Los regímenes autoritarios están de salida en América
Si queda algún resquicio para la libertad, las tiranías siempre pierden
en las urnas
PEDRO ARMANDO JUNCO, Camagüey | Enero 02, 2017
Hasta América llegó la democracia moderna, apenas surgida de la
Revolución Francesa, y se extendió desde un polo al otro. Hombres como
Washington y Bolívar, a pesar de sus puntos de vistas diferentes, la
aclimataron a sus pueblos y se convirtió en regla obligatoria en las
constituciones de los diferentes países. Washington la colocó por encima
de su persona, aún adolescente de ortodoxia; Bolívar pretendió estar
sobre ella, pero ya los pueblos habían decidido lo que podían lograr sin
sus prerrogativas.
En la nación de Washington nunca han germinado dictadores, ni golpes de
Estado, ni regímenes totalitarios. En la América Nuestra,
latinoamericana y liberal, jamás han dejado de faltar. Es una materia
muy ardua, pero sumamente interesante, que debe ser estudiada por
nuestros politólogos.
Sin embargo, 2017 presenta interrogantes originales. En Estados Unidos
no ha ganado la democracia esta vez: la candidata demócrata, con un
margen de más de dos millones de votantes a su favor, ha sido derrotada.
Y ha sido derrotada por un hombre impredecible. Y los hombres
impredecibles, como en el caso de Cuba en 1959, pueden cambiar el curso
de la historia.
Del lado de acá del Río Bravo continúan las democracias a medias. Tras
dos siglos de salpicadas tiranías en el continente, unas peores y otras
de menores consecuencias, surgen regímenes de izquierda que, según el
léxico de Václav Havel en su ensayo El poder de los sin poder dio en
llamar post-totalitarios. Son sistemas que llegaron al poder
aprovechando la marginación causada por anteriores democracias,
distanciadas de los más necesitados y olvidadas de que estos siempre
están en mayoría.
Hasta allí, el camino se presenta hermoso. Rostros carismáticos
representan la justicia social. Primero fue en Cuba: próspera, pero
entorpecida por una tiranía. La promesa de libertad y justicia, de
restitución de la Constitución de 1940 –la más progresista y hermosa de
Latinoamérica– y el compromiso de elecciones libres a los dos años del
triunfo revolucionario, así como la promesa de nunca intimar con
regímenes comunistas, deslumbraron a todo un pueblo en masa. Pero esas
promesas nunca se cumplieron. Por el contrario, Cuba se convirtió en el
foco que irradió a todas las otras naciones del continente su sistema
político, basado en un marxismo imperfecto: el poder a toda costa.
Una década después, fracasados los intentos revolucionarios, con la
muerte del Che en Bolivia, se pasa al carril de la política y aparece,
por fin, el éxito. Allende en Chile es el primero, aunque no fraguó el
intento comunista y, con el golpe de Pinochet, llegó otra dictadura
militar de esas a las que ya estábamos acostumbrados. Mejor suerte
tuvieron otros que llegaron a la silla presidencial elegidos por sus
conciudadanos. Hubo que esperar décadas, pero Chávez, en Venezuela;
Lula, en Brasil; Correa, en Ecuador; Mujica, en Uruguay; Cristina
Fernández de Kirchner, en Argentina; Ortega, en Nicaragua; Evo Morales
en Bolivia –que logró sin sangre lo que Che Guevara no pudo conseguir
con armas–, toman las presidencias de sus países democráticamente. Los
pobres de los pueblos, esperanzados en el nuevo canto de sirena llamado
socialismo del siglo XXI, dan el voto en las urnas. En Honduras abortó
el intento por ir demasiado aprisa con los cambios constitucionales
–ardid impúdico de, después de alcanzar la victoria mediante un puente
legislativo, hacer astillas el puente para que otro no lo cruce.
Pero en Argentina y Brasil ya se malograron recientemente, durante 2016,
las "victoriosas huestes de izquierda". A los pueblos les apetece tener
en su mesa la opción de diferentes manjares gubernativos, más cuando el
presente no ha cumplido a plenitud las promesas ofrecidas y descubren la
intención de perpetuidad en el poder. Si queda algún resquicio para la
libertad, las tiranías siempre pierden en las urnas.
Tampoco el panorama de 2017 se presenta festivo para los demás regímenes
post-totalitarios, sino que un futuro sombrío y de grandes conflictos se
perfila sobre esos pueblos de Latinoamérica. Ortega no confía ni en su
propia sombra: ha eliminado a la oposición en el Congreso y ha colocado
a su mujer en la vicepresidencia. Morales, a pesar del rechazo público a
su nueva reelección, se ha propuesto de facto con ánimo de perpetuidad.
Maduro, sin tener en cuenta la ruina en que ha sumido a Venezuela, más
la repulsa popular y de la Cámara, se niega al escrutinio democrático;
no le importa siquiera el hambre de la ciudadanía y culpa –maquiavélico
a fin de cuentas– a enemigos predeterminados: la oposición, los medios y
el imperialismo yanqui. Sin embargo, todos sin excepción, ya no cuentan
con el apoyo democrático de sus gentes.
No obstante, el año 2017 será fundamental para dos presidentes del grupo
que han prometido retirarse: Rafael Correa y Raúl Castro. El ecuatoriano
quizás pretenda continuar tras bambalinas si el candidato propuesto por
su partido sale victorioso en los comicios. De no alcanzar la victoria,
acaso mantenga el altruismo de José Mujica. Del de Cuba, ni siquiera se
conoce qué tipo de elecciones prepara y cuáles serán los candidatos que
el pueblo podrá refrendar. Contrario a las posibilidades del presidente
ecuatoriano, el de Cuba no cuenta con el tiempo a su favor: el tiempo
implacable. El tiempo: el opositor invencible que se ven obligados a
enfrentar, sin esperanzas de vencer, los autócratas vitalicios.
Source: Los regímenes autoritarios están de salida en América -
http://www.14ymedio.com/opinion/regimenes-autoritarios-salida-America_0_2138186163.html
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