Thursday, June 16, 2016

¿Cómo no me voy a reír de La OEA?

¿Cómo no me voy a reír de La OEA?
Entre la cobardía de unos y la complicidad de otros, Maduro ha recibido
la señal de que tiene carta blanca para hacer lo que quiera con
Venezuela, considera el autor de este artículo
Carlos Manuel Estefanía, Estocolmo | 16/06/2016 9:03 am

Los venezolanos le han robado la consigna a Pánfilo y han salido
reclamar su "jama" frente a las mismas puertas del palacio de Miraflores.
La escena ha dado la vuelta al mundo, si bien algunos medios matizan
diciendo que se trata de una protesta de las "clases medias". Lo cierto
es que los que se ven gritando en pantalla tienen cara de todo menos de
"niños bien", se trata gente humilde, trabajadora, reclamando un derecho
tan simple como el de comer. Al parecer han dejado atrás —no por
satisfecha la demanda— aquella etapa "prosaica" de exigir papel
higiénico; también la otra de falta de azúcar, por no hablar de la de
broncas por un par de cebollas en los mercados. Por cierto, con la que
se veía venir bien pudo demorarse el desmantelamiento de los centrales
de azúcar en Cuba; por muy poco rentable que estos fueran, al menos
habrían servido para garantizar, al "hermano pueblo venezolano" el
refresquito que haga pasajero el calentamiento global, retribuyendo con
la sacarosa tanto petróleo regalado, además de mantener la dignidad
laboral del trabajador azucarero cubano hoy desempleado.
Maduro lo está haciendo muy mal la verdad, no porque sea incapaz de
garantizar un buen de vida de la población, lo cual es pedir peras al
olmo de un sistema que hace de la miseria un medio de dominación, sino
porque mantiene el totalitarismo parado en la mitad de la construcción,
en el mismo punto en que lo dejó Chávez antes de que "lo murieran".
Es que en Cuba, tras 17 de Revolución (recordemos que la Bolivariana
comenzó oficialmente en 1999), no se daban esos espectáculos tan
bochornosos de multitudes de gente gritando "Queremos comer", y de los
que, hasta la televisión sueca, tan poco interesada en Latinoamérica, se
ha hecho eco en estos días. Para esa época, digamos 1976, el empleo
había sido debidamente monopolizado por el Estado, la oposición
suprimida (lo mismo armada que pacífica), en cada barrio establecido un
Comité de Defensa que lo vigilaba todo y la pobreza convenientemente
repartida para que doliera menos con la ayuda de la libreta de
racionamiento.
Pero como en Venezuela no hay nada de esto, la gente sale a la calle y
grita, y lo hace de manera tan desesperada que a veces dice cosas de las
que pueden valerse sus enemigos. Por ejemplo, cuando piden que alguien
desde afuera a salvarla. Con esto están sirviendo en bandeja la idea de
que no quieren a su patria, como decía el 2 de junio pasado, a sus
oyentes Edmundo García desde su programa digital en Miami La tarde se
mueve, algo que choca un poco cuando acababa de retransmitir un programa
de Rusia Hoy en el que Fabián Escalante alababa a una agencia de
inteligencia extranjera —la KGB— por su rol en la formación de la
contrainteligencia cubana, la misma que hoy controla la "seguridad"
venezolana.
La fórmula venezolana para enfrentar las protestas es otra, la de acusar
al sector privado de la escasez, como si los capitalistas —quienes para
serlo están dispuesto a perder todo menos el dinero, y que hacen
política a través de sus políticos profesionales— se guiaran por la
misma lógica de un Estado socialista, donde la propiedad sobre los
medios de producción subordina la cantidad, la calidad y la ganancia de
lo que se produce a la política, aunque esta nos lleve a la ruina.
Para conseguir este resultado los medios de propaganda gubernamentales
en Venezuela y sus aliados se ayuda de casos puntuales, sabrá Dios si
fabricados por los mismos agentes oficialistas infiltrados en las
empresas, como es el del Complejo Industrial Ovomar, acusado en estos
días por el diputado del Bloque de la Patria, Ricardo Molina, de tirar
"tres millones de huevos" a la basura. Vaya forma de hacer dinero que
tienen sus dueños.
