Tuesday, May 24, 2016

Cuba no es Brasil ni Venezuela

Cuba no es Brasil ni Venezuela
PEDRO CAMPOS, La Habana | Mayo 24, 2016

El reflujo de la ola populista latinoamericana, especialmente la
delicada situación en Venezuela y la salida de Dilma Rousseff de la
presidencia de Brasil, ha destapado todo tipo de especulaciones sobre
una supuesta relación de causa y efecto dominó sobre el proceso
político-económico y social cubano.

Eso creen quienes siguen esperando que los problemas dentro de la Isla
se vayan a resolver desde fuera y los fundamentalistas estatalistas que
aprovechan la "amenaza" para atrincherarse en sus posiciones
antidemocráticas y antisocialistas.

Sin embargo, Cuba no es Brasil ni Venezuela, en ningún sentido. Son
procesos que tienen orígenes diferentes, circunstancias y dinámicas
disímiles de desarrollo, y, por tanto, evoluciones que discurren por
vías desiguales.

Baste recordar que esta ola populista se inicia casi 40 años después del
triunfo de la Revolución cubana de 1959, en franco declive por desgaste
natural y la desaparición del "campo socialista" y gracias a la llegada
del expresidente venezolano Hugo Chávez al poder por medios
democráticos, lo cual la somete a los principios generales de la
democracia y sus mecanismos.

Precisamente, el salto por encima de esas instituciones democráticas y
la asunción de formas autoritarias están en el centro de la reversión de
esa ola.

Esto no tiene nada que ver con el surgimiento y evolución del proceso
político cubano, por su origen y esencia autoritarios, hijo de la
violencia y la polarización social heredada del golpe de Estado
batistiano y su enfrentamiento armado, que posibilitaron una gobernanza
a contrapelo de la demanda democrática que sirvió de base al apoyo de la
lucha contra aquella dictadura y que fue erigida sobre el enfrentamiento
entre EE UU y la URSS, durante la Guerra Fría.

El "socialismo de Estado cubano", ni socialista ni cubano, no fue
inspirador de esa ola, pero se montó en ella para su beneficio, le
estimuló enfrentar "al imperialismo norteamericano" que alimenta su
geopolítica de subsistencia y, en todo caso, alentó sus tendencias
autoritarias y estadocéntricas que la llevaron a su actual pendiente.

No hay que olvidar que las reformas obligadas por la caída del "campo
socialista" y el Período Especial se fueron abandonando con la ayuda de
Chávez y su petróleo.

Hay que recordar que los paradigmas del llamado socialismo del siglo XXI
que originaron y dieron fuerza a esa ola se relacionaban con la
democracia y los presupuestos participativos hacia la mayor incidencia
ciudadana en la toma de decisiones de todo tipo; la intervención directa
de los trabajadores en la propiedad, la gestión y la distribución de las
riquezas y el intercambio de equivalentes impulsados por Chávez, Heinz
Dieterich y la Cumbre de los pueblos realizada en Cochabamba, Bolivia,
en 2006.

Tales fundamentos jamás fueron asumidos por el Gobierno-partido-Estado
cubano y luego paulatinamente fueron abandonados por el propio Chávez en
favor del estadocentrismo.

Esta fase depresiva desfavorece la influencia del Gobierno cubano en la
región y puede afectar la ayuda que para los monopolios estatales
cubanos significan el petróleo venezolano y los miles de millones de
dólares que obtiene de la "renta" de galenos y personal paramédico cubanos.

Pero de ahí a suponer que este Gobierno se encuentre amenazado por ella
va un gran trecho. Esperar presiones regionales a favor del respeto a
los derechos políticos y civiles, sí; imaginar un aislamiento regional
similar al de los 60, no. Baste recordar el nuevo escenario en las
relaciones Cuba-EE UU y sus posibilidades para el intercambio económico.

"Solo los revolucionarios podemos destruir esta Revolución", dijo Fidel
Castro en noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana. Es verdad:
los más peligrosos enemigos del proceso político cubano, quienes lo han
estado llevando al estancamiento y al "abismo", son los mismos que se
atrincheran en el poder y se obstinan en impedir su avance hacia la
democratización de la política y la socialización de la economía.

El sistema político dictadura del proletariado, originado en la Rusia
estalinista y perfeccionado por los guerrilleros en el poder, liquidó
temprano la oposición, eliminó su base material de sustentación al
estatizar todo y excluyó los mecanismos democráticos (elecciones
pluripartidistas, el pleno ejercicio de los derechos civiles y
políticos, el referendo revocatorio, impeachment y una Constitución
democrática) imprescindibles para enfrentar el autoritarismo. Hay que
crearlos desde abajo.

Por eso la democratización será un proceso, no un acto, que demanda la
creación de un ambiente de distensión y concordia que facilite un
diálogo nacional inclusivo; el reconocimiento de las libertades
fundamentales; avanzar a una nueva Constitución fruto de la creación y
discusión colectivas y horizontal del pueblo cubano, aprobada en
referendo; a una nueva ley electoral democrática y al establecimiento de
un Estado moderno de derecho con plena transparencia funcional e
informativa, bajo control popular permanente: la República democrática
humanista y solidaria, en la que quepamos todos.

Source: Cuba no es Brasil ni Venezuela -
http://www.14ymedio.com/opinion/Cuba-Brasil-Venezuela_0_2004399545.html

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