Friday, September 26, 2014

Maduro, la mala réplica cabalga otra vez

Maduro, la mala réplica cabalga otra vez
En Nueva York: Paralelismos y diferencias del proselitismo caudillista
jueves, septiembre 25, 2014 | Wichy García Fuentes

SONORA, México.- Hace un año propuse la teoría de que Nicolás Maduro no
quería parecerse a su predecesor político, el fallecido comandante Hugo
Chávez, sino al indiscutible ídolo de sus años mozos en Cuba, el
entonces galán seductor de masas, Fidel Castro. Pues bien, el proceso de
acercamiento al modelo de líder omnipotente en suelo propio y gallito de
pelea en contra del imperio norteamericano en foros internacionales, ha
continuado en ascenso, aunque también se ha mantenido en espiral
descendente el deterioro de una imagen sin matices propios, copiada con
iletrada torpeza al ícono sagrado del izquierdismo latinoamericano moderno.

El arribo del actual presidente venezolano a Nueva York, para estrenarse
como orador en la Asamblea General de las Naciones Unidas, fue un nuevo
intento de ofrecer continuidad a un estilo dramático que inauguró Fidel
Castro en los albores de su revolución, hace ya más de medio siglo, el
26 de septiembre de 1960. Para entonces, las ilusiones de los sectores
de izquierda norteamericanos estaban en su apogeo, y la visita al Bronx
se volvió un acontecimiento internacional. El joven caudillo encantaba a
grandes y chicos con su misterio rebelde, su ausencia de etiqueta, su
postura redentora a favor de los humildes, su verbo agudo y su
espléndida sonrisa de estrella cinematográfica. Sus reclamos parecían
tener sentido entonces, y sus promesas, viables.

La demagogia castrista era aún demasiado reciente como para someterla a
dudas: "(…) Este es el quid de la cosa, incluso, el quid de la paz y de
la guerra, el quid de la carrera armamentista o del desarme. Las
guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido,
fundamentalmente, por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de
sus riquezas. ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá
desaparecido la filosofía de la guerra! (…)", y hasta sus conocidas
bromas iconoclastas, bordeaban lo irrespetuoso sin volverse
escatológicas: "(…) es desalentador, y nadie piense, sin embargo, que
estas opiniones sobre las declaraciones de Kennedy indiquen que nosotros
sentimos ninguna simpatía por el otro, el señor Nixon (RISAS), que ha
hecho unas declaraciones similares. Para nosotros, los dos carecen de
seso político (…)", pero de cualquier modo ya quedaba planteada una
tendencia diplomática que en apariencia trazaba una línea entre
revolucionarios y conservadores. Los revolucionarios llegaban
integrándose a los sectores oprimidos del imperio, abrazando a los niños
y comportándose como humildes y divertidos representantes de la feliz
masa popular que los esperaba en su nación.

Con la aparición de Hugo Chávez en la ONU, en 2006, ya en el ocaso de la
credibilidad internacional hacia su proyecto sociopolítico, se
repitieron muchos de estos esquemas publicitarios. El encuentro con
sectores de izquierda, el roce piel a piel con los seguidores,
especialmente niños –que tanta inocencia imprimen siempre a las fotos de
prensa de cualquier dictador– aderezado con demostraciones de populismo
barato, como ponerse a tocar las congas en un espectáculo ofrecido en
honor al paladín de los necesitados, todo ello se adornó con aquella
enseñanza castrista de que más vale tener en un bolsillo a las capas
sociales que el imperio oprime en su propio patio. Ya no eran los años
sesenta, pero Hugo Chávez sabía que el embrujo, hasta cierto punto,
todavía funcionaba.

No obstante su discurso ante la Asamblea General, acorde con su
particular estilo, se volvía más agresivo y de mal gusto: "(…) Ayer vino
el Diablo aquí, ayer estuvo el Diablo aquí, en este mismo lugar. Huele a
azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar. Ayer señoras,
señores, desde esta misma tribuna el Señor Presidente de los Estados
Unidos, a quien yo llamo "El Diablo", vino aquí hablando como dueño del
mundo. Un psiquiatra no estaría de más para analizar el discurso de ayer
del Presidente de los Estados Unidos (…)"

El imitador en los tiempos del ridículo

Nicolás Maduro por su parte, en 2014 y ante un salón de la ONU
prácticamente vacío, luego de repetir la fórmula de acceso a los
sectores de izquierda en el que sí se conglomeraban sus seguidores, en
una misma sede alternativa, para crear la ilusión de que mucha gente en
Nueva York lo sigue y lo respeta, tuvo a bien hilvanar algunas ideas
tímidas acerca de su antimperialismo, adicionando algunos argumentos
sobre el luminoso futuro que Venezuela tendrá gracias a la
radicalización de su socialismo.

