El limbo del ALBA
Más que un evento de cara al futuro, en La Habana se realiza una
celebración de añoranza y pasado
Redacción CE, Madrid | 15/12/2016 2:49 pm
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, llegó el miércoles a La
Habana para asistir al acto conmemorativo por el XII aniversario de la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA),
organización fundada en 2004 por los fallecidos Fidel Castro y Hugo
Chávez, informa la agencia Efe. Más que un evento de cara al futuro, es
una celebración de añoranza y pasado.
“Llegando a Cuba 22 años después del encuentro entre Fidel y Chávez, a
celebrar los 12 años del ALBA y ratificar el camino de unión y
liberación”, escribió Maduro en su cuenta oficial de Twitter al llegar a
Cuba, donde fue recibido por el canciller Bruno Rodríguez.
Además de celebrar el aniversario de la ALBA, que surgió hace doce años
como alternativa al ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas), el
acto también conmemora los 22 años desde el primer encuentro, en 1994,
entre Fidel Castro y Hugo Chávez.
El bloque bolivariano ALBA fue creado el 14 de diciembre de 2004 en La
Habana mediante un tratado constitutivo firmado entre Cuba y Venezuela,
al que después se unieron Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador,
Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Granada y San
Cristóbal y Nieves.
La ALBA cuenta con instrumentos como el Tratado de Libre Comercio; el
Banco de ALBA, que financia proyectos sociales, o el Sistema Único de
Compensación Regional (Sucre), una moneda virtual para las transacciones
comerciales entre estos países.
Los países de la ALBA forman parte también de PetroCaribe, alianza que
cuenta también con otros países de la región a los que Venezuela
suministra petróleo con precios ventajosos, un proyecto que se ven
amenazados por la caída de los precios del petróleo y la grave crisis
que atraviesa Venezuela.
En la realidad latinoamericana actual, la alianza a que aspiraba ALBA es
cada vez más un rezago del pasado, incapaz de lograr el ideal de Chávez
y Castro de fundar una organización que consiguiera opacar la
Organización de Estados Americanos (OEA) y terminara por aniquilarla.
Algo más de una década atrás, la situación política latinoamericana —que
en ocasiones se empecina en mantener latente o activa una mezcla de
viejos y nuevos esquemas— parecía encaminarse a un reverdecimiento de
los gobierno de izquierda radical con una mayor o menor cara
autoritaria; un restablecimiento de la utopía mal entendida de una
supuesta justicia social que vulnerara —de forma más activa o pausada—
los cánones democráticos mediante la justificación de alcanzar ideales
descartados en otras regiones, especialmente Europa e incluso en buena
parte de Asia y hasta África.
Gracias a la riqueza petrolera, Chávez trató de extender por toda la
región una vuelta al pasado: la fórmula agotada del Estado paternalista
—ineficiente y corrupto— como la solución perfecta de los problemas
ciudadanos. Pero sus aspiraciones de convertirse en un líder regional no
pasaron de ser un sueño sólo alimentado por los petrodólares y con pocas
posibilidades políticas de triunfo. No obstante, brindaron al Gobierno
cubano los recursos monetarios para sobrevivir. Y en cierta medida, la
Venezuela de Maduro continúa desempeñando dicha labor.
Las cumbres celebradas por ALBA no han dejado de ser una exhibición de
estulticia, demagogia y malas intenciones, todo bajo el disfraz de un
antiamericanismo tardío y una retórica caduca. Que por un tiempo en
Latinoamérica se escuchara con fuerza —y en algunos casos se pusieran en
práctica— fórmulas que habían demostrado su ineficiencia durante casi
cien años obedeció a diversos factores, pero en buena medida el culpable
fundamental fue el petróleo venezolano, que permitió a Chávez repartir
dinero a cambio de una fidelidad política momentánea.
Con Caracas convertida en la capital mundial del crimen y el delito, la
inseguridad cotidiana, una desbordada inflación de tres dígitos y serias
dificultades de escasez de alimentos y otros bienes que se han extendido
al dinero en efectivo, los venezolanos no han visto avanzar su país en
el camino del desarrollo. Más bien han asistido a 17 años de gobiernos
en que la situación nacional se ha caracterizado por la confrontación
política, la inestabilidad social y financiera y los desatinos
presidenciales.
