Tuesday, July 1, 2014

El populismo bolivariano

El populismo bolivariano
El rasgo principal del sistema venezolano es hacer política social
cubana dejando el capitalismo
IGNACIO SOTELO 30 JUN 2014 - 17:22 CET6

El caldo de cultivo del populismo es una enorme desigualdad social que
en algunos países se refuerza con la diversidad étnica. Son sociedades
marcadas por la distancia abismal entre una minoría de muy ricos y una
inmensa mayoría de muy pobres y de pobres.

Un caso paradigmático era la Venezuela anterior a Chavez, donde la
enorme riqueza petrolera convertía la desigualdad en todavía más
hiriente. No es un caso excepcional, en muchos países la abundancia de
petróleo ha propiciado una mayor desigualdad.

El objetivo del populismo es corregir de inmediato la desigualdad,
favoreciendo a los más pobres, al hacerles llegar la sanidad y las
escuelas con un apoyo económico que les permita sobrevivir. En suma, el
origen del populismo está en la desigualdad, así como su propósito es
reducirla a una dimensión tolerable.

Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el desplome de la Unión
Soviética el socialismo ya había planteado ambas cuestiones. El
populismo que se autodenomina "el socialismo del siglo XXI" asume esta
experiencia, consciente de los defectos e inconvenientes del modelo, que
llevaron a resultados económicos catastróficos, como todavía se
comprueba en Cuba. Pero se la admira por su política social, al haber
reducido la desigualdad, aunque esto signifique miseria equitativamente
repartida, eso sí, menos para la nomenclatura que goza de sus privilegios.

Acabar con la desigualdad social sin aumentar producción y producción es
un error garrafal de este modelo

Aquí se inscribe la principal corrección que propone el modelo
venezolano. Hay que realizar la política social de Cuba, sin por ello
eliminar el capitalismo. Conviene, por una parte, librarse de los altos
costos de la colectivización de la economía, así como, por otra,
aprovechar la gran capacidad productiva del capitalismo. Lo decisivo es
tenerlo de tal manera bajo control que se pueda acometer una disminución
rápida de la desigualdad. En fin, se pretende una nueva política social,
dejando intacto el sistema productivo.

El error garrafal de esta propuesta es empeñarse en una disminución
significativa de la desigualdad social sin las modificaciones
pertinentes que permitan aumentar producción y productividad, utilizando
los enormes recursos de la renta petrolera. Es lo que en Venezuela se ha
llamado desde siempre "sembrar el petróleo", pero que nadie hasta la
fecha ha puesto en marcha. Antes la minoría de los muy ricos se quedaba
con la mayor parte de la renta petrolera y ahora llega a los más
desfavorecidos, pero también a los sostenedores del régimen, incluso
financia a algunos países amigos, en primer lugar a Cuba.

El libre despliegue del capitalismo conlleva una mayor desigualdad,
disminuirla drásticamente, sin haber tocado el modelo productivo, trae
desequilibrios crecientes, que, cuando se pretende controlarlos
limitando las libertades civiles y acudiendo a la violencia represiva,
el resultado es que desaparezcan de los mercados hasta los productos de
primera necesidad. Intentar acabar con el desabastecimiento y la
carestía echando la culpa al afán natural de aumentar las ganancias de
los comerciantes y empresarios, lleva consigo que en los comercios las
estanterías estén vacías. El resultado es el enfrentamiento de los
sectores más favorecidos por el régimen, en buena parte una población
marginal, con las clases trabajadoras y medias, que han descendido en el
nivel de vida, y son empujadas por las viejas oligarquías que se afanan
por recuperar el poder.

Parece muy difícil que pueda coexistir armoniosamente una política
social que supone una transformación revolucionaria de la estructura de
la sociedad con el mantenimiento del sistema productivo capitalista. El
populismo chavista lo ha intentado, el resultado es una situación de
casi guerra civil.

Brasil ha dado un ejemplo de cómo se puede crecer, sacando a amplios
sectores de la pobreza

Solo si se combina con crecimiento económico, cabe una política exitosa
de lucha contra la desigualdad. Aumento de la producción y de la
productividad no supone sin más reducir la desigualdad, pero son las
condiciones imprescindibles para lograrlo. Frente al populismo
bolivariano, Brasil, conducido por el Partido del Trabajo, ha dado un
ejemplo de cómo se puede crecer, sacando a grandes sectores de la
pobreza y ampliando las clases medias, como espero que se consiga en el
Chile gobernado de nuevo por una presidenta socialista.

En Europa el populismo está ganando posiciones en Reino Unido, Francia,
Holanda, incluso en Alemania, que por su pasado nazi —el populismo más
exitoso y sangriento de la historia contemporánea— se había mostrado
hasta ahora bastante reacia. Ha surgido como la Alternativa por
Alemania, que así se llama.

En España, finalizado el ciclo histórico que abrió la Transición, las
altas cifras de desempleo, el rápido aumento de la desigualdad, así como
el desmoronamiento de los dos grandes partidos, propician movimientos
populistas, tanto a la izquierda como a la derecha. En los tiempos
revueltos en los que entramos, el pronóstico no puede ser bueno.

http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/30/actualidad/1404141737_942921.html

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