Traje a la medida
ARMANDO CHAGUACEDA | Ciudad de México | 11 de Mayo de 2017 - 12:20 CEST.
Que el Gobierno de Cuba sirve al de Venezuela como sostén es cosa
sabida. Sus aparatos de inteligencia convierten la militancia de
oposición en disidencia perseguida.
El control y propaganda comunicacionales, que invisibilizan la crisis
política y humanitaria venezolanas, amplifican su mensaje vía Telesur.
Los hoy maltrechos servicios básicos —con los que Chávez remontó su
impopularidad de 2002— fueron eficaces para el clientelismo de barrio.
Así, en la dimensión práctica de la política, Cuba es una variable
decisiva para el mantenimiento de un régimen que goza hoy de menos del
20% de apoyo poblacional.
Donde la referencia ha sido más accidentada y velada es en el carácter
modélico del diseño institucional cubano, como horizonte deseable del
chavismo. Si bien tuvo siempre en su seno y liderazgo pulsiones
autoritarias, su heterogeneidad social, el eclecticismo ideológico y el
contexto electoral de su ascenso al poder impidieron que la brújula del
proyecto de Chávez fuese una Constitución autocrática.
La Constitución de 1999, combinando el respeto a los derechos civiles y
políticos de matriz liberal y las instituciones de la democracia
representativa —partidos, tripartición de poderes— expandió la
participación —en lo comunitario y lo pleisbicitario—, la inclusión
social y los derechos humanos de forma innovadora y generosa.
Fue posliberal, no antiliberal e incluyó mecanismos que permitieron al
soberano —el pueblo real, diverso y dinámico— apoyar unas propuestas del
Ejecutivo (revocatorio presidencial de 2004, introducción de la
reelección en 2009) y desestimar otras (reforma constitucional de 2007).
Siempre mediante el voto universal, libre y secreto. Por eso
cuando Maduro huérfano de apoyos, convoca a una Constituyente popular ad
hoc, es una trampa. Su "pueblo" es una fracción minoritaria, sujeta al
control político y la lealtad ideológica, de la ciudadanía. Menguada por
el número y la filiación. A la que pretende usar, mediante un esquema
corporativo y designación vertical, para asesinar la Constitución
vigente. Y en eso, ahora desde el lado normativo, soplan vientos caribeños.
El parto de la Constitución cubana fue la antítesis de la democracia y
el republicanismo. Su redacción fue obra de un órgano de 20 miembros,
designado por la máxima dirección estatal y partidista, de la cual
recibió indicaciones especificas en cuanto a contenidos y principios
básicos. A diferencia de sus predecesoras liberal (1901) y social
(1940), la Constitución estalinista de 1976 no emanó de una asamblea
convocada y electa. Su Anteproyecto fue probado en el Primer Congreso
del Partido Comunista, único. La deliberación popular en el "proceso
constituyente" fue conducida centralmente, sobre pautas preestablecidas.
Sin posibilidad de que la diversidad social y política pudiera
reconocer(se), comunicar horizontalmente ideas, contrastar puntos de
vista entre sí y respecto a la propuesta oficial. Se trató de una
participación fragmentada, con escasa posibilidad de control de la agenda.
Luego, esa Constitución ha sido reformada dos veces (1992 y 2002),
siempre bajo los designios del poder. La Asamblea Nacional cubana es un
"parlamento" que no delibera ni legisla, que sesiona poco y vota
unánime. Como a sus primas del mundo soviético, la Constitución le
otorga formalmente la primacía; pero el poder real reside en los
Consejos de Estado y Ministros y, por encima de todo, en el Politburó
del Partido único. Hacia allí quiere dirigirse Maduro. A suprimir, de
jure y/o facto, la pluralidad, debate y autonomía políticos, incluidos
los de sus aliados. Para ello trae, desde La Habana y con ciertos
bordados mussolinianos, un traje a la medida.
Este artículo apareció originalmente en el diario mexicano La Razón. Se
reproduce con autorización del autor.
Source: Traje a la medida | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1494498024_31020.html
No comments:
Post a Comment