Solo gracias a una fuente de riqueza constante, que actuaba de escudo
frente a una gestión económica caracterizada por la ineficiencia y el
despilfarro, pudo Chávez mantener ese statu quo en que el socialismo se
prometía, el capitalismo se practicaba y la miseria se toleraba. Pero la
situación ha cambiado con el descenso vertiginoso del precio del crudo,
y ello, junto a los años acumulados, no solo de ineficiencia sino de
destrucción económica, es lo que enfrenta en la actualidad el presidente
Maduro.
En el campo internacional, no fue poco el dinero que Chávez ha destinó
en Latinoamérica para aumentar su influencia en la región. Pero su
“ideal bolivariano” —el intento de convertirse en el líder que conduzca
al continente hacia un sistema social más avanzado— nunca llegó a
concretarse.
Chávez terminó convertido —¿no lo fue siempre?— en lo contrario: una
fuerza circunstancial que frenó el desarrollo económico y político en su
país y dividió a las naciones latinoamericanos
Más que hablar de una manera simplista de un enfrentamiento generalizado
entre la derecha y la izquierda, en América Latina pueden señalarse al
menos tres tendencias, las cuales representan tres estrategias
diferentes a la hora de enfrentar los problemas económicos y sociales.
Una es la fórmula neoliberal clásica —que propone el libre comercio, la
reducción de impuestos y la inversión extranjera—, donde la creación de
riquezas es la principal vía —o la única según sus partidarios más
fervorosos— que conduce al bienestar.
Otra es la izquierda democrática —que combina los acuerdos
internacionales y las inversiones con una política de justicia social—,
la cual busca una combinación que sabe imperfecta, pero al mismo tiempo
entiende que puede mejorarse, entre el capital nacional y extranjero y
los derechos laborales y ciudadanos.
La tercera es la izquierda autoritaria —que, aún hoy apuesta por el
control estatal férreo, las nacionalizaciones y es enemiga más o menos
declarada de las inversiones foráneas—, cuyos seguidores fundamentan su
discurso en la pobreza y la injusticia social, pero los cuales terminan
casi siempre por mostrar una peligrosa vocación favorable al
establecimiento de un régimen totalitario.
El populismo —un mal latinoamericano casi endémico— se ha paseado de
derecha a izquierda, lo que impide adjudicarlo simplemente a un polo
político.
El aporte de Chávez a este cuadro político complejo fue la posibilidad
de tratar de difundir un esquema que parecía agotado —la revolución
social al estilo cubano— no mediante la violencia guerrillera, sino
empleando la otra arma tradicional necesaria para hacer la guerra: el
dinero. El poder de los petrodólares convertido en un recurso
antiimperialista.
La paradoja es que Chávez actuó como un factor de discordia en
Latinoamérica, en lugar del aglutinador que aspiraba a ser, como
autoproclamado seguidor de la idea bolivariana de una América Latina unida.
Más allá de sacar provecho a los elevados precios del petróleo, la
Caracas chavista siempre ha carecido de un proyecto económico viable
para la región.
¿Qué ofrece la ALBA? Declaraciones, reuniones y algunos proyectos de
alcance limitado en el momento de mayor alza del crudo, pero que por lo
general terminaron en fracaso. Por lo demás, Chávez y los gobernantes de
las naciones del ALBA —un hatajo de pillos que en algunos casos estarían
mejor tras el mostrador de un bar perdido en el desierto— insisten en
revivir el pasado, sea mediante una exaltación trasnochada e ignorante
de la figura de Ernesto “Che” Guevara y su estulticia sangrienta de la
guerrilla, como ha ocurrido en Ecuador y Bolivia, o mediante el viejo
expediente de sacar a los militares de los cuarteles, como ha sucedido
en Caracas, mientras los sueños de la dominación en la zona continuaban
produciendo monstruos. A la recordación de dos de esos monstruos —Fidel
Castro y Hugo Chávez— se dedicó anoche el acto en La Habana.
Source: El limbo del ALBA - Noticias - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/el-limbo-del-alba-328078
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