María Corina Machado y sus carceleros
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 5 Dic 2014 - 8:07 pm.
¿Ignoran Kirchner, Mujica o Rousseff, sus socios en el Mercosur, la
inmunda alcantarilla en que el chavismo ha convertido a Venezuela? La
lista de los cómplices es larga y penosa.
Ocurrió. La ingeniera María Corina Machado fue formalmente acusada de
intento de magnicidio y de conspirar contra Venezuela mediante un
siniestro golpe de Estado. Las "pruebas" del magnicidio eran unos falsos
correos enviados por internet. Fueron fabricados por la policía del
señor Nicolás Maduro. Google se encargó de corroborar el fraude. Era un
trabajo excepcionalmente burdo.
¿Y qué? Al chavismo le trae sin cuidado ser sorprendido mintiendo. Ni
siquiera se toma la molestia de rectificar o excusarse. Como en 1984, la
novela de Orwell, el régimen posee un omnipotente Ministerio de la
Verdad y en su neolengua escribe y reescribe la historia sin el menor
recato.
Víctimas y victimarios cambian de roles con un chasquido de los dedos.
Esta manipulación comenzó con la versión del golpe militar de 1992.
Mágicamente Chávez se convirtió en el héroe y Carlos Andrés en el
delincuente. En el 2002 los agresores del Puente Llaguno eran los
opositores, mientras los muertos y heridos fueron los chavistas. El
fiscal Danilo Anderson y el diputado Robert Serra resultaron asesinados
por los "escuálidos" y no por sicarios afines al régimen.
No hay límite en la mentira. ¿No afirmó Chávez que el terremoto que
destruyó a Haití fue causado por un arma secreta del Pentágono utilizada
por el imperialismo para apoderarse del país caribeño?
En Venezuela no hay aspirinas o acetaminofén porque la burguesía acapara
las pastillas. No hay alimentos en los supermercados porque el pueblo
come más que nunca. En consecuencia, no hay papel higiénico porque los
venezolanos defecan copiosamente.
La esencia del totalitarismo es esa: regímenes que se apoderan de la
verdad y le retuercen el pescuezo. Dicen o desdicen lo que les da la
gana. Al chavismo solo le importa el relato que ellos hacen. Fabrican
una historia, la divulgan, y el que la desmienta es un
contrarrevolucionario al servicio de la CIA y se le persigue por medio
de los tribunales de (in)justicia, puño y brazo togados de la revolución
victoriosa.
No obstante, formalmente, Venezuela es una democracia liberal, con
libertades individuales, derechos humanos y cívicos, partidos políticos,
separación de poderes, propiedad privada y elecciones periódicas. Eso
dice la Constitución del país promulgada en 1999 a bombo y platillo.
La realidad es que se trata de una dictadura disfrazada, inmensamente
corrupta, gobernada por una cúpula dispuesta a matar por no abandonar el
poder, orientada y controlada desde La Habana por dos ancianos
comunistas decididos a extraerle hasta la última gota de sangre a su
rica colonia petrolera.
¿Por qué desatan ahora la tosca maniobra contra María Corina? Porque el
chavismo pretende aplastar a cualquier venezolano capaz de unir a la
mayoría del pueblo en su contra, y porque el terror y la intimidación
son los instrumentos clave para inducir a la obediencia. Por eso
encarceló a Leopoldo López, a Daniel Ceballos y a Enzo Scarano, mientras
mantiene a Manuel Rosales en el exilio. Por eso, en su momento, Henrique
Capriles fue a parar a un calabozo.
Pero tan culpables, como estos carceleros, aunque sea en menor grado,
son sus cómplices. ¿Ignoran Cristina Kirchner, José Mujica o Dilma
Rousseff, sus socios en el Mercosur, la inmunda alcantarilla en que el
chavismo ha convertido a Venezuela? ¿No siente el kirchnerismo el menor
escrúpulo al recibir maletas llenas de dinero para sus maniobras
electorales robado a los venezolanos?
¿No le importa al español Mariano Rajoy, como no le importó a su
antecesor Rodríguez Zapatero, venderles armas a unos militares dirigidos
por generales acusados de narcotráfico, a sabiendas de que van a ser
utilizadas para reprimir al pueblo venezolano?
¿Creen los empresarios europeos, latinoamericanos, asiáticos,
estadounidenses, chinos y rusos, que ellos tienen una patente de corso
moral que les permite sin mancharse hacer negocios turbios con el
Gobierno venezolano, y pagar sobornos cuantiosos, sin advertir que los
crímenes que allí se cometen de alguna manera los salpican?
¿No sienten los dirigentes comunistas españoles de Podemos —Pablo
Iglesias, Juan Carlos Monedero—, ahora disfrazados de socialdemócratas
por viles razones electorales, el menor cargo de conciencia por haber
colaborado durante 8 años con esa crápula deshonesta, por cuyos
servicios cobraron nada menos que cerca de cinco millones de dólares?
Cuando uno se mete en la cama con la mafia o con la casta uno es
responsable, en algún grado, de lo que hacen la mafia o la casta.
La lista de los cómplices es larga y penosa, pero es bueno que quienes
figuran en ella, aunque no aparezcan en este artículo por razones de
espacio, adviertan que los venezolanos presos, perseguidos o exiliados
saben que el viejo dictum español es dolorosamente cierto: "tan culpable
es quien mata la vaca como quien le amarra la pata".
Los cómplices forman parte del bando de los carceleros. También son
culpables.
Source: María Corina Machado y sus carceleros | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1417806472_11653.html
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