El castrochavismo en caída libre
FABIO RAFAEL FIALLO | Ginebra | 2 Jun 2015 - 7:49 am.
El fracaso del 'socialismo del siglo XXI' repercute en la supervivencia
del régimen castrista.
El informe presentado por Nikita Jrushov al XX Congreso del Partido
Comunista de la Unión Soviética (1956), reconociendo los crímenes de
Stalin, dejó maltrecho, de manera definitiva, el aura del socialismo
real. Los partidos prosoviéticos, al igual que los intelectuales que
habían profesado una veneración mística por Stalin (como Pablo Neruda,
para quien "Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los
pueblos"), no tuvieron más remedio que aceptar, con la sumisión
intelectual que los caracterizaba, el veredicto pronunciado por la
autoridad suprema de su propio campo: Moscú.
A partir de entonces, los intelectuales y partidos autoproclamados
"progresistas" que habían conservado un ápice de lucidez comenzaron a
distanciarse ideológica y programáticamente del modelo que había
pretendido encarnar el porvenir de la humanidad.
Hoy, un fenómeno de naturaleza diferente, pero no menos impactante, se
está ocupando de demoler lo que pudiera existir aún de fe en la
viabilidad económica del socialismo. Se trata del fracaso del llamado
"socialismo del siglo XXI", instaurado en Venezuela por el difunto
"Comandante Eterno" Hugo Chávez, y de las repercusiones de dicho fracaso
para la supervivencia misma del régimen castrista.
Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) indican que la
economía venezolana se contraerá un 7% en 2015, y ello después de haber
perdido 4% el año anterior. La inflación es la más alta de América
Latina —68,5% en 2014— y se encamina a sobrepasar de lejos el 100% en el
año en curso. El bolívar se ha depreciado en un 90% desde 2007.
La escasez de artículos de primera necesidad se generaliza y adquiere
las características de catástrofe nacional. El venezolano de a pie pasa
entre dos y cinco horas por semana haciendo cola en busca de artículos
sometidos al control de precios. La población pierde así un total de 35
millones de horas-hombre por semana entre una cola y otra.
Un estudio efectuado por tres universidades de Venezuela indica que la
pobreza es mayor hoy que antes de Chávez: el porcentaje de hogares
pobres alcanzó el 48,4% en 2014, frente a 45% en 1998, año anterior a la
llegada de Chávez al poder. El mismo estudio señala que el 80% de los
venezolanos no ganan lo suficiente para cubrir sus necesidades de
alimentación.
El fiasco del chavismo no puede ser más funesto para los feligreses del
socialismo. Pues el hecho de que un enésimo modelo socialista
supuestamente adaptado al siglo XXI haya realizado la contraproeza de
arruinar el país con las mayores reservas de petróleo del mundo —y ello
a pesar de un boom petrolero sin precedentes, durante el cual los
precios de dicho producto básico subieron un 1.000%— pone al desnudo la
incapacidad del socialismo para organizar con un mínimo de eficiencia la
economía de un país.
El fracaso venezolano es particularmente inquietante para el régimen
cubano. Pues la exangüe economía de la Isla se sostiene gracias a un
aporte de la Venezuela chavista que se estima conservadoramente en 1.500
millones de dólares al año.
El castrismo ya había perdido mucho de su fe inicial en el socialismo.
Prueba de ello fue la entrevista concedida por Fidel Castro en 2010 a la
revista estadounidense The Atlantic, en la que declara que "el modelo
cubano no funciona ni en la Isla". Ese mismo año su hermano Raúl admitió
que la economía cubana se encontraba "al borde del precipicio". Pero
ahora, con el caso venezolano, los jerarcas de La Habana se percatan de
que ni siquiera la riqueza petrolera pone un país al abrigo de los
estragos que provoca el modelo socialista en el ámbito de la economía.
A fin de poder sobrevivir a la previsible bancarrota venezolana, el
régimen castrista trata de entablar relaciones económicas con el
denostado "imperio yanqui", esperando sacar provecho de su jugoso
mercado interno y sus turistas repletos de dólares, de su dinamismo
tecnológico y de sus capitales hasta ayer vituperados.
De ahí el acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos, sin que
este último haya levantado —como lo exigía La Habana— el famoso embargo
o "bloqueo".
Las condiciones en que el deshielo se produce implican una confesión
tácita, por parte del castrismo, del carácter desatinado de su rechazo
inicial a la inversión extranjera y en particular la norteamericana.
Cabe recordar que la ruptura de relaciones diplomáticas entre Cuba y
EEUU desde hace más de medio siglo, y el embargo que la ha acompañado,
fueron medidas tomadas por Washington en reacción a las expropiaciones
no indemnizadas de empresas estadounidenses operando en Cuba.
Según la cantinela del castrismo, el "pueblo", representado por su
"vanguardia", el Partido Comunista, pondría los recursos confiscados al
servicio de un verdadero desarrollo económico de la Isla, beneficioso
para toda la población y no para una casta de privilegiados al servicio
del "imperialismo".
Ayer, pues, el castrismo estigmatizaba el capital extranjero. Hoy,
después de haber arruinado la economía cubana —haciéndola pasar del
tercer lugar de las economías latinoamericanas en términos de PIB per
cápita a una de las más pobres del continente— y constatando que el
socialismo no funciona ni siquiera disponiendo de las mayores reservas
de petróleo del mundo, el régimen cubano se ha resignado a apostar por
la inversión extranjera, incluso y en particular la estadounidense, a
fin de poder sobrevivir a la debacle venezolana.
Los castristas alegarán que ahora el capital extranjero será puesto al
servicio del pueblo gracias al control socialista de la economía. Por
más que quieran tergiversar, la realidad es que nada le impedía al
régimen cubano adoptar en los inicios de la revolución una política
hacia dicho capital semejante a la que hoy se ve impelido a implementar.
Y si no adoptó tal política en aquel entonces, fue porque la misma
entraba en contradicción con su dogmatismo marxistoide.
Aquella ofuscación ideológica, con el ciclo de "yo te expropio y tú me
embargas" al que dio lugar, le impidió ganar a la economía cubana la
módica suma de 100.000 millones de dólares (que según el propio
castrismo ha sido el costo de ese embargo).
El rechazo del capital extranjero no es el único dogma económico de la
"revolución" que el castrismo ha echado por la borda después de haber
sufrido sus estragos. Recordemos que en los albores del régimen
fidelista la lucha contra el "monocultivo" (fuente de dependencia
económica según el catecismo socialista) trajo por consecuencia el
desmantelamiento del hasta entonces pujante sector azucarero de Cuba.
Años más tarde, el régimen cubano da marcha atrás de la misma manera en
que ahora cambia de rumbo con respecto a la inversión extranjera, admite
la utilidad económica de la producción azucarera y fija el objetivo de
10 millones de toneladas para la zafra de 1969-1970 (objetivo que, dicho
sea de paso, se convirtió en un fiasco más de la "revolución").
Mañana como hoy, intelectualoides refractarios a la "terquedad de los
hechos" seguirán cantando loas a la gloria de Fidel Castro y Hugo
Chávez. Pero a pesar de esos rancios atavismos, el fiasco
cubano-venezolano le habrá asestado a la imagen internacional del
socialismo tropical un golpe irreversible, similar al que el
reconocimiento por Jrushov de los crímenes de Stalin le infligió al
socialismo patrocinado por la desaparecida Unión Soviética.
Source: El castrochavismo en caída libre | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1432849954_14855.html
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