Saturday, May 28, 2016

Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo

Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo
Si por Pablo Iglesias fuera, decapitaría al rey Felipe VI y a la reina
Letizia
Sábado, mayo 28, 2016 | Carlos Alberto Montaner

MIAMI, Estados Unidos.- La sacudida se sintió en ambas orillas del
Atlántico. La visita de Albert Rivera a Venezuela ha tenido una notable
repercusión en España. El líder español que preside Ciudadanos, un
partido liberal con fuerte representación parlamentaria, fue con el
objeto de respaldar a los demócratas de la oposición, especialmente a
Leopoldo López y a Antonio Ledezma.

Al dirigente comunista de Podemos, Pablo Iglesias, señalado como el
hombre del chavismo y de los iraníes en España, vinculación que él niega
con más vehemencia que éxito, le preguntaron por el preso político
venezolano Leopoldo López y respondió una notable falsedad.

Dijo que estaba en contra de que cualquier persona fuera encarcelada por
las ideas que sustentaba. Y enseguida agregó que, si Leopoldo López
estaba en la cárcel por tratar de derrocar al gobierno –dando por
sentado que ése era el caso-, no lo apresaron por sus ideas, sino por
sus acciones.

Un buen comunista, como Pablo Iglesias, formado en la ideología
marxista-leninista, y creyente en el materialismo histórico,
necesariamente suscribe la tesis de que las ideas, como las
instituciones, pertenecen a una superestructura que depende de las
condiciones económicas de la sociedad y, en primer lugar, de las
relaciones de propiedad preexistentes.

Leopoldo López, pues, joven de familia pudiente, descendiente de Simón
Bolívar (también un criollo muy rico al que Marx denostó en The New
American Encyclopedia, 1858), adscrito por herencia a la odiada
oligarquía, formado en las universidades yanquis, inevitablemente
sostenía las ideas propias de su clase enemiga.

Era, por lo tanto, legítimo extirparlo de la faz de la tierra y
encarcelarlo, incluso matarlo, como postulaba Lenin, y como ordenó
llevar a cabo sin ningún tipo de miramientos. (Izvestia clamaba en 1918:
"Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo.
Cualquiera que se atreva a difundir el rumor más leve contra el régimen
soviético será detenido de inmediato y enviado a un campo de
concentración").

Así ha sido siempre. Las matanzas y los gulags de Lenin, Stalin, Pol
Pot, Mao, Fidel Castro o de Kim Il Sung y su extraña familia –por sólo
citar algunos de esos conspicuos asesinos que dejaron 100 millones de
muertos a lo largo del siglo XX y muