El socialismo salvaje
FERNANDO MIRES | Oldenburg | 26 de Junio de 2017 - 10:20 CEST.
Si tuviera que preparar un seminario acerca de la historia del
socialismo europeo, haría el siguiente esquema:
1) Socialismo democrático, desde la fundación de las socialdemocracias
europeas hasta llegar a la sociedad post-industrial.
2) Socialismo comunista o soviético, desde la fundación del partido
bolchevique hasta la caída del Muro de Berlín.
3) Socialismo salvaje emergido en la sociedad posindustrial desde las
ruinas de los dos socialismos anteriores.
Sobre la historia de los dos primeros se ha escrito mucho. Destaquemos
que ambos, a pesar de una larga rivalidad, tienen su origen en la teoría
marxista, convertida por los socialdemócratas en teoría del desarrollo
económico y por los comunistas en ideología de Estado.
Para los primeros se trataba de transformar al capitalismo hasta que
dejara de parecerse a sí mismo. Para los segundos de acceder al poder
para construir el comunismo por medio de la fuerza bruta.
Ambos socialismos echaron raíces en las clases trabajadoras. Durante un
largo tiempo llegaron a representar la alianza entre "la clase obrera" y
los intelectuales. Por esa misma razón, ambos se vinieron abajo con el
fin de la sociedad industrial a la cual pertenecían. Los comunistas con
el industrialismo estatista, los socialdemócratas con el industrialismo
liberal.
La sociedad posindustrial no es predominantemente una sociedad de clases
sino de fracciones o segmentos imposibles de ser unidos por intereses
sociales comunes. Esos empleados de empresas fantasmas, esos
trabajadores sin tradición ni historia, esos microempresarios de las
redes digitales, carecen de representaciones orgánicas (como fueron los
grandes sindicatos de la era industrial). Por lo mismo, su
comportamiento político es errático y circunstancial. Pueden seguir con
la misma pasión a partidos xenófobos o a líderes demagógicos de izquierda.
A diferencia de comunistas y socialdemócratas, los socialistas
posindustriales carecen de una línea definida. Esa es la diferencia con
los comunistas del pasado quienes no eran demócratas pero al menos eran
previsibles. Los socialdemócratas, a su vez, eran democráticos y
previsibles. Los socialistas de la tercera ola son, en cambio,
antidemocráticos e imprevisibles. Por eso los llamamos salvajes.
Los socialistas salvajes actúan de acuerdo a sus instintos de poder. Los
grandes "cambios" que ofrecen, varían según el público. Frente a
estudiantes aparecen como contestarios irreverentes. En el parlamento
como reformistas. Ante las viudas de la izquierda nostálgica levantan
consignas pasionarias. Frente a las feministas y gays abogan por la
libertad de los sexos y de los géneros.
Ni siquiera —es el caso de Francia Insumisa— temen converger con los
nacionalismos de ultraderecha con los cuales comparten un repertorio
común: antieuropeísmo y una pleitesía a toda prueba a las autocracias
homofóbicas como la de Putin en Rusia.
En otros casos —Podemos, de España, por ejemplo— cuando se trata de
aumentar sus votaciones, no vacilan en crear vínculos con los partidos
escisionistas.
Menos que intereses sociales, los socialistas salvajes atizan
resentimientos. Sus enemigos no son clases económicas, sino el
establishment, es decir, todo lo que está supuestamente "arriba";
cualquier cosa; lo que sea.
Algunos de sus líderes, como Pablo Iglesias, son eximios actores. No
tienen grandes ideas pero sí ingeniosas ocurrencias destinadas a
calentar a las masas volátiles que ocasionalmente los siguen.
Aunque del socialismo del pasado mantienen ritos nostálgicos (puños en
alto, canciones revolucionarias, baratijas sesentistas) son hijos de la
posmodernidad global. Pero no hay que engañarse: detrás de sus
apariencias festivas ocultan su latente peligrosidad. Pues al igual que
los comunistas del pasado, su relación con la democracia es instrumental.
Incluso no vacilan —en nombre de un abstracto anticapitalismo— en apoyar
a siniestras dictaduras militares, como a la del venezolano (¿?) Maduro,
entre otras.
Junto con las tendencias xenófobas que asolan Europa, los socialistas
salvajes representan un desafío para la democracia moderna. Hay que
estar atentos. En lugar de mirarlos como a entertainers de la sociedad
del espectáculo, es necesario enfrentarlos como lo que son: demagógos
producidos por la anomia social, caricaturas de un pasado que no
volverá, "momios" de una izquierda ultrarreaccionaria.
¡No pasarán!
Este artículo apareció en el blog Polis. Se reproduce con autorización
del autor.
Source: El socialismo salvaje | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1498304323_32095.html
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