Maduro: guerra al pueblo
FERNANDO MIRES | Oldenburg | 3 de Julio de 2017 - 13:40 CEST.
La frase de Nicolás Maduro ha recorrido el mundo. Como si hubiera
faltado algo —un matiz, un tono, una coma— para que todos supieran lo
que ha llegado a ser, Maduro mismo, sin que nadie se lo pidiera, se
encargó de confirmarlo. Para que la última brizna de duda se la lleve el
viento.
"Lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las armas." Esa es la
frase gloriosa con la cual Maduro pasará a figurar en la historia
universal de la infamia.
Y, sin embargo, quizás por primera vez en su vida política, Maduro ha
dicho una verdad. Pues toda su gestión presidencial, a partir del 6-D
—cuando la ciudadanía estampó su mayoría incuestionable en las urnas— ha
sido tratar de imponer con las armas lo que ha sido incapaz de lograr
con los votos. Es por eso que, de un modo más preciso que cualquier
politólogo, el dictador ha señalado cuál es la contradicción principal
de su país. A un lado, la ciudadanía. Al otro, una dictadura militar y
antielectoral.
Maduro ha revelado el motivo que lo llevó a convertirse en un sangriento
dictador. Este no ha sido otro que impedir las elecciones a cualquier
precio. Robó, gracias a la complicidad del Consejo Nacional Electoral
(CNE) de Tibisay Lucena, las elecciones revocatorias, inscritas en la
Constitución por el propio Chávez.
Robó las elecciones regionales del 2016 y las del 2017. Y al fin, no
pudiendo justificar el robo de más elecciones, robó a toda la
Constitución, sustituyéndola por una Constituyente Comunal cuyo objetivo
principal es suprimir el sufragio universal.
Con toda seguridad Maduro —así como otros miembros de su secta— aprendió
en las escuelas de formación de cuadros de Cuba que las elecciones son
un mecanismo de la burguesía para asegurar, mediante la división del
pueblo en partidos, su dominación de clase.
Tal vez le dijeron que suprimir las elecciones democráticas y
sustituirlas por elecciones estamentales era un acto revolucionario. Al
fin y al cabo, ¿no fue el mismo Chávez un mentor de los llamados
Concejos Comunales, supuestos órganos de representación popular llamados
a sustituir en un momento determinado al "Estado burgués"?
Lo que, sin embargo, no dijeron a Maduro en Cuba es que el modelo
electoral de su Constituyente es exactamente el mismo que impuso
Mussolini en Italia, o que entre el Estado corporativo de tipo fascista
y el Estado comunista hay más semejanzas que diferencias.
Mucho menos le dijeron que los movimientos socialistas aparecieron por
primera vez en Europa levantando las banderas del sufragio universal y
que esas banderas fueron después agitadas por movimientos de mujeres.
Así, la consigna un hombre/un voto fue cambiada por la de una persona/un
voto.
Jamás se enteró Maduro de que, precisamente alrededor de las luchas por
el sufragio universal fueron articuladas las principales tendencias
políticas de la democracia moderna: la liberal, la socialista y la
social-cristiana.
Maduro nunca llegó a saber —nadie se lo enseñó en Cuba— que el sufragio
universal es una de las conquistas más grandes de la humanidad y por
alcanzarla murieron muchos, como hoy están muriendo muchos en Venezuela
por defenderla.
Por esas razones Maduro nunca logrará entender que en Venezuela se está
escribiendo un capítulo más de esa muy larga historia del sufragio
universal; vale decir, la gesta de un pueblo luchando en defensa de su
soberanía y de su ciudadanía.
Luisa Ortega Díaz, la fiscal constitucionalista, dio justo en el clavo:
los derechos humanos tienen un carácter progresivo, afirmó. La
Constituyente de Maduro, en cambio, es regresiva. Dicha frase la
llevaría a romper con el régimen. En otras palabras, Ortega Díaz dijo a
Maduro: tú eres un reaccionario, así como reaccionarios son todos los
que te secundan.
La Constituyente significa un enorme retroceso histórico: el regreso al
orden político estamental predemocrático. Esa barbaridad es la que
intenta imponer Maduro a sangre y fuego por sobre la sociedad política
moderna. Retroceso histórico imposible de ser aplicado en ningún país
republicano, ni siquiera en Turquía o en Rusia. Así se explica por qué
la Constitución de 1999 ha pasado a convertirse en el catalizador de
todas las demandas políticas y sociales de la nación venezolana.
La contradicción —así lo estipuló el mismo Maduro en un momento de
macabra lucidez— es efectivamente la que se da entre los votos y las
armas, o lo que es igual: entre el pueblo y las balas. Maduro, como si
alguna vez hubiera leído a Freud, se asumió a sí mismo como
representante político del principio de la muerte. Lo que no se pudo con
los votos lo haríamos con las armas. Con esa frase Maduro, secundado por
Cabello, ha declarado la guerra a su propio pueblo.
Ningún dictador se había atrevido a expresar esa verdad con tanta
brutalidad. Su dudoso mérito histórico fue haberla dicho por primera
vez. Su lucha, si es que podemos llamarla así, no es por más votos —es
la diferencia con su antecesor Chávez— sino en contra de los votos.
Maduro al fin solo dijo lo que ha hecho, hace y hará si su dictadura
logra imponerse sobre la inmensa mayoría de la nación.
Con cuánta razón, Ramón Guillermo Aveledo, guardando las formas de su
caballerosa apostura, respondió a la ya famosa frase de Maduro con un
twitter que se volvió viral: "Presidente, lo que en democracia no se
consigue con los votos, no existe".
La insurrección constitucional que tiene lugar en Venezuela nació en
defensa del voto y en contra de las armas. En defensa del voto han
muerto muchos jóvenes y, lamentablemente, mientras Maduro y su secta se
mantengan en el poder, muchos seguirán muriendo. La defensa del voto ha
desnudado el carácter dictatorial y asesino del régimen.
No el voto —eso es lo que no logran entender los extremistas de la
oposición, quienes, coincidiendo con Maduro, acusan a los defensores del
voto de "electoralistas"—, sino la defensa del voto será la razón que
llevará a la caída de la dictadura, tal como ordenan los artículos 333 y
350 de la Constitución.
El voto en sí no es un arma. Pero siendo negado puede llegar a ser más
efectivo que todas las balas. Los estudiantes, los profesionales, los
intelectuales, las madres y las abuelas, las iglesias, los chavistas y
militares constitucionales, y no por último, los pobres urbanos y
semiurbanos, están en estos momentos concertando sus fuerzas y acciones
en defensa del derecho político más elemental de nuestro tiempo: el del
sufragio universal.
Frente a una coalición nacional tan amplia, ninguna dictadura, por más
armada que sea, logrará imponerse. La defensa de los votos —como ya ha
sucedido en otras gestas democráticas— vencerá nuevamente a las armas.
Este artículo apareció originalmente en el blog Polis. Se reproduce con
autorización del autor.
Source: Maduro: guerra al pueblo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1499082025_32297.html
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