Otra vez con la misma piedra
La actual situación confirma la extrema dependencia de la economía
cubana de los vínculos establecidos con Venezuela
Viernes, julio 22, 2016 | Leonardo Calvo Cardenas
LA HABANA, Cuba.- El verano de 2016 se calienta en Cuba y no solo por lo
cargado de la atmósfera o los efectos del cambio climático, la inquietud
por el recrudecimiento de la permanente crisis socioeconómica crece
entre los ciudadanos que ya hablan alto y claro de la real posibilidad
de una nueva debacle material con nombre amable: "periodo especial", con
todos los traumas y carencias que hacen recordar los duros y tristes
años noventa.
El escenario resulta en extremo preocupante: desabastecimiento de
renglones de primera necesidad incluso en las tiendas en divisa,
insostenible aumento del costo de la vida, imperceptible avance de los
publicitados e insuficientes proyectos de desarrollo económico, con los
líderes del PT (Partido de los Trabajadores) brasileño, principales
patrocinadores de la muy promocionada "Zona especial de desarrollo de
Mariel", sumidos en grave crisis política y de credibilidad. Insoluble
desamparo material en los centros hospitalarios, oleadas migratorias
—especialmente de jóvenes— hacia cualquier rincón del planeta, lo que
incluye la creciente estampida de profesionales y técnicos que cumplen
misiones en el exterior. La producción y productividad industrial y
mercantil se estancan y no despegan, mientras la corrupción se dispara a
todos los niveles, aunque la Contraloría General no publique los
resultados de sus investigaciones.
El propio Raúl Castro reconoce tácitamente la debilidad económica y la
crisis financiera, mientras lanza a vicepresidentes y altos funcionarios
en visitas relámpago hacia los "países amigos" para recibir cinco mil
toneladas de arroz donadas desde Vietnam y la reafirmación de que no hay
a estas alturas nación capaz de cargar sobre sus espaldas esa rémora de
congénita ineficiencia que es la economía cubana.
Ahora mismo va quedando como letra muerta o burbujas en el viento toda
esa perorata de la reestructuración del modelo económico, medidas que
más allá de la propaganda no causan real efecto positivo en la economía
cotidiana del cubano de a pie. Ahora mismo nadie entiende cómo la caída
del precio del petróleo es señalada como una causa de la actual
debilidad e insolvencia, puesto que Cuba es importador del hidrocarburo
y debía beneficiarse de esta coyuntura comercial internacional.
Ni siquiera la explotación y despojo de las decenas de miles de
profesionales, técnicos y especialistas enviados al exterior, ni el
aumento de las remesas provenientes de extranjero, las cuales según
cálculos extraoficiales alcanzan alrededor de tres mil millones de
dólares, aunque este renglón de entrada de divisas no es reconocido en
las cifras económicas oficiales, ni el aumento del número de visitantes
foráneos logran amortiguar los efectos de la actual crisis.
La actual situación confirma la extrema dependencia de la economía
cubana de los vínculos establecidos con Venezuela. Hasta ahora no
resultaba muy complejo para el poder chavista utilizar una pequeña parte
de su multimillonaria renta petrolera para subsidiar y sostener la
ineficiente economía cubana, incluyendo los miles de barriles de
petróleo diarios a cambio de asesoría especializada en control social y
represión y de decenas de miles de profesionales de la medicina, la
educación, el deporte y la cultura sustraídos de la sociedad cubana para
reforzar los programas y misiones.
En el cenit de la crisis de los noventa apareció para los Castro la
tabla salvadora del chavismo y el máximo líder apostó todo a esa carta,
cuyos beneficios coyunturales le permitían mantener la precaria
estabilidad socioeconómica de la Isla y seguir negando a los cubanos las
libertades, espacios y derechos civiles, políticos y económicos.
Sin embargo como dice el viejo refrán, el hombre es el único animal que
choca dos veces con la misma piedra y el alto liderazgo de La Habana,
como en las pasadas épocas de la Unión Soviética, consagró una
dependencia extrema a esa relación basada en la identidad ideológica.
Tanta ha sido la dependencia en uno y otro caso que mientras la
Constitución castrista puesta en vigor en 1976, aun antes de definir y
caracterizar al Estado cubano reafirmaba fidelidad a la Unión Soviética,
quien subsidiaba la desastrosa economía cubana mientras la Isla actuaba
como punta de lanza militar del socialismo real en el mundo. En el
verano de 2004 en una coyuntura de amenaza de huracán que coincidía con
la celebración el referendo revocatorio en Venezuela aseguró por la
televisión nacional el exgobernante Castro que a él lo que le interesaba
era Venezuela, sin olvidar que el defenestrado vicepresidente Carlos
Lage dijo en su momento que Cuba tenía dos presidentes. Sin comentarios.
El recurrente diseño de aferrarse a la dependencia de un poderoso
hermano reviste el peligro de que una mínima variable desmonte la
ecuación y deja al "hermano" dependiente en grave condición de desamparo.
La dilapidación indiscriminada de la multimillonaria renta petrolera
acumulada en los tres primeros lustros del siglo, la caída en picada de
los precios del crudo, la incapacidad demostrada para diversificar la
economía venezolana, agobiada por la persistencia en el modelo rentista,
imponen hoy a Venezuela una gravísima crisis económica matizada por el
desabastecimiento industrial, alimentario hospitalario e incluso
energético y una galopante inflación, lo cual genera enormes penurias,
especulación, crispación, violencia e inestabilidad social.
Tendrían que explicar tanto las autoridades cubanas y venezolanas como
si cuando contaban con los multimillonarios subsidios soviéticos o la
multimillonaria renta petrolera respectivamente no lograron desarrollar
las potencialidades productivas de sus países lo van a hacer ahora en
franca condición de depauperación económica.
Los gobernantes cubanos insisten en buscar un poderoso país hermano que
lo sostenga materialmente, mientras ata de pies y manos a los cubanos
impedidos de convertirse en ciudadanos económicos y obligados a ver como
la "economía planificada ha destruido los renglones productivos
tradicionales e incluso vaciado los estadios de béisbol.
Todo parece indicar que ahora los gobernantes cubanos no encontrarán una
nueva tabla de salvación ante la crisis inminente. La crisis de los
noventa obligó a legalizar las divisas, a restaurar el Mercado Libre
Campesino y alguna forma de trabajo por cuenta propia. Ahora de nada
servirán las soluciones intermedias, Cuba necesita una transformación
estructural profunda que devuelva la tierra a los que la trabajan y
reconozca a todos los cubanos sus derechos económicos con auténtica
personalidad jurídica.
Si las autoridades de La Habana no demuestran ahora la responsabilidad,
sensibilidad y valentía política que demanda el momento, el futuro
inmediato depara a los cubanos mayores sufrimiento, penuria y desesperanza.
montesinos3788@gmail.com
Source: Otra vez con la misma piedra | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/otra-vez-con-la-misma-piedra/
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