Venezuela: cómo se destruye un país
BENJAMÍN F. DEYURRE
Venezuela, además de sus paisajes exuberantes, su riqueza natural
incalculable y sus espectaculares mujeres, también es un país de
contrastes. Actualmente la mayoría vive en la más abyecta miseria
mientras otros disfrutan de una vida opulenta producto de la corrupción.
Desde hace 17 años Venezuela ha sufrido una transformación notable; de
ser un país donde todos querían ir, se ha convertido en otro del cual
todos quieren irse, tal como sucedió en Cuba, ciertamente.
En los 60 y particularmente en la década de los 70, el nivel de vida en
Venezuela era el más elevado de América Latina, al punto que el salario
mas bajo equivaldría hoy en día a $2,400 mensuales. Los turistas
venezolanos inundaban las tiendas de Miami y llegaron a ser conocidos
como "Ta Barato Dame Dos". Hoy, también hay compradores venezolanos,
pero de otro tipo. Vienen a comprar propiedades en Miami, pero no con
recursos propios de la expansión económica sino con fondos provenientes
de actividades ilícitas tales como robos, secuestros y narcotráfico.
Venezuela adquirió fama internacional por su variedad gastronómica y por
la calidad de sus chefs. La afluencia masiva de inmigrantes europeos
convirtió en emporios del buen paladar a las principales avenidas de sus
capitales. Restaurantes, codo con codo, competían en lujo, servicio y
buena comida, capaz de satisfacer al comensal más exigente. Tanto es
así, que Caracas llegó a superar a la Riviera Francesa como destino
gastronómico mundial, según los más afamados expertos en la materia.
Incluso, hace años, la cadena de hoteles Hilton realizó un concurso para
elegir al mejor chef del mundo, que resultó ser un venezolano.
En el presente, la diferencia con esa pujante Venezuela que todos
conocían es drástica. Se forman riñas callejeras con tal de ser los
primeros en hurgar en los desperdicios de los restaurantes en busca de
comida. Muchos están a la caza de los camiones de basura para conseguir
algún alimento. La hambruna es tal, que ya es famosa la dieta
revolucionaria cuyo lema es: "Si quieren adelgazar, vengan a Venezuela".
Por supuesto, esto ha multiplicado la delincuencia hasta un límite
insostenible. La mayoría de los ciudadanos han sido víctimas de algún
asalto. Después de las 6.00 pm pocos se atreven a salir de sus casas.
Incluso, los que están manejando a esa hora, no respetan los semáforos
por temor a ser atracados en el sitio. Todo esto ha contribuido a que
Caracas sea conocida como la capital más peligrosa del mundo por índice
de criminalidad.
El colmo actual es la nueva aberración de secuestrar niños. Resulta que
supuestos presos, convertidos en jefes de la cárcel, salen de día a
delinquir y regresan de noche al hotel-prisión, donde están más seguros
porque son protegidos. Estas lacras sociales, conocidas como "pranes",
han dado la orden de secuestrar niños ya que sus rescates son mas
rápidos y cuantiosos. Además, su custodia es menos problemática.
Económicamente hablando, Venezuela está caótica. Los precios suben por
hora, no hay fuentes de empleo y el salario mínimo escasamente alcanza
para comer unos días, si es que logran adquirir los invisibles
alimentos. El país sigue subvencionando con su petróleo a Cuba y otros
países del Caribe; sin embargo, actualmente está importando gasolina
para abastecer a su mercado interno, algo totalmente absurdo. Tanto sus
pozos como refinerías están funcionando al mínimo nivel para justificar
esa insolente importación del combustible.
La mayoría de los hospitales no tienen insumos para trabajar, es decir,
jeringas, gasas, suturas, algodones, etc, brillan por su ausencia. Las
medicinas son prácticamente inexistentes y la mortandad a todos los
niveles se ha desbordado, incluyendo la infantil. Increíblemente, se ha
perfilado un grotesco cambalache para subsistir. Ahora están
intercambiando medicinas por comida. ¡Cómo será el grado de desesperación!
En el año 2000 tuvimos la suerte de escribir el editorial del principal
periódico venezolano, El Universal. En el escrito titulado Destino
Cubano-Venezolano, advertíamos que Hugo Chávez pretendía hacer de
Venezuela un sitio igual o peor que Cuba. Años después, el propio Chávez
lo refrendó cuando dijo "Queremos navegar en el mismo mar de felicidad
que Cuba".
Desde entonces, Venezuela ha sufrido una sistemática destrucción de
todas sus instituciones, sumergiendo al país en una espantosa miseria.
Últimamente, están ofertando comprar los negocios que apenas sobreviven,
con el objeto de desaparecer a la empresa privada. En el Estado Táchira,
por ejemplo, con fecha 27 de marzo el gobernador ofreció comprar todas
las panaderías para así "poder garantizar el pan de los ciudadanos". En
Cuba los negocios simplemente fueron expropiados. Ahora la vigilancia
internacional hace simular una compra. Esta es la forma que actúan los
comunistas cuando quieren apoderarse de un país.
Recientemente, Nicolás Maduro decidió hacer un burdo ejercicio público
para probar que su gobierno es democrático. Hizo que el dócil Tribunal
Supremo de Justicia dictara sentencia para usurpar las funciones de la
Asamblea Nacional (Congreso), algo equivalente a un Fujimorazo, pero de
corte comunista. Su cómplice, la fiscal general Luisa Ortega, una
connotada marxista, protestó aludiendo que había una ruptura de la
Constitución. Como respuesta, el Tribunal Supremo reversó dicha sentencia.
¿Acaso con esto se demuestra que en Venezuela se respeta la división de
poderes?
A otro perro con ese hueso.
Economista y periodista.
Siga a Benjamín F. DeYurre en Twitter: @DeYURRE
Source: Venezuela: cómo se destruye un país | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-venezuela/article142400614.html
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