Maduro: '¿Elecciones para qué?'
ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 10 de Mayo de 2017 - 07:59 CEST.
La convocatoria de Nicolás Maduro de una Asamblea Constituyente para
redactar una nueva Constitución similar a la de La Habana tiene, entre
otros propósitos, oficializar el sueño de Fidel Castro y Hugo Chávez de
extender a Venezuela el modelo castrista y oficializar la unión
de Venezuela y Cuba como un solo país "revolucionario".
Y digo oficializar porque esa unión ya existe. Cubazuela, o más bien
Venecuba, pues Venezuela es un país mucho más grande y con el triple de
habitantes, funciona hace rato en forma encubierta. La salvaje represión
contra los manifestantes venezolanos es dirigida desde La Habana,
incluso con la participación in situ de fuerzas especiales del MININT
vestidas de civil o con el uniforme de la Guardia Nacional Bolivariana.
En Venezuela hay cubanos en los puestos claves del Estado, el Gobierno,
las fuerzas militares y represivas, y en la inteligencia y
contrainteligencia del régimen, incluyendo la seguridad personal de Maduro.
El dictador chavista quiere saltarse las elecciones presidenciales de
2018, desmantelar la Asamblea Nacional y las instituciones del Estado y
gobernar igual que Raúl Castro. Es más cómodo y no hay que hacer teatro
para aparentar ser lo que no se es.
Con la Constituyente los chavistas echan abajo la fachada
democrático-occidental que hasta ahora vendían al mundo y se disponen
armar un sistema político de "poder popular" de "democracia directa" o
"participativa". Así le llaman los marxistas a las dictaduras comunistas
pese a que son, precisamente, los sistemas políticos más excluyentes y
menos participativos del mundo.
Tomemos el caso cubano. No hay votación directa de los ciudadanos para
elegir al jefe de Estado y de Gobierno. Las circunscripciones
comunitarias en Cuba, parecidas a los Consejos Comunales en Venezuela,
están controladas por el Partido Comunista (PCC), que es
constitucionalmente la máxima instancia de poder político, por encima
del Estado y del Gobierno. Pero la cúpula partidista y su líder nacional
(el jefe de jefes de la nación) no son elegidos por el pueblo, y la
membresía total del PCC no llega ni al 10% de la población del país.
Cuba tiene 11,2 millones de habitantes y de ellos 8,2 millones son
adultos. Sin embargo, el PCC tiene solo 720.000 militantes. O sea, el
92,1% de la población adulta cubana no es comunista. El otro 7,9% de los
cubanos militantes es el que puede ocupar los cargos públicos del
Estado, las Fuerzas Armadas, el dizque Parlamento y todas las
instituciones de la nación hasta el nivel de departamento y de sección.
No hay jefe de mediana importancia en Cuba que no sea miembro del PCC.
En China hay 1.382 millones de habitantes (en 2016) y el Partido
Comunista cuenta con 88 millones de miembros. Es decir, el 93,6% de la
población china no es comunista. En Vietnam hay cuatro millones de
militantes comunistas en una población de 91 millones de habitantes. En
la URSS en sus mejores tiempos apenas el 6,5% de la población pertenecía
al Partido Comunista.
En Venezuela no sería diferente, las últimas encuestas revelan que el
apoyo al Gobierno chavista no llega al 20% de los ciudadanos. Ya es
sabido que los delegados a la Constituyente serán escogidos a dedo por
el Gobierno en los sindicatos y las comunas, controlados por el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En Cuba la actual Constitución la
redactó una pequeña comisión escogida a dedo por Fidel Castro.
¿Coincidencia?
Los "soviets" castrochavistas
Vale aclarar que la Constitución cubana fue copiada al carbón de la
vigente en la Unión Soviética. Fue así que surgió en las Américas la
figura del Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, en vez de
Presidente de la República. Todo importado de Moscú. Ese Consejo de
Estado, que en la URSS se llamaba Soviet Supremo, en Cuba es "elegido"
por los diputados, todos miembros del PCC, que sin chistar deben aprobar
para Presidente al jerarca designado previamente por el dictador (Primer
Secretario del PCC).
