidad del país al que el propio régimen ha
desestabilizado mediante arbitrariedades, abusos, mala gestión y corruptela.

Con el autogolpe el chavismo se enroca para evitar desplomarse por la
inflación galopante, el encogimiento dramático de la economía nacional,
la crónica escasez de alimentos, medicinas y otros productos básicos,
los apagones a la cubana y las protestas populares. La situación se ha
agravado tanto que el régimen redujo la jornada laboral de sus empleados
a dos días a la semana y llegó al extremo de pedirles a las mujeres que
dejen de secarse el cabello con secadores eléctricos. Es una exhortación
patética que se le habría ocurrido a Fidel Castro si en Cuba hubiera
habido secadores de pelo.

Ante la dramática crisis nacional y la proverbial indiferencia de las
democracias, algunos venezolanos comienzan a entusiasmarse otra vez con
falsos ídolos. Son aquellos que de repente han desenterrado el viejo
mito de las fuerzas armadas "profesionales" e integradas por "hijos del
pueblo" supuestamente inclinados a salvar a la Patria. Pero la verdad es
que los militares venezolanos, en conjunto, no han mostrado la más
mínima de vocación de salvapatrias. Al contrario. La mayoría ha sido
veladora y cómplice del despotismo chavista. Y como señalara
recientemente el escritor venezolano Ibsen Martínez, "no ha hecho otra
cosa que robar y oportunistamente inmiscuirse a la brava en política
para robar mejor". Un golpe de estado militar le restaría legitimidad a
la tenaz lucha de muchos venezolanos por restaurar la democracia y no
garantizaría resultados democráticos. Lo que sí es una aspiración
legítima de los venezolanos demócratas es que los militares dejen de
saquear al país, traficar con drogas, asesinar a inocentes y avalar la
dictadura.

Precisamente porque es improbable que dejen de hacerlo, los demócratas
venezolanos necesitan más que nunca el respaldo solidario de los
demócratas latinoamericanos y, especialmente, de los gobiernos legítimos
de la región. Por desgracia, todos se mantienen callados, demostrando
una vez más la fragilidad de las convicciones democráticas de nuestras
clases políticas. Su persistente silencio, que raya en la complicidad
con el régimen de Caracas, contrasta con el apoyo vociferante que
autócratas como Raúl Castro, Evo Morales y Daniel Ortega le están dando
a Maduro. Y eso que la aguda crisis venezolana también ha mermado las
subvenciones petroleras que el chavismo les otorga para mantenerles en
el poder.

Venezuela se hunde. Pero su hundimiento será mucho peor para ella y para
toda la región si los demócratas latinoamericanos se mantienen
impasibles y permiten con su silencio y su inacción que los culpables
del hundimiento lo usen como pretexto para darle otra vuelta de tuerca a
la dictadura.

Periodista cubano.

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Source: El silencio cómplice sobre Venezuela | El Nuevo Herald -
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