El apoyo firme e incondicional a su metrópoli espiritual, Cuba, tampoco
podía faltar. Para nadie es secreto que aquellos mismos sectores
agrupados en el Bronx reciben el estímulo ideológico y monetario del
castrismo y de sus topos en la Gran Manzana y alrededores. Reclamar una
vez más el retiro del embargo estadounidense a la isla era versículo
indispensable. Claro que la redacción del discurso, si bien pretendía
emular la serenidad y el afectado respeto de Fidel Castro hacia su
auditorio, volvió a destacarse por la incoherencia ya característica de
este mandatario sin estudios previos ni formación autodidacta sólida:
"En vez de estar bombardeando, debemos hacer una alianza de paz contra
el terrorismo", estableciendo una inconexa estrategia para la lucha
contra ISIS –sin olvidar que aquel territorio hoy atacado por el imperio
es área de sus aliados árabes históricos– que equivaldría, en
posibilidades de éxito, a promover un congreso de fabricantes de
condones para acabar con el VIH.


Foto-montaje, cortesía de Wichy García Fuentes

Maduro, no obstante, sigue exponiendo la imagen de Hugo Chávez como un
paradigma cuasi religioso. Retoma algunos de sus sellos histriónicos
–como tocar la conga, bailar o dejarse apapachar por un pequeño mar de
prosélitos– pero a la hora del discurso opta por imitar a su verdadero
dios, al Fidel Castro redentor de 1960. Reclama por la independencia de
Puerto Rico, a espaldas de la mayoritaria voluntad de los
puertorriqueños pero siguiendo con la cantilena de que la islita
pertenece a "nosotros", no a "ustedes", reclama al imperialismo por su
hegemonía, y también empalagando a los pocos oyentes con fantasías
acerca de lo bien que está Venezuela, que según él, "ha logrado
prácticamente todos los objetivos del milenio", reduciendo los
indicadores de desempleo. Con este último punto parecería intentar una
sana emulación con aquel Castro de 34 años, cuando exaltaba en su
discurso encendido los logros invaluables de la Reforma Agraria y la ya
inminente campaña para erradicar el analfabetismo. Maduro, no obstante,
miente o disfraza cifras y expectativas, al tiempo en que acusa al
presidente Obama de "vivir en una burbuja". Cuando menos, no lo llamó
"diablo" ni mencionó el olor a azufre que había quedado en la tribuna
tras la intervención del presidente de los Estados Unidos.

Si bien los líderes posteriores a Fidel Castro se han mantenido
recreando escenarios en los que Estados Unidos aparece como el principal
fanático de sus desvaríos, con el apoyo de pequeños sectores de la
izquierda y la teología de la liberación que en las fotos siempre
parecen multitudinarios, no menos cierto es que la efectividad de
aquellas influencias libertadoras ha ido decayendo conforme los adalides
de la revolución se vuelven más y más ineptos. Ya no es tan sencillo
engañar a la opinión internacional con promesas bonitas, con horizontes
de plena justicia social que, a fuerza de decepciones, se han ido
desvistiendo con lo que realmente son: promesas de campaña (o
pos-campaña) que jamás serán cumplidas. Tampoco el pretexto de culpar a
las potencias, a los monopolios, al capitalismo o a la mala suerte ha
conservado, entre 1960 y 2014, el mismo poder de convencimiento.

La mediocridad sigue, más que nunca, latente en un gobernante como
Nicolás Maduro, unida a su poca fortuna de no contar con una época
romántica que fluya a su favor, y también, para desgracia de los fieles
creyentes del modelo progre, en contra de un proyecto ya de por sí tan
poco sostenible como el chavismo y el neo socialismo del siglo XXI.

http://www.cubanet.org/colaboradores/maduro-la-mala-replica-cabalga-otra-vez/

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