Wednesday, July 30, 2014

La burla y el “pajarito”

Chávez, Maduro, Venezuela

La burla y el "pajarito"
Cumpleaños del fallecido caudillo venezolano entre la superstición, la
codicia y el ejemplo norcoreano
Redacción CE, Madrid | 29/07/2014 5:53 pm

Todo ello trató de abarcar Hugo Chávez. Todo lo logró en cierto momento.
Todo lo dejó a medias.
El actual mandatario venezolano, Nicolás Maduro, desde antes de
encaramarse en la silla presidencial, ya había decidido las tácticas que
usaría para llegar y luego aferrarse al poder: pactos políticos cuando
fueran necesarios, fuerte represión si se sentía en peligro y una
proclamación vocinglera y populista de la figura de Chávez. Un Chávez de
estampita y superstición, pueril y ridículo al invocarse, pero efectivo
para los seguidores encerrados emocionalmente en el fanatismo y fieles
guardianes de las pequeñas ventajas que les otorgó el caudillo y aún
conservan.
Maduro dijo el lunes que se le ha vuelto a aparecer "un pajarito", para
decirle que el difunto Chávez está "feliz". Algo similar hizo en abril
de 2013, cuando afirmó que había recibido una "bendición" del líder de
la revolución bolivariana, que se le apareció en forma de "pajarito
chiquitico".
Para cualquiera que vive en democracia y en un país civilizado,
declaraciones de este tipo, en boca de un jefe de Estado, pueden
provocar desde la burla hasta el estupor.
Sin embargo, no hay que tomarlas a la ligera en el caso venezolano. No
importa las sandeces que hable Maduro, siempre que le ayuden a
mantenerse en el poder, y este objetivo cumplen declaraciones así: no
porque las pronuncie, sino porque se las escuchan sin protestas en donde
las dice.
"Otra vez se me acercó un pajarito, me habló, me dijo que no se lo
contara a nadie pero se los voy a decir a ustedes, no se lo digan a
nadie, el pajarito me dijo que nuestro comandante estaba feliz", dijo
Maduro en un acto en honor a Chávez, coincidiendo con la celebración del
que sería el 60 cumpleaños del líder difunto.
Con un poco de vergüenza y dignidad, los participantes en el acto
debieron haberse parado e irse. Porque lo menos que resultan estas
palabras es que son un insulto para los chavistas y para la memoria de
Chávez. Nadie lo hizo.
No lo hicieron las hijas, Rosa Virginia y María Gabriela, que se sabe
disfrutan de privilegios y prebendas —María Gabriela se encuentra
envuelta en un escándalo de corrupción en Argentina, donde acuerdos de
compra y venta se realizaron por encima de los valores reales de los
productos en el mercado— que les convencen a mantenerse quietas y con la
boca callada. No lo hizo el resto de la familia, ni siquiera el hermano,
Adán Chávez, que fue relegado en el reparto principal del poder.
Todo lo contrario, Adán Chávez ha pedido "unidad, organización y
disciplina" como "el mejor regalo" que se le puede hacer al fallecido.
Un espaldarazo impúdico a Maduro, también a cambio de privilegios y
seguridad.
"El enemigo no descansa (...) No faltarán los que intenten aprovechar
graves circunstancias que se presenten para intentar frenar nuestra
revolución", ha añadido el hermano de Hugo Chávez, en unas declaraciones
que publica el diario venezolano Panorama.
El culto a Chávez se ha visto en aumento en estos días en Venezuela. No
solo por la celebración del nacimiento el lunes, sino porque Maduro se
encuentra en el medio de un congreso de su partido, en que ya ha sido
nombrado presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) por
los delegados. Un congreso que al igual que los que ocurren en Cuba no
deja de ser una farsa, pero una farsa que funciona a los efectos de
mantener el poder la elite gobernante.
Hugo Chávez tituló pomposamente "socialismo del siglo XXI" a esa
amalgama con la cual intentó acuñar su sistema de gobierno e ideología.
Ahora queda claro que más correctamente sería llamarla "del siglo V o
XV". Igual apelación a la fe, o mejor al fanatismo, para justificar un
mandato terrenal mediante una invocación divina. Durante sus tres
últimos meses de vida se asistió a diario al desfile fotográfico de
