Ataques de pánico en el Gobierno venezolano
ALBERTO BARRERA TYSZKA, Agosto 31, 2016
Están muy asustados. Le tienen miedo a los votos, le tienen miedo a las
manifestaciones, le tienen miedo al parlamento, le tienen miedo al dólar
paralelo, le tienen miedo a las redes sociales y al precio de las
cebollas. Es una alarma difícil de controlar, un temblor en el ánimo y
en las certezas. La histeria se contagia más rápido que el zika. Y ahora
el poder está histérico. No confía ni en sí mismo. Ingenua y
lamentablemente, cree que su única seguridad está en la violencia.
El chavismo ya no sabe cómo congelar al pueblo. El Gobierno, como en
otras ocasiones, apostó por el desgaste. Sin en el menor escrúpulo.
Decidió usar la pobreza de los venezolanos, sus necesidades y carencias,
con tal de no negociar nada. Prefirió sacrificar a la gente antes que
renunciar a su control absoluto del poder. Pero ahora la realidad ha
cambiado. La crisis económica es un vértigo fulminante. La política de
la parálisis ya no parece ser tan eficaz. El discurso encendido y
vehemente tiene menos seguidores. La iglesia que promovía el culto a San
Hugo no está de moda... Hace rato que la revolución cambió las promesas
por las amenazas. Ahora, el socialismo del siglo XXI solo es un exceso
de generales.
Un ataque de pánico es un rapto, un viaje hacia la irracionalidad. Así
parece estar el Gobierno. Su capacidad de discernimiento se ha evaporado
velozmente. Sus reacciones frente a la marcha propuesta para el 1 de
septiembre son destempladas, erráticas, miserables. Hunden aun más su
imagen en la violencia. Frente a los venezolanos, y también frente a la
comunidad internacional, el Gobierno de Maduro solo parece capaz de
conjugar tres verbos: prohibir, censurar, reprimir.
La detención de Daniel Ceballos ofrece una narrativa digna de cualquier
dictadura de la segunda mitad del siglo pasado en Latinoamérica. Una
madrugada, una ambulancia, una orden de traslado clandestina...Hay en
esa secuencia una construcción épica que solo alimenta a la oposición.
Lo mismo puede decirse del traslado, sin aviso y sin justificación, de
Francisco Márquez y Gabriel San Miguel a la cárcel de Tocuyito, dos
jóvenes sometidos a un proceso judicial totalmente viciado, cuyo relato
solo logra hacer crecer la temperatura heroica de quienes adversan al
Gobierno. Lo mismo, también, vale por supuesto para los demás detenidos
por causas políticas. Se trata ya de una práctica continua y
generalizada. Como la suspensión de sueldos para los parlamentarios.
Como la prohibición de entrada al municipio libertador a la
manifestación del próximo jueves. Como la absurda medida que oficializa
en el Estado Barinas la imposibilidad de ejercer un periodismo
independiente y crítico. Estamos asistiendo a un espectáculo patético y
terrible: un poder desesperado y sin tino, entregado a su propia ceguera.
En medio de todo esto no deja de ser penoso y lamentable ver cómo los
líderes del oficialismo reproducen la misma retórica que, en su momento,
esgrimieron algunos líderes de algunos gobiernos anteriores. Así
retrataba Chávez a la Venezuela de finales de los años 80: "Aquí estaban
rotos casi todos los mecanismos de diálogo. El diálogo era plomo. Plomo,
persecución, represión, hambre, miseria (...) Y los líderes encerrados
en Miraflores lo que hicieron fue mandar a los militares (...) Nos
utilizaron a nosotros para masacrar a un pueblo que lo que estaba
reclamando era comida, salud, que alguien lo oyera" ¿No podrían caber
estas misma palabras en esta semana? ¿Qué piensan ahora militares
mandados a reprimir cualquier protesta?
En el año 2005 Alejandra Szeplaki dirigió un documental sobre la década
de los 80 en Venezuela. La narración se articulaba fundamentalmente
sobre el testimonio de varios protagonistas del movimientos estudiantil
de aquellos años. Ricardo Menéndez era uno de ellos. Ahora forma parte
de la cúpula del madurismo y actualmente se desempeña como Ministro de
Planificación. En la cinta, Menéndez dice lo siguiente: "Nos veían a los
estudiantes como a unos revoltosos, como a unos desadaptados (...) Y se
dedicaban las 24 horas a hablar en los programas de opinión
descalificando al Movimiento Estudiantil" ¿No recordará el Ministro,
ahora, estas frases? ¿No las pensará de nuevo mientras se transmite, en
cadena nacional, una versión parcializada de lo ocurrido el 11 de abril
del 2002?
En otro momento del mismo documental, Menéndez también refiere las
tácticas represivas del Estado en aquellos años, cuando en algunas
oportunidades los cuerpos policiales y militares aprovechaban las
circunstancias y promovían la violencia. Que la marcha terminara o no
terminara en paz —asegura Menéndez— no dependía del sector
universitario. "Dependía del Estado". Según él, lo único que buscaba con
esto el Gobierno de aquella época era "justificar acciones de represión
masiva" ¿Con qué cara se mira al espejo hoy día el Ministro Menéndez?
¿Con qué dignidad escuchó ayer a Nicolás Maduro denunciando un supuesto
golpe de Estado, justificando con antelación el uso de la violencia?
Deslegitimar desde el Estado la marcha del 1 de septiembre, tratar de
desmovilizar a la población, sabotear la participación popular, promover
la violencia, generar caos, organizar la represión... El oficialismo
vive en un permanente ataque de pánico. La democracia les da terror. Es
un susto muy costoso pero también muy inútil. No podrá detener la historia.
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Nota de la redacción: Junto con la periodista Cristina Marcano, Alberto
Barrera Tyszka es autor de la biografía Hugo Chávez sin uniforme: una
historia personal. Este texto ha sido publicado en su blog
Source: Ataques de pánico en el Gobierno venezolano -
http://www.14ymedio.com/opinion/Ataques-panico-Gobierno-venezolano_0_2063793602.html
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