Venezuela: antes que amanezca
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 1 de Abril de 2017 - 08:29 CEST.
Todo parece absurdo, sencillamente temerario: en una crisis de ribetes
humanitarios, el régimen bolivariano en vez de buscar consensos,
aliados, va al encuentro de discordias y más enemigos. Con la soga al
cuello, el neocomunismo venezolano ha optado por subirse al cadalso y
decirles a sus verdugos que tiren de la cuerda.
Todo parece tan absurdo y tan temerario que solo hay dos posibilidades,
sabiendo que Caracas sigue órdenes de La Habana: Maduro ha dado un
"libretazo" sin permiso, o desde el Palacio de la Revolución lo han
empujado a este suicidio político para acabar de salir de un régimen
agotado e impresentable y negociar con otros líderes, incluso con la
mediación de los propios EEUU. Que La Habana apoye la inmolación
política madurista, que ya alcanza repulsa internacional, no encaja con
el modus operandi de un régimen, el cubano, muy experimentado en el
control social.
La historia no recuerda una dictadura de izquierda que abdique por
presión internacional o cercos económicos externos. Todo lo contrario
sucede con los regímenes totalitarios de derecha. En las dictaduras con
una economía de mercado, los lazos comerciales con el resto de las
naciones, y al interior, resultan vitales para la sobrevivencia. Los
abominables regímenes de Sudáfrica y Chile en tiempos del apartheid y
Pinochet respectivamente, tarde o temprano fueron forzados a abrirse al
juego democrático, aunque fuera en apariencia al principio. Los
regímenes dictatoriales de derecha tienen su razón de existir,
precisamente, en reflotar y enaltecer el capital sobre cualquier
conquista social.
En cambio, no existe en la historia de la Humanidad una dictadura de
izquierda que haya fenecido, primariamente, por cercos económicos o
políticos. Ha sido su naturaleza intrínseca fallida, dada por el
voluntarismo y el irrespeto por las leyes básicas de la economía
moderna, lo que al final las lleva a replantearse el regreso a la
economía de mercado sin renunciar al poder absoluto. Tales son los casos
de la antigua URSS reconvertida en Rusia imperial, una China
políticamente dinástica, y otros países de la órbita comunista europea.
En la llamada construcción del socialismo se da un proceso de
concentración primaria del capital en manos de una minoría que detenta
el poder político, y esta torna invulnerable cualquier acción de embargo
económico externo. Más bien sucede todo lo contrario: el grupo de poder
político-económico y militar, a mayor presión externa, más solidifica el
control interno de la sociedad. Esta es una de las razones por la que
muchos de los contrarios al embargo, quienes también buscan la caída del
castrismo, creen que es poco eficaz la presión económica externa: el
sistema ha creado su propia miseria y sabe cómo repartirla.
Lo sucedido en Venezuela no escapa de ese razonamiento. Para quienes no
son cubanos, y no han vivido en el racionamiento, la vigilancia cada 100
metros, incluso la alucinación de haber sido parte de un proyecto
redentorista-megalomaníaco, es difícil comprender el paso dado por el
régimen bolivariano. Más difícil todavía es entender la sobrevivencia
del madurismo por tres años cuando los opositores anunciaban, mes a mes,
que las reservas de alimentos se habían agotado y no tenían cómo pagar
sus adeudos.
Al cruzar de la delgada línea roja que separaba la endeble democracia
liberal de la autoridad totalitaria, el régimen bolivariano, una vez
más, ha confirmado que las dictaduras de izquierda son inmunes a la
presión internacional y a los dictados de la economía de mercado. Al
desplazar hacia el Tribunal Supremo de Justicia la competencia
legislativa, han cumplido el principio elemental del totalitarismo
descrito por George Orwell: "no se establece una dictadura para
salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una
dictadura". Ha sido, precisamente, el desmantelamiento productivo de la
nación petrolera lo que ha obligado al madurismo, bajo asesoría cubana,
a blindarse contra toda acción punitiva económica y política externa.
En el caso de que a partir de ahora hubiera una sublevación masiva, la
orientación desde la Isla es resistir. Esa es y será siempre la voz de
mando desde La Habana. Y también desde el principio la oposición debió
saberlo: no hay nada que negociar cuando se tiene el control político y
militar. La economía socialista (sic) es manejable. La calle, el
parlamento, las elecciones y las tribunas internacionales, no. Ergo: no
se dialoga sobre el poder real bajo ninguna circunstancia.
Con la inhabilitación de la Asamblea Nacional, el régimen bolivariano
han dado un aparente salto al vacío: con la soga al cuello, han
preferido adelantarse al verdugo, y evitar la muerte indigna del
colgamiento. Están en camino a la inmolación, o al goce de la eterna
tiranía. Todo parece temerario, absurdo. Pero se advierte una claridad
inusitada. Parafraseando al autor, nunca ha habido más oscuridad en este
amanecer en la patria de Bolívar.
Source: Venezuela: antes que amanezca | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1490995339_30072.html
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