Thursday, May 18, 2017

Maduro o muerte

Maduro o muerte
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 18 de Mayo de 2017 - 05:32 CEST.

La victoria electoral, de la que emergió el chavismo en 1999, representó
una inapreciable oportunidad para diversificar la economía y
democratizar a Venezuela. Con enormes riquezas, apoyo popular y poder
casi absoluto, Hugo Chávez optó por copiar el modelo cubano que condujo
a una frustrante alternativa: Maduro o Muerte.

La enorme fuga de capitales, la incapacidad para pagar sus adeudos
externos, el descenso de la producción y la productividad junto al
crecimiento de la burocracia y el gasto público. La pérdida de valor de
la moneda expresada en una gigantesca inflación y el aumento
indiscriminado de la circulación monetaria sin respaldo productivo ha
hecho que el salario mínimo resulte insuficiente para cubrir el costo de
la canasta básica. Ese deterioro en la economía y las finanzas —iniciado
durante el mandato de Chávez— se agravó con el Gobierno de Nicolás
Maduro, quien en 2014 tuvo que dictar una ley de "precios justos" e
implementar un "sistema" de racionamiento.

Entre las causas del agotamiento están la incapacidad administrativa, la
estatización de sectores de la economía, la violencia, la represión,
la corrupción galopante, el despilfarro de las riquezas nacionales, la
escasez de alimentos y medicamentos y paralelamente el desmantelamiento
de la democracia.

La insistencia en culpar a agentes externos e internos de la crisis y de
inventar salidas falsas, agudizará la crisis, la más grave en la
historia de Venezuela y la principal causa de la derrota del chavismo en
las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015.

Diálogo y negociación desde la violencia

El diálogo y el proyecto de Asamblea Nacional Constituyente —resultados
del camino trazado por Chávez de emplear la vía electoral para arribar
al poder y luego girar hacia el totalitarismo— son respuestas dirigidas
a conservar el poder.

Desconociendo que el diálogo es una forma de comunicación para conocer
la opinión del otro, exponer la propia y explorar las posibles
soluciones a un conflicto; que la negociaciónes un proceso que ofrece la
oportunidad de Intercambiar promesas, contraer compromisos y llegar a
acuerdos; y que ambos son incompatibles con la violencia, Maduro ha
formulado una innovación: el diálogo y la negociación desde la violencia
para arribar a la "paz". "Venezuela necesita paz y diálogo para moverse
hacia delante". escribió Maduro en The New York Times.

El resultado no podía ser otro. El llamado a su "diálogo" no podía
prosperar con esas premisas, pues la otra parte reclama elecciones
generales, liberación de los presos políticos, canal humanitario para
traer medicinas y alimentos, renovación de poderes públicos y desarme de
las bandas armadas por el Gobierno.

En 2014 el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, pidió a Maduro que
liberara al dirigente opositor Leopoldo López si quería entablar un
diálogo nacional.Y el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad
Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, una vez iniciado el dialogo
planteó no continuar porque el mismo estaba en crisis. "Y está en crisis
por la responsabilidad del Gobierno. Hablamos de los temas, se llega a
compromisos y no se avanza", afirmó. Mientras tanto, la respuesta de
Maduro fue: "Obliguemos a la oposición más temprano que tarde a
dialogar. Los vamos a tener que obligar en el mejor sentido de la palabra".

Después de ese y de otros fracasos, el 10 de abril de 2017 Maduro dijo
en La Habana: "Yo he llamado al diálogo... y sigo llamando al diálogo,
no hay otra forma de conseguir la paz. La única forma de conseguir la
paz es a través de la palabra, del diálogo, del debate sincero, de la
búsqueda de razones, de la búsqueda de puntos comunes".

Ese novísimo concepto de diálogo, acompañado de la violencia y dispuesto
a no ceder en nada explica que el país esté inmerso desde el 12 de
febrero pasado en una ola de protestas que ha generado decenas de
muertos, cientos de heridos y miles de detenidos.

