La libertad se acerca
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 11 de Junio de 2017 - 06:46 CEST.
Luisa Ortega, fiscal general de Venezuela, introdujo un recurso de
nulidad ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) basado en el carácter
inconstitucional de la Constituyente que intenta organizar Nicolás
Maduro. Ortega le ha disparado un torpedo a la línea de flotación de un
chavismo que ya andaba flaco, fané y descangallado.
Poco antes de dar ese paso definitivo, Ortega declaró que era una
persona que no conocía el miedo y, francamente, lo ha demostrado. La
respuesta de algunos chavistas ha sido de un cinismo terrible: pretenden
declararla "loca". Algo así como establecer que todo funcionario que
tenga un criterio independiente conforme a la ley es la prueba de que
está mal de la cabeza.
Probablemente los jueces del TSJ, que son meros apéndices de la
presidencia, rechacen el recurso de la Fiscalía, pero el mero hecho de
haber iniciado ese trámite judicial deslegitima totalmente el proyecto
de liquidar los vestigios republicanos que quedaban en Venezuela con el
objeto de instaurar una dictadura totalitaria calcada del modelo cubano.
La postura de Ortega, súbitamente apegada al Derecho —es mejor tarde que
nunca—, coincide con el extraordinario ejemplo de rebeldía civil que
están dando decenas de miles de jóvenes en ese país. Era realmente un
"bravo pueblo", como reza el himno de los venezolanos. Ya llevan 67
muertos y continúan repitiendo una consigna tercamente heroica mientras
los gasean y balean sin compasión: "Calle sin retorno hasta que Maduro
se vaya".
¿Es eso posible? Puede ser. Maduro apesta. En marzo, el 21,1% de los
venezolanos pensaba que Maduro debía terminar su mandato constitucional
en 2018. Era poco, pero al menos una quinta parte así lo creía. A
principios de mayo, menos de 45 días después, el porcentaje de apoyo se
había reducido dos tercios, al 8,08. Si lo miden en junio, creo que ni
Cilia, su mujer, lo respaldaría. Ese país, esa sociedad, no lo quiere.
"¡Fuera Maduro!", es más un mantra que una consigna.
Estos datos provienen de una reciente encuesta nacional, muy bien hecha,
auspiciada por la Universidad Católica Andrés Bello. Los números
reflejan lo que dicta el sentido común. El 89,02% piensa que Venezuela
va mal o muy mal. Pero no se trata de una percepción abstracta. Ocho de
cada diez venezolanos estiman que a ellos mismos les va mal o muy mal.
¿Por qué? Sencillo: la escasez de alimentos y medicinas es pavorosa y
creciente. El 79% de los venezolanos culpa al Gobierno de esta
situación, incluido el 44% de los que se autocalifican de chavistas. El
hambre ha llegado a los cerritos. La indiferente legión de los ni-ni —ni
con unos ni con otros— se ha reducido a la mitad. Ergo, el 77% del
pueblo respalda las protestas frente a un magro 17% que se opone.
La encuesta es muy larga. Vale la pena examinarla porque les pregunta a
los venezolanos cuál es la salida del laberinto. Naturalmente, los
presos políticos, claro, a la calle. Y, sin duda, consultas
verdaderamente democráticas. Nadie quiere una guerra civil.
Inmediatamente, elecciones para gobernadores y alcaldes. Luego, la
presidencial. El objetivo es enfriar la bomba potencial en una urna.
Mientras todo eso sucede, el 88,4% pide un canal humanitario para que
los pobres coman y se curen. (Los pobres, gracias a la estupidez
congénita del socialismo, ya son más del 66% del censo y continúan
aumentando. Por ahora, se alimentan de las sobras, a veces nauseabundas,
del pequeño grupo que tiene ahorros en dólares fuera del país).
Por eso cada día que pasa aumenta el clamor internacional por una
intervención humanitaria. En Naciones Unidas, en los años 90 quedó
consagrado el "deber de proteger". Basta con examinar las imágenes de
los niños desnutridos publicadas por la BBC para darse cuenta de que ese
empobrecido país está a la las puertas de una hambruna que puede matar a
un par de millones de personas, como en su momento ocurrió en Corea del
Norte.
Si Vladimir Padrino López, el general a cargo del manicomio, revisa la
encuesta, verá que el ejército, la policía y los paramilitares están en
la cola de los aborrecimientos, solo superados en esa poco honorable
shit list por los chupópteros de los países del ALBA, percibidos como
los grandes "chulos" de la riqueza venezolana.
La plata de los venezolanos fue a parar a los bolsillos de Cuba,
Nicaragua, y al resto de las naciones paniaguadas, descontando el enorme
caudal que se robaron los bandidos del Socialismo del Siglo XXI, a
cambio de respaldo internacional para, precisamente, destruir la
economía del país más rico de América Latina. Por supuesto que es para
indignarse.
Ese es el mejor argumento que tiene Padrino para quitarle todo apoyo a
Maduro. Los están hundiendo ante un pueblo que antes los admiraba. Los
grupos más respetados son los muchachos que luchan y mueren, los
empresarios que tratan de crear riquezas nadando contra la corriente,
los curas locales, que están junto al pueblo, las redes sociales que
transmiten información y no propaganda.
Obviamente, Raúl Castro y sus militarotes intrigan incesantemente para
no perder esa fuente de ingresos, pero el chavismo sereno —de que los
hay, los hay— tendrá que admitir que no se puede ahogar para salvar a
una isla parásita, aferrada a un sistema absolutamente improductivo,
empeñada en no crear riqueza y en vivir de la caridad ajena, que lo
único que aporta, cobrados a precio de oro, son los planos para la
fabricación de una asfixiante jaula implacablemente miserable.
La encuesta termina con una frase certera: la libertad está cerca.
¿Cuándo? No lo dice. Son encuestadores, no magos.
Source: La libertad se acerca | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1497120478_31795.html
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