La difícil tarea de revocar a Maduro
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 10 Abr 2016 - 11:02 am.
Es bastante obvio que los chavistas, con Nicolás Maduro a la cabeza, no
están dispuestos a cumplir las leyes y perder el poder. Las elecciones y
la legalidad burguesa les eran útiles cuando tenían o podían simular que
poseían la mayoría de los electores. Ahora, y desde hace unos años, solo
les queda invocar la sacrosanta revolución y gobernar apelando a la
razón testicular.
La estrategia es muy simple y transparente: cuando pierden el control de
alguna institución (las gobernaciones, las alcaldías, la Asamblea
Nacional) la vacían de funciones reales, que pasan a ser ejercidas
directamente por el Ejecutivo o núcleo duro de la dictadura.
A los representantes de la mayoría opositora los dejan figurar en el
organigrama de la República, ocupando cargos nominales y cobrando todos
los meses algún estipendio, pero sin poder real. Cuando protestan en las
calles por esta burla a la voluntad popular, los represores asesinan a
unas cuantas personas como forma de escarmiento y acusan a las víctimas
de haber causado las muertes. Esa es la increíble historia de Leopoldo
López, de Antonio Ledezma y de las docenas de presos políticos que hay
en el país. Estamos ante una dictadura mal disfrazada de Estado de derecho.
Por eso Maduro no se va a someter al revocatorio. Sabe, además, que
puede gobernar a su antojo mediante el control del Poder Judicial,
anulando todas las decisiones y acciones del Legislativo, pero ese
fraudulento modelo no puede operar si la oposición ocupara el Palacio de
Miraflores. El sistema quedaría descabezado.
A partir de ese punto —temen— se iniciaría el desmantelamiento del
disparate chavista. Se pondría punto final a los cuantiosos subsidios al
Gobierno castrista, miles de agentes de inteligencia cubanos serían
devueltos a la Isla, comenzaría la cacería judicial de corruptos y
narcotraficantes —un grupo tan enorme como purulento— y peligrarían
—piensan— quienes han sido los pilares del peor gobierno de la historia
de ese país.
Naturalmente, Maduro y el chavismo jamás asumirían que luchan por sus
vidas, sus privilegios y los botines obtenidos tras el saqueo del país.
Para justificar la razón testicular existen palabras o frases
altisonantes como "antimperialismo", "revolución", "agresión yanqui",
"neoliberalismo", "Cuarta República", "Comandante eterno" y otras
coartadas parecidas extraídas del salivero ideológico. Las excusas no
faltarán jamás.
¿Qué pueden hacer los venezolanos ante esta violenta situación? El
dilema es muy doloroso. Desde el punto de vista legal está justificada
la resistencia activa a la tiranía. Lo dice y condona el artículo 350 de
la Constitución bolivariana: "El pueblo de Venezuela, fiel a su
tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la
libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que
contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe
los derechos humanos".
Pero "desconocer" es una palabra vaga. ¿Cómo pueden los venezolanos
desconocer a la pandilla de malhechores que controla el país si estos no
se someten a la regla de la mayoría? Ya se sabe que el camino de golpear
las ollas no conduce a la libertad. Tampoco el de marchar por las calles
de unas ciudades que hoy están en poder de grupos armados de malandros,
como allí les llama a los delincuentes.
Tampoco ignoran los demócratas venezolanos que están prácticamente solos
en su lucha. A los "hermanos" latinoamericanos les importa un rábano lo
que acontezca en ese país, y los estadounidenses han decidido que
Venezuela no es un peligro, sino una molestia que en algún momento
implosionará debido a la infinita incompetencia de sus administradores,
sin necesidad de que Washington intervenga directamente en el conflicto.
Mi vaticinio, muy impreciso e inseguro, es que un día algún oficial de
las fuerzas armadas, horrorizado por el enorme desastre provocado por
Maduro y los cubanos, tratará de sublevar a sus compañeros para rescatar
al país, a mitad de camino entre el patriotismo y la ambición de poder,
como hizo Wolfgang Larrazabal en 1958.
O acaso, que un grupo de jóvenes civiles armados, convencidos de que el
chavismo le ha cerrado totalmente las puertas a la democracia, se
echarán a los montes o iniciarán una revuelta dentro de la estrategia
guerrillera urbana, sacrificio que pudiera desencadenar el fin de la
dictadura mediante sucesos hoy imponderables.
Mientras tanto, continuará el éxodo de los venezolanos más emprendedores
y educados hacia cualquier punto del planeta en el que puedan rehacer
sus vidas, aumentando progresivamente la pérdida de capital humano que
sufre el país. Venezuela, simplemente, se desangra sin remedio. Es
tristísimo.
Source: La difícil tarea de revocar a Maduro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1460243197_21566.html
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