fieles seguidores del chavismo, llorando y aferrados a un muñequito con
la imagen del caudillo. El oscurantismo como consagración política a
través de la ignorancia.
Si algún legado dejó Chávez a sus seguidores fue la práctica de una
idolatría que no llega a mucho y es incapaz de acciones decisivas para
lograr una verdadera transformación en Venezuela y Latinoamérica.
Chávez, que siempre se creyó el continuador de Simón Bolívar y el
heredero de Fidel Castro —hasta en enfermarse—, terminó siendo la
versión masculina de Evita. Mucha fanfarria y poca esencia. Migajas a
los pobres y delirios de grandeza. Un carisma que obedeció a
circunstancias políticas e históricas, y gestos altisonantes.
Al igual que con Evita, un cáncer se interpuso en una carrera política
marcada por baños de multitudes.
Representó la versión actualizada del caudillo. Fue el mandamás, alguien
que recibía los reclamos, las súplicas, las peticiones simples y
absurdas; una persona caprichosa y volátil, despiadada e injusta: un ser
humano que actuaba con la omnipotencia de un dios, que aunque no deja
tras sí centenares de cadáveres ni miles de torturados, tampoco nunca se
detuvo a la hora de ser dictatorial, e incluso amenazar de muerte a un
periodista extranjero cuando le resultaba incómodo, para citar solo un
ejemplo. Aspiraba a convertirse en mito, a continuar cercano y presente
en Latinoamérica con un mandato hasta 2030, año en el que se cumplirán
200 años de la muerte de Simón Bolívar.
Terminó falleciendo el mismo día que Josef Stalin 60 años después.
Pero se equivocan los que piensen que su elección de Maduro como
seguidor fue un error, o los que crean que el actual gobernante
venezolano no es la figura adecuada para seguir la labor de Chávez. Todo
lo contario. El gobierno cubano —que no por gusto lleva tantos años en
el poder— no podía fallar a la hora de apostar por Maduro.
Puede que el día de mañana Maduro caiga, por situaciones internas o
externas, pero no a consecuencia de querer hacerlo mejor que Chávez. Es
un continuador y no un reformista, aunque de aquí a unos meses pacte con
el Fondo Monetario Internacional o con quien tenga que pactar para
seguir en el gobierno. No hay que tomarlo a la ligera aunque hable de
"pajaritos".
El complemento indispensable de esa superstición pueblerina —de ese "ver
los pájaros" como Cristóbal Colón cuando se sintió cerca de una tierra
desconocida— es el fanatismo impuesto por el Estado. Y el actual
congreso del PSUV lo confirma. Chávez es el "Líder Supremo", al más puro
estilo norcoreano.
Primero fueron sus ojos los que decoraron miles de edificios levantados
como parte de un programa gubernamental de viviendas. Luego, su gruesa
voz empezó a retumbar cada 12 horas entonando el himno nacional. Y a
partir del lunes su letra podrá ser usada, a través de una novedosa
aplicación, por cualquier ferviente seguidor. Un programa de computación
reproduce la caligrafía zurda del caudillo. Chávez presente en todo y en
todas partes. Mirándolo todo, cantando, escribiendo. Eterno.
Si —como nos advirtió Isaiah Berlin— la revolución rusa apartó
violentamente a la sociedad occidental de lo que, hasta entonces,
parecía a casi todos los observadores un camino bastante ordenado, y le
impuso un movimiento irregular, seguido de un impresionante desplome,
los populismos latinoamericanos no han servido más que para dilatar o
impedir el avance económico y social.
Al amparo de la imperfección y el fracaso neoliberal en la región, ha
prosperado una práctica que se limita a medidas que prometen distribuir
hoy el pan, para terminar mañana aumentando la miseria e impidiendo la
puesta en marcha de un plan efectivo de reformas.
Chávez resultó nefasto no sólo para Venezuela sino también para Cuba y
Latinoamérica. Es cierto que hasta cierto punto, la influencia
venezolana se ha reducido en la región. Pero el poschavismo no muestra
signos de una pronta desaparición.

http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/la-burla-y-el-pajarito-319497

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