Venezuela, Cuba y la OEA
LA OPINIÓN DE Antonio Sánchez García
13 DE JUNIO DE 2017 12:06 AM
Es la hora de que la comunidad democrática internacional abra los ojos y
venga en nuestro auxilio. Con todos sus medios. Venezuela es, para la
región y el mismo Estados Unidos, inmensamente más valioso que Cuba, e
importante política, económica, social e históricamente que Siria.
Esperamos por lo menos que lo entiendan.
A Luis Almagro
Hay un convidado de piedra en la Asamblea General de la OEA: Cuba. No se
la menciona, es un tótem y un tabú, y nadie, ni siquiera su secretario
general, Luis Almagro, el mejor que haya pasado por sus tablas desde su
creación y posiblemente el más valioso de los políticos latinoamericanos
vivos, osa mencionarla. Es el poder en las sombras, el fantasma de la
ópera, que ni siquiera sus vicarios y acólitos, como quien dirige la
cancillería de su satrapía en tierra firme, o su plenipotenciario en
funciones ante la OEA, osan mencionar. Pues sería como mencionar la soga
en casa del ahorcado.
Todos los miembros de pleno derecho de la con razón llamada Organización
de Estados Americanos, sean ellos de derechas, de izquierdas o de
centro, tienen perfecta conciencia de que el dueño del desventurado país
sobre cuyos destinos se discute es, por ahora, Raúl Castro. Hasta su
muerte fue su hermano Fidel. Luego de la muerte será su nieto. Versión
tropical y caribeña de Corea del Norte. Pero ninguno hace mención del
hecho: Maduro es un agente cubano, puesto frente a la administración de
la dictadura a la discutible muerte de Hugo Chávez Frías, sucedida en
Cuba, en La Habana, en el CIMEQ y bajo la directa, secreta y blindada
observación de Fidel y Raúl Castro. Y ni la señorita Delcy Rodríguez, ni
sus embajadores en Washington, ni ninguno de los funcionarios que los
acompañan en dichas discusiones estarían ocupando sus puestos sin la
aprobación del supremo gobierno cubano. Piensan, hablan y gesticulan
como si fueran monigotes: son títeres de Raúl Castro. Pero se los toma
en serio, se discute con ellos y se pretende convencerlos de verdades
tangibles –crisis humanitaria, insurrección, manifestantes asesinados,
narcotráfico de dimensión planetaria, pobreza, falta de alimentos y
medicinas– como si no fueran los apasionados voceros de la cancillería
cubana. Los perros que ladran a sus indicaciones.
El poder del amo cubano es omnipresente y ubicuo: desde el papa
Francisco a la canciller alemana Angela Merkel y desde Donald Trump a la
socialista chilena Michelle Bachelet, pasando por Mauricio Macri, Temer
y PPK –los liberales latinoamericanos de la partida–, todos de consuno,
le recomiendan a la oposición venezolana, que se sabe maniatada,
aherrojada y amenazada de muerte por las fuerzas combinadas de la
satrapía venezolana y la tiranía cubana, que la amaestra, la maneja y la
domina, le recomiendan a esta oposición que dialogue con Nicolás Maduro.
Como si Nicolás Maduro fuera algo más que el títere de Raúl Castro y
Ramiro Valdés. Como si en verdad dispusiera de mayor poder que el de
quienes lo manejan.