Pase o no pase el cuento, al Gobierno venezolano siempre le quedará La
Habana para emendar sus faltas. Recordemos cuando le sacó las castañas
del fuego organizándole aquel autogolpe de Estado de 2002, que salvó a
Hugo Chávez, de un linchamiento popular, de un ajuste de cuentas en "su
propia madriguera", ese palacio de Miraflores, hoy mejor reguardado por
los escudos de la policía frente a los "escuálidos" que, sin la fuerza
de antaño para la acción política de masas, solo les queda pedir comida,
como si merecieran el triste apelativo que les dio el teniente coronel
golpista cuando ya era presidente. Aquel operativo militar —al que tanta
lasca le sacaron los propagandistas del chavismo— sirvió de paso para
hacer caer en la trampa a todos lo que creyeron que un ejército tan
penetrado desde fuera como el venezolano (la trayectoria conspiradora de
propio Chávez lo demuestra), se pondría al final del lado de su pueblo.
Catorce años después La Habana (o quienes están detrás de ella) vuelve a
mover hilos para salvar a sus protegidos en Caracas, y ha tirado tan
duro que obligó a recular a ese paladín liberal de Mauricio Macri, desde
ahora "Micro", para los opositores venezolanos.
El mejor resumen de este último servicio cubano lo tenemos en la
declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) del mismo
2 de junio. Aquí se nos habla de que Venezuela (entiéndase el Madurato)
"libró una dura y victoriosa batalla diplomática en la Sesión
Extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados
Americanos, celebrada el miércoles primero de junio, contra el plan
injerencista del imperialismo y las oligarquías". Y como la madre que no
repara en daños para salvar a un hijo se arremete contra el secretario
general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro,
olvidando sus declaraciones de marzo en las que decía que "corazón
siente que Cuba debería estar de vuelta" a ese organismo, las palabras
fueron dicha por el exministro de Asuntos Exteriores uruguayo en una
conferencia realizada en el Instituto de América Latina de la Academia
China de Ciencias Sociales (ILAS CASS) de Pekín.
El caso es que no puede haber piedad en la declaración con Almagro, cuyo
amago de tratar de aplicar el artículo 20 de la Carta Democrática
Interamericana, dirigido a lidiar contra las rupturas o alteraciones
graves del orden constitucional, sería la base del presunto plan
imperialista y oligárquico. De paso se recuerda que dicho artículo no
fue invocara cuando "el golpe militar de 2002 contra el presidente Hugo
Chávez Frías", "a buena hora mangas verdes", cuando fue precisamente ese
"dale palante y dale patrás" de los gorilas venezolanos lo que mantuvo
en el poder a un personaje imprescindible para Cuba en aquellos
momentos. Otra cosa sería cuando llegara la hora de sustituir al payaso
amigo de Fidel, pero demasiado creído de sí, por el burócrata oscuro y
amaestrado por Raúl que recordando sus tiempos de chofer de autobús
conduce a Venezuela, por la ruta exacta que se le dicta desde Cuba, sin
desviarse ni una cuadra, por más que griten "PARAAA" las masas
apretujadas en su "guagua".
Al final, hoy con los venezolanos, como ayer contra cubano, se pone en
evidencia que el problema no es exclusivamente interno, y solo puede
solucionarlo el mismo pueblo, nadie más hará nada y mucho menos esa
organización dejada de la mano de los norteamericanos desde hace décadas
y maniatada por los gobiernos del ALBA-TCP, esos que tiraron una vez más
la toalla al régimen bolivariano, a decir del MINREX, con los "serenos
argumentos de los que han elegido el diálogo, el respeto entre naciones
y la paz como normas de su diplomacia, y la mesurada pero clara
resistencia caribeña". Entre la cobardía de unos y la complicidad de
otros, Maduro ha recibido la señal de que tiene carta blanca para hacer
lo que quiera con Venezuela. ¿Cómo no me voy a reír de La OEA?

Source: ¿Cómo no me voy a reír de La OEA? - Artículos - Internacional -
Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/como-no-me-voy-a-reir-de-la-oea-325793

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