Maduro no importa
Es simplemente el tonto útil, el títere de quienes realmente mandan en
Venezuela
MOISÉS NAÍM
14 MAY 2017 - 00:00 CEST
Es difícil decidir cuál es su peor defecto. ¿Qué es más grave, la cruel
indiferencia que muestra ante el sufrimiento de millones de venezolanos
o sus brutales conductas dictatoriales? ¿Qué es más indignante, su
inmensa ignorancia o verlo bailando en televisión mientras en las calles
sus esbirros asesinan a jóvenes indefensos? La lista de fallas es larga
y los venezolanos la conocen; 90% de ellos repudian a Maduro. Y no son
solo los venezolanos. El resto del mundo también ha descubierto —¡por
fin!— su carácter despótico, corrupto e inepto.
Y sin embargo… Maduro no importa. Sacarlo no basta. Él es simplemente el
tonto útil, el títere de quienes realmente mandan en Venezuela: los
cubanos, los narcotraficantes y los viudos del chavismo. Y, por
supuesto, los militares. Tristemente, las fuerzas armadas han sido
subyugadas y están al servicio de los verdaderos dueños del país. Así,
vemos a diario cómo los uniformados están dispuestos a masacrar a su
pueblo con tal de mantener en el poder a la oligarquía criminal que
domina Venezuela.
El componente más importante de esta oligarquía es el régimen cubano.
Hace tres años escribí: "La ayuda venezolana es indispensable para
evitar que la economía cubana colapse. Tener un Gobierno en Caracas que
mantenga dicha ayuda es un objetivo vital del Estado cubano. Y Cuba
lleva décadas acumulando experiencia, conocimientos y contactos que le
permiten operar internacionalmente con gran eficacia y, cuando es
necesario, de manera casi invisible". Es obvio: la prioridad para La
Habana es seguir controlando y saqueando Venezuela. Y sabe cómo hacerlo.
Los cubanos han perfeccionado las técnicas del Estado policial: la
represión constante pero selectiva, la compra de conciencias a través de
la extorsión y el soborno, el espionaje y la delación. Pero, sobre todo,
el régimen cubano sabe cómo cuidarse de un golpe militar. Esa es la
principal amenaza para toda dictadura y, por eso, controlar a las
fuerzas armadas es un requisito indispensable para cualquier dictador
que se respete. Los cubanos han exportado a Venezuela sus técnicas de
control y sus efectos son evidentes: los militares que no simpatizan con
el régimen de Chávez y Maduro han sido neutralizados, mientras que
quienes lo apoyan se han enriquecido. No es casualidad que en Venezuela
haya hoy más generales que en la OTAN o en EE UU. O que muchos altos
oficiales estén exiliados, encarcelados o muertos. Por eso la esperanza
de que militares patriotas, democráticos y honrados defiendan a la
nación y no a quienes la expolian ha sido hasta ahora tan solo eso, una
esperanza.
Pero, además, Cuba se topó en Venezuela con un regalo inédito en los
anales de la geopolítica: el presidente de una potencia petrolera, Hugo
Chávez, invita a una dictadura en bancarrota a que controle funciones
vitales en asuntos de inteligencia, elecciones, economía, política y,
por supuesto, vigilancia militar y ciudadana. Hay pocas decisiones
importantes del Gobierno de Venezuela que no sean aprobadas, moldeadas u
ordenadas furtivamente por el régimen cubano.
O influidas por los narcotraficantes. Ellos constituyen el otro gran
poder que hace que Maduro no importe mucho. Venezuela es hoy una de las
principales rutas de la droga a EE UU y Europa. Esto significa que hay
miles de millones de dólares en juego y que en el país opera una vasta
red de personas y organizaciones que controlan ese comercio ilícito y la
enorme cantidad de dinero que genera. Según las autoridades
estadounidenses, una de esas personas es el vicepresidente Tareck El
Aissami, así como un buen número de militares y de familiares y socios
de la oligarquía chavista.
Esa oligarquía, formada por los herederos políticos de Chávez, es el
tercer gran componente del poder real en Venezuela. Naturalmente,
Nicolás Maduro; su esposa, Cilia Flores, y muchos de sus parientes y
socios forman parte de esa oligarquía. En esa élite hay diferentes
"familias", "carteles" y grupos que rivalizan por el poder político, por
influir en las decisiones del Gobierno y en nombramientos de
importancia, así como por el control de mercados ilícitos, del tráfico
de personas al contrabando de armas o al lavado de dinero. El
contrabando y la comercialización de comida, medicinas y productos de
todo tipo así como la especulación con las divisas, con los bonos de la
deuda y el negocio de finanzas y seguros son algunas de las muchas otras
actividades corruptas con las que se lucra la oligarquía chavista. Y
también los cubanos, los militares y sus cómplices civiles. Los tres
grupos se entremezclan en negocios, corrupción y ejercicio del poder.
Sacar a Maduro es necesario. Pero no es suficiente. Es indispensable
neutralizar a los tres nefastos carteles criminales que realmente mandan
en Venezuela. No será fácil. Pero es posible.
@moisesnaim
Source: Venezuela: Maduro no importa | Opinión | EL PAÍS -
http://elpais.com/elpais/2017/05/13/opinion/1494697154_543336.html
No comments:
Post a Comment