¿Por qué no hablan con la verdad por delante y le recomiendan a nuestra
oposición que se reúna en sitio neutral, ante un tercero, con Raúl
Castro? ¿Por qué darle a la tiranía cubana la insólita ventaja de su
absoluta transparencia, no tocarla ni con el pétalo de una rosa y hasta
abrirle los brazos en gloria y majestad, con caras sonrientes y
amabilidad desbordada, como lo han hecho Barack Obama y Jorge Alejandro
Bergoglio? ¿Por qué insólitas y extrañas razones tanto el Departamento
de Estado de la Sra. Hillary Clinton como el Vaticano de monseñor
Parolin prefirieron abrirse a la tiranía cubana, en absoluto desmedro de
la democracia venezolana? ¿Por qué todas las cancillerías del mundo, con
la natural excepción de Corea del Norte, Rusia, China y los cipayos
latinoamericanos, expresan sus angustias ante la tragedia venezolana y
callan la razón de tal tragedia: la colonización de Venezuela por Cuba y
el implacable manejo de sus fuerzas militares, policiales y
parapoliciales, un ejército de "asesores", "médicos", "preparadores
deportivos" y "técnicos de gobierno" que constituyen un ejército de
ocupación de tropas de combate altamente preparadas para la guerra, de
decenas y decenas de miles de funcionarios cubanos, que controlan desde
notarías hasta registros de identidad, manejan quién cómo y cuándo
merece tener o no tener un pasaporte y se llevan la tajada del león de
los ingresos de nuestra esquilmada industria petrolera? ¿Y 100.000
barriles diarios de petróleo a cuenta de inventario?
Evidentemente, Susana Malcorra y Heraldo Muñoz, cancilleres de Argentina
y Chile, lo saben tan perfectamente como lo sabe monseñor Parolín,
canciller del Vaticano, el jefe del Departamento de Estado de Estados
Unidos, Rex Tillerson, y todos los ministros de relaciones exteriores de
las naciones democráticas del orbe: Venezuela es una dictadura
"exógena", para usar un término creado por quienes la administran: su
cerebro, su alma y su corazón se encuentran en La Habana. Y si no lo
saben no merecen ocupar los puestos que ocupan. Si sus servicios de
inteligencia no los proveen de la verdad de lo que ocurre en nuestro
atribulado país, ¿de qué es que los proveen?
Una palabra de Raúl Castro es una orden para Nicolás Maduro y una de
Ramiro Valdés una decisión que no será discutida por el general Vladimir
Padrino, jefe de los ejércitos venezolanos. Ni Maduro, ni Padrino ni
ninguno de los funcionarios de la dictadura tienen poder real para
actuar por propia iniciativa. Y quien de la alta nomenclatura del
régimen, como la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, las
contraríe, corre el riesgo de ser suicidada, como lo insinuara con su
perversa y estúpida brutalidad uno de los máximos sigüises del dictador
y ex guardaespaldas a todo servicio de Hugo Chávez, Pedro Carreño. Sin
el consenso de los tiranos cubanos o la decisión unilateral de sus
estados mayores de retirarse del campo de batalla temiendo graves
consecuencias para la supervivencia de su "revolución", Venezuela no
saldrá de su tragedia. Para Cuba, la dictadura venezolana es un
"essential", una conquista innegociable.
Héctor Schamis, el gran columnista de El País, escribió en abril de 2015
que en Venezuela no existían las fuerzas internas capaces de dirimir el
grave conflicto en el que estábamos. La insurrección en marcha, de una
dimensión, una fuerza y un alcance inéditos en la historia de América
Latina y solo comparable a los sucesos de Ucrania o la Primavera Árabe,
demuestra que existen de la parte opositora las fuerzas para reconstruir
el país y echar a andar una nueva república, liberal, democrática,
próspera y poderosa, si solo se enfrentaran a una dictadura endógena,
fracasada, arruinada y acorralada, como esta farsa trágica del
castrochavismo. No le pidan al pueblo venezolano, cuyas fuerzas armadas
lo han traicionado vendiéndose al enemigo, que venza a las tropas
cubanas invasoras. ¿Esperan por un nuevo Vietnam?
Es la hora de que la comunidad democrática internacional abra los ojos y
venga en nuestro auxilio. Con todos sus medios. Venezuela es, para la
región y el mismo Estados Unidos, inmensamente más valioso e importante
que Siria. Esperamos que por lo menos lo entiendan.
Source: Venezuela, Cuba y la OEA -
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/venezuela-cuba-oea_187276
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