Thursday, March 30, 2017

Almagro don’t cry for me Venezuela

Almagro don't cry for me Venezuela
JORGE DÁVILA MIGUEL

"¿Para qué tenemos a la OEA?", declaró el senador Marco Rubio este
martes a la cadena Fox cuando supo que Luis Almagro, secretario general
del foro, no había logrado reunir tropas suficientes para eventualmente
expulsar a Venezuela. Lo simpático es que Rubio coincide con el
presidente Nicolás Maduro, quien al siguiente día también se preguntaba
frente a sus ministros: "¿Tiene sentido la existencia de la OEA?"

Fundada en Bogotá, en 1948, nada más y nada menos que liderada por el
general George C. Marshall, bajo el compromiso de "combatir el comunismo
en el continente", la OEA expulsó a Cuba en el año 1962 aunque en el
2009 la readmitió. Pero La Habana no ha querido regresar porque se
pregunta lo mismo: ¿Para qué sirve, o a quién sirve la OEA? Y ya tenemos
un trío raro: Cuba, Maduro y Rubio con igual opinión.

El actual secretario Luis Almagro, mal catalogado como guerrillero
tupamaro[i] en el pasado, quiere exiliar a Venezuela del foro
interamericano y sus razones tendrá, pero la más publicitada es que
Caracas no cumple ya con la democracia. Le quiere aplicar la Carta
Democrática Interamericana, que permite la expulsión. El otro único país
suspendido, además de Cuba en el 62, fue Honduras tras el golpe militar
del 2009 contra Manuel Zelaya. Golpe aceptado, e incluso apoyado por
Estados Unidos y especialmente por la entonces secretaria de Estado
Hillary Clinton[ii].

La OEA es el autotitulado foro defensor de la democracia y los derechos
humanos en el continente.

Pero entre 1962 y el 2009 sucedieron muchas cosas feas en el Cono Sur. Y
lo sorprendente es que ninguna dictadura militar desde los 50 hasta los
ochenta fue lo suficiente terrible para que la OEA invocara la Carta
Democrática. Ni el Paraguay de Stroessner, ni el Chile de Pinochet, ni
la Dictadura Cívico Militar uruguaya, ni la Argentina de Videla en el
76, por mencionar algunas. Todas fueron digeridas sin una gota de
dispepsia tanto por Washington como por la Organización de Estados
Americanos.

Y es cierto que a partir de 2001 la OEA comienza un proceso de
aggiornamento, de ponerse al día; por eso seguramente condenó el golpe
contra Zelaya, que la Casa Blanca no había siquiera denunciado. Y
también es cierto que la situación de Venezuela es difícil, tensa,
triste, caótica, preocupante e inminente; con terribles decisiones y
expresiones presidenciales que tienen que ver poco con Simón Bolívar y
menos con Andrés Bello.

Pero eso no debiera opacar dos realidades: la primera ––y tal vez un
nudo gordiano en sí, ya que el gobierno de Maduro bloquea todo lo que
hace la Asamblea y todo lo que hace la Asamblea es para derrocar a
Maduro–– es que, nos guste o no, el gobierno venezolano y la Asamblea
Nacional fueron electos democráticamente y que solamente otras
elecciones debieran poder cambiarlos a los dos.

Y segunda es que la OEA, a pesar del aggiornamento, tal vez siga siendo
un complaciente brazo diplomático de la política norteamericana (aunque
haya políticos que como Marco Rubio prefieren directamente torcer
brazos). Y es que, si la miramos con ternura, ese foro interamericano se
encuentra en una crisis de identidad posiblemente insuperable. Se debate
entre su naturaleza inicial de constituir una oficina proconsular
estadounidense y la actual voluntad de muchos países miembros que no
quieren comprarse lo que interpretan como una bronca personal de Almagro
con Maduro.

Por eso tal vez el senador Rubio se preguntó "para qué tenemos la OEA".
Y por eso tal vez también antes de la reunión del martes en Washington
DC, amenazó públicamente a Haití, República Dominicana y El Salvador con
cortarles ayudas económicas si no votaban a favor de la posición de
Almagro. Pero ninguno de los tres países se asustó. Se limpiaron con la
amenaza. Y no era para menos. Una intimidación pública de un senador de
los Estados Unidos de América a tres países miembros de la OEA,
democráticos y soberanos, de que si no votaban como quería ¿Washington?,
no les daban más dinero. Y eso, ¿no es intrínsecamente vergonzoso? Y
Luis Almagro, secretario general, defensor de los estados americanos,
paladín de la dignidad, ¿protestará por ese insulto? ¿Se atreverá a
hacerlo, al menos en privado, con su amigo Marco Rubio?

Un susurrito, Luis, un susurrito, aunque sea para salvar cara.

Comentarista político y columnista de CNN en Español.

[i] Nunca fue un guerrillero. Perteneció al Frente Blanco de
centro-derecha uruguayo hasta que Luis Mujica, militante tupamaro
devenido presidente, lo acogió en su gobierno y su partido,
catapultándolo en su carrera política, incluso hasta su actual cargo.

[ii]
https://www.washingtonpost.com/blogs/post-partisan/wp/2016/04/19/hillary-clintons-dodgy-answers-on-honduras-coup/?utm_term=.1a1822cd3b35

http://america.aljazeera.com/opinions/2014/9/hillary-clinton-honduraslatinamericaforeignpolicy.html

Source: Almagro don't cry for me Venezuela | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-venezuela/article141716469.html

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