Todo esto es una versión nostálgica del "congreso de los soviets" que
dio paso al primer país comunista en la historia, hace 100 años. A
Maduro solo le faltó lanzar la consigna de Lenin en 1917: "¡Todo el
poder a…" las comunas (soviets en ruso) chavistas!
O también pudo reeditar la consigna de Fidel en 1959: "¿Elecciones para
qué?", luego de haber prometido elecciones generales desde la Sierra
Maestra.
Como la sobrevivencia del castrismo depende de que el régimen chavista
siga en el poder, La Habana insiste a Maduro y su cohorte de criminales
que no pueden entregar el poder, porque irán a la cárcel. Que no se
rindan aunque haya que masacrar a los venezolanos, cosa que en buena
medida ya se hace.
Lo que pasa es que esta maniobra llega muy tarde. No solo porque el
general Castro se retira como presidente dentro de nueve meses, sino
porque tratar de imponer a estas alturas el modelo castrista no es
viable por tres factores:
el rechazo del pueblo, que ya es casi una insurrección nacional
la devastadora crisis económica, social y humanitaria, la peor de
Venezuela en 206 años, solo tiene solución con el fin del chavismo
el fracaso absoluto del castrismo, el modelo a copiar, que convirtió a
Cuba en puras ruinas y una cárcel gigante
Además, el régimen de Caracas no es una dictadura tradicional como
tantas ha habido en Latinoamérica, ni un régimen estalinista clásico
bajo la máscara de una utopía paradisíaca (como la describe el himno La
Internacional). Se trata de una pandilla de vulgares delincuentes,
criminales, ladrones, y narcotraficantes buscados por la justicia
internacionalmente. El de Venezuela es un narcoestado.
Con Fidel sepultado en Santa Ifigenia, Hugo Chávez en su tumba del
Cuartel de la Montaña (Caracas) y Raúl Castro con 86 años (el mes
próximo), cansado y al frente del PCC sin muchas energías, el pretendido
modelo social castrochavista está muerto. El discurso hipnotizador tipo
Mussolini con el que Fidel Castro engañó a muchos cubanos, a la
izquierda mundial y a tanta gente en el planeta, es historia antigua.
El populismo de Hugo Chávez, también. Lo que queda es la tiranía
químicamente pura, a golpe limpio, tiros, hambre, miseria. Y rebelión
popular permanente.
La revolución "de los humildes, por los humildes y para los humildes"
que vendió el Castro mayor, y que le compró Chávez bien caro, fue otra
"Gran Estafa" como la narrada por Eudocio Ravines a mediados del siglo
pasado.
Por eso es inadmisible el silencio que guarda la mayoría de los
gobiernos del mundo, y muchos de América Latina, ante la salvaje
represión de las manifestaciones y la violación de los derechos humanos
en Venezuela. En la OEA no se acaban de alcanzar votos suficientes para
aplicar la Carta Democrática al régimen chavista, o para acordar el
rompimiento masivo de relaciones diplomáticas con Caracas, cosa que solo
ha hecho el Gobierno de Perú.
El Gobierno de EEUU hasta ahora no ha hecho nada en apoyo al pueblo
venezolano. Maduro y sus esbirros deben sentir presión internacional y
sanciones efectivas. Sus crímenes deben ser denunciados en el Consejo de
Seguridad de la ONU, en la OEA, en todos los foros internacionales. La
injerencia castrista en Venezuela debe ser duramente denunciada.
Y choca sobremanera la posición del presidente español Mariano Rajoy,
quien se apresta a realizar una amistosa visita al dictador Raúl Castro,
artífice de la tragedia venezolana.
En cuanto a la Constituyente madurista la moraleja es clara: copiar la
Constitución de otro país no es aconsejable, sobre todo si la original
no sirve.
Source: Maduro: '¿Elecciones para qué?' | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1494335069_30985.html
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