Sunday, November 8, 2015

Los dos planes de Maduro

Los dos planes de Maduro
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 8 Nov 2015 - 2:24 am.

¿Qué va a hacer Maduro ante la derrota electoral que predicen las
encuestas y su decisión de no abandonar el poder jamás, impuesta por Cuba?

Nicolás Maduro sabe que perderá las elecciones del 6 de diciembre. El
desastre es demasiado intenso. Lo dicen todas las encuestas. El 90% de
los venezolanos quiere un cambio. El 80% culpa a Maduro. El 70% está
decidido a votar contra ese gobierno meticulosamente incompetente.

Los venezolanos están cansados de hacer colas para comprar leche, papel
higiénico, cualquier cosa. Les horroriza la inflación. Todo es más caro
cada día que pasa. El salario de un mes se consume en una semana. Les
asquea la corrupción. Saben o intuyen que la cúpula chavista es una
asociación de maleantes en la que no faltan los narcotraficantes, todos
coludidos para saquear al país. A falta de harina, la violencia es la
arepa de cada día. Caracas es una de las ciudades más peligrosas del
mundo. Y de las más sucias. (La cubanización también es eso: escombros y
aguas negras regadas sobre un gastado pavimento lleno de agujeros.)

Pero Maduro obedece ciegamente un axioma castrista: "la revolución no se
entrega nunca". La revolución es una construcción verbal que, en
realidad, quiere decir el poder. El poder es lo que no se entrega nunca.
La revolución es una cosa plástica que se trasforma para no perder el
poder. La construcción verbal tiene otros componentes retóricos:
"pueblo, justicia social, antiimperialismo, pobres oprimidos, ricos
codiciosos, multinacionales explotadoras, el enemigo yanqui". Son
cientos de expresiones con las que se arma el relato.

Hasta 1998, según los Castro, se llegaba al poder a tiros y se declaraba
la revolución. Ese era el dogma. Es lo que ellos habían hecho. A fines
de ese año, Hugo Chávez ganó unas elecciones y alcanzó el poder por
otros medios, pero con los mismos fines. Fidel, a regañadientes, aceptó
el cambio de método, pero aclarando que el poder no se cede nunca.

Aceptaba que el chavismo desmontara en cámara lenta el andamiaje de la
democracia liberal y liquidara las zarandajas de los tres poderes y la
libertad de prensa y asociación, pero dejando muy claro que la
revolución, es decir, el poder, nunca era negociable. La alternancia era
una ridícula práctica republicana de los blandengues burgueses. Esa
opción no cabía en un modelo genuinamente testiculado y revolucionario.

¿Qué va a hacer Maduro ante la derrota electoral que predicen las
encuestas y su decisión de no abandonar el poder jamás, impuesta por
Cuba, pero entusiastamente asumida por él y por la cúpula chavista?

Maduro tiene un plan A y un plan B.

El A es tratar de ganar las elecciones o aceptar que pierde por una
mínima cantidad. ¿Cómo lo perpetra? Encarcelando o prohibiéndoles
participar a líderes opositores que pueden arrastrar a muchos
compatriotas a las urnas. Ese es el caso, entre otros, de Leopoldo López
y María Corina Machado. Manipulando las máquinas de votar. Generando
cédulas falsas. Dibujando los distritos para favorecer a los suyos.
Abusando de los medios de comunicación 100 a 1. Obstaculizando de mil
maneras el voto de los opositores.

El propósito del Gobierno es desalentar a los demócratas para que no
voten. Calculan que con la suma de todas esas trampas pueden ganar o
perder por poco margen. Y, si pierden, compran a cualquier precio a un
puñado de diputados deshonestos y continúan con el poder fuertemente
sujeto por la entrepierna.

¿Y si falla el plan A? El plan B se pondría en marcha si es tal la
avalancha de votos que no hay manera de ocultar una derrota contundente.
Fue lo que le sucedió a Jaruzelski en Polonia en el verano de 1989.
Utilizó todas las ventajas del poder para aplastar a Solidaridad en unas
elecciones parciales limitadas al senado, pero Walesa y su tribu
democrática obtuvieron el 95% de los votos y casi todos los escaños. El
régimen comunista se desplomó ante la evidencia del rechazo generalizado.

Maduro ha tenido la cortesía de anunciar su Plan B. Si pierde utilizará
las prerrogativas de la ley habilitante para demoler las pocas
instituciones de la república que quedan en pie. En ese caso, gobernaría
revolucionariamente con "el pueblo y el ejército" mediante una junta
cívico-militar. A esa infamia la llaman "profundizar la revolución".
¿Entregar el poder? Ni soñarlo. Crearían una satrapía monda y lironda,
colectivista y brutal, ya sin disfraces burgueses.

¿Qué deben hacer los venezolanos? Lo que hicieron los polacos. Salir a
votar masivamente. Enterrar esa inmundicia bajo una montaña de votos, y
pelear sufragio a sufragio y mesa por mesa, sin miedo y sin desmayo.

El plan A es peor que el B. El A continúa una farsa agónica que
inevitablemente conduce a una muerte lenta y dolorosa. El B tiene la
ventaja de que desnuda sin pudor el carácter totalitario de esa
dictadura y le pone fin a la trucada historia de la revolución de los
oprimidos. Se les acaba el relato.

Hay muchos venezolanos, chavistas y no chavistas, militares y civiles,
que acaso no van permanecer impasibles mientras Maduro y sus amos de La
Habana tuercen la voluntad popular y les imponen un yugo permanente. Hay
que jugárselo todo el 6 de diciembre. Tal vez la vida misma.

Source: Los dos planes de Maduro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1446942266_17979.html

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