Convencido de su "razón", Maduro no quiere aceptar que el rechazo a la
pluralidad está conduciendo hacia una guerra civil. Como afirmaba Hannah
Arendt, a superioridad de la ideología totalitaria consiste en que la
misma cree haber establecido "con certeza el fin al que se dirige el
movimiento de la Naturaleza o de la Historia. Dicho fin se asocia con la
realización de la justicia y la armonía sociales. Por eso el fin al que
tiende el movimiento puede justificar cualquier acción". Y aquí entramos
directamente en el principio de Nicolás Maquiavelo.

La Asamblea Constituyente

La política, como lugar de encuentro de los intereses económicos, está
estrechamente relacionada con el poder. La misma, aunque efecto de la
economía, ha devenido causa de conflictos a lo largo de la historia.

En el prolongado proceso de elecciones y plebiscitos, además de que los
venezolanos aprendieron a usar los mecanismos democráticos, se expresó
en la división de los votos entre el 40 y el 60% aproximadamente a lo
largo de 17 años. Lo cual legitimó tanto al chavismo como a la
oposición. Pero la vía electoral tiene sus reglas, contrarias a lo que
expresó Maduro en vísperas de las parlamentarias de 2015, cuando
adelantó que si perdía: "Pasaría a gobernar con el pueblo en unión
cívico militar", es decir, con la minoría como lo está haciendo ahora.

Maduro, orgulloso de la Constitución Bolivariana de 1999 nunca habló de
renovarla, pues el pueblo, según sus palabras, estaba en el poder. Hasta
abril de 2017 combatió a la oposición "con la Constitución en la mano",
pero ahora, en medio de una profunda crisis y de las protestas que
exigen su salida, decidió que el pueblo "tome el poder originario". "No
dejaron más alternativa", aseguró Maduro.

Así nos enteramos de que el poder no estaba en el pueblo. Con ese
supuesto propósito convocó el 1 de mayo a una Asamblea Nacional
Constituyente para "reformar el Estado y redactar una nueva Constitución".

Con la esperanza en que mejoren los precios del petróleo y de estar en
mejores condiciones para poder enfrentar unas elecciones (ahora mismo
sería derrotado), Maduro aspira a distraer a la población y ganar
tiempo, por eso no hizo alusión a las elecciones regionales, que no se
celebraron a fines de 2016, ni a las municipales de 2017.

Su propuesta se basa en el artículo 347 de la actual Carta Magna, pero
para su legitimidad tiene que ser ratificada en un referendo según la
actual Constitución, que dispone que el presidente, la Asamblea Nacional
(con mayoría de dos terceras partes), los cabildos municipales (con
mayoría de dos terceras partes) y el 15% de los electores, pueden
proponer la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, pero,
para confirmarse dicha convocatoria es ineludible la realización de un
referendo.

El propio Maduro, convertido en fuente de derecho, ha determinado que la
asamblea estará formada por 500 miembros elegidos por "voto del pueblo",
y que aproximadamente la mitad sería electa por la base de la "clase
obrera" y la otra mitad "en un sistema territorial, con carácter
municipal, en las comunidades". De esa forma coloca la creación de la
Constitución en manos de los consejos comunales y las grandes misiones
que ha impulsado el chavismo, donde goza de cierta popularidad.

Como la burocracia ha pasado de 1,2 a cuatro millones de funcionarios y
existen otros cinco millones de beneficiarios de las misiones chavistas,
la apuesta de Maduro es que esos nueve millones apoyarán a su Asamblea
Constituyente. De lograrlo, podría:

1. anular la actual Asamblea Nacional en manos de la oposición
2. anular a la Fiscal General
3. permanecer en el poder —sin necesidad de elecciones— al menos durante
los años que dure el proceso.

De esa forma evitaría enfrentar unos comicios con el 68% del electorado
en contra, como ocurriría ahora mismo. Se irían a bolina la cacareada
Constitución de 1999 y la Quinta República de Chávez, mientras los
venezolanos tendrían entonces que escoger entre dos males: Maduro o la
muerte.

Source: Maduro o muerte | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1495034266_31188.html

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