¿Sirven de algo las marchas multitudinarias?
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 3 de Septiembre de 2016 - 18:02 CEST.
Tal vez fue la mayor marcha de la historia de Venezuela. ¿Sirvió para
algo? Ya llegaremos a eso. Comienzo el análisis por la punta del Gobierno.
Maduro y los operadores cubanos de la DGI, que son los que mandan en el
país, se enfrentaron a una disyuntiva: ante el anuncio de una gigantesca
manifestación, ¿se quitaban el frágil antifaz democrático que todavía
utilizan esporádicamente, declaraban el estado de excepción, suspendían
las garantías constitucionales y disolvían la Asamblea Nacional,
pretextando impedir un golpe planeado por la perfidia imperialista de
Washington, o intentaban obstruir a los manifestantes, detener a los
líderes y hacer abortar la manifestación disgregando la marcha en
diversos puntos del trayecto?
Optaron por lo segundo. Creyeron que lo lograrían. Es lo que hacen en
Cuba. Detienen, dispersan, infiltran, acosan a los opositores, los
enfrentan a unos contra otros con mil intrigas, y les impiden que tomen
las calles. Las calles son de Fidel. A eso se dedica el vasto y secreto
cuerpo de la contrainteligencia cubana (55.000-60.000 personas), la
policía regular (80.000), más la gente de rompe y rasga del Partido
Comunista (PCC), mientras los tres ejércitos regulares permanecen
expectantes por si hace falta que entren en combate. Total: 350.000
perros feroces, sin contar al PCC, para acorralar a 11 millones de
aterrorizadas ovejas.
Se equivocaron. El control social no es el mismo. En Cuba se liquidó a
la oposición a sangre y fuego en los primeros cinco años de la
dictadura. Hubo resistencia, pero mataron a unas 7.000 personas y
encarcelaron a más de 100.000. Dos décadas más tarde, a fines de los 70,
cuando la jaula ya era hermética, comenzaron a soltarlos. Hace medio
siglo que los Castro tienen en un puño a la sociedad cubana. El KGB
soviético y la Stasi alemana les enseñaron cómo echar el cerrojo. Hoy
Raúl ha perfeccionado su estrategia represiva. Fue la que inútilmente
trataron de utilizar en Venezuela.
La oposición venezolana se sostiene precariamente en una zona virtual
del aparato estatal. Son alcaldes, gobernadores o diputados. Tienen
cargos, pero no poder ni presupuesto. El chavismo los ha privado de
recursos y de autoridad, aunque, como provenía de un esquema
democrático, no le ha sido fácil construir la jaula. Según las
encuestas, los del Gobierno tienen en contra al 80% de las personas,
incluida una buena parte de los sectores D y E. Es decir, los más
pobres. Son una inocultable pandilla de pésimos gobernantes dedicados al
latrocinio. Para ocultarlo y disfrazar la realidad, compraron,
confiscaron o neutralizaron a los medios de comunicación, salvo un par
de periódicos heroicos, pero la situación del país es tan catastrófica
que no tienen forma humana de esconder el desastre.
Sin embargo, la oposición carece de músculo para forzar la caída de
Maduro y la sustitución del sistema. En general, son gente de paz
adiestrada durante 40 años en el dulce ejercicio de la democracia
electoral. ¿Qué podían hacer? Podían marchar. Golpear cacerolas.
Protestar pacíficamente. Era la única forma de oponerse con que contaban
en la desesperada situación en la que se encuentran.
Podían llenar las plazas a la manera de Gandhi y de Luther King, pero
contra un adversario mucho más inescrupuloso que los anglosajones. Lo
han hecho decenas de veces. Era la forma civilizada de enfrentarse al
acoso totalitario. La gente que mata, el malandraje, el hamponato, está
con el chavismo. Las Fuerzas Armadas han sido intervenidas por los
cubanos y la cúpula se ha encharcado en el narcotráfico. Dejar que se
ensuciaran las manos fue la forma astuta y vil de atárselas. Hoy no los
une el patriotismo sino el delito y el miedo a la DEA.
En definitiva, ¿sirven para algo las marchas y las protestas pacíficas?
Claro que sí. Los polacos y los ucranianos demolieron sus dictaduras
caminando y gritando consignas. Es cuestión de persistir. El que se
cansa, pierde. Pero hay un factor fisiológico importantísimo. Participar
de una causa común que posee una expresión física —marchas, consignas—,
provoca una secreción notable de oxitocina, la hormona de la vinculación
afectiva producida por la hipófisis. Esa es la sensación de unidad, de
bonding, que se experimenta durante las marchas militares, las
competencias deportivas o las inocentes reuniones multitudinarias para
escuchar a los músicos de moda. Es esta sustancia la que genera
"espíritu de cuerpo" y lealtades permanentes.
La oposición se siente fraternalmente unida en estos actos de calle.
Surge la confianza en el correligionario y la esperanza en la
resurrección de la patria. Todo lo que necesitan desesperadamente los
venezolanos para encontrarse, de nuevo, en un abrazo profundo y
solidario porque el país, en verdad, se les muere. Lo está matando el
chavismo.
Source: ¿Sirven de algo las marchas multitudinarias? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1472918579_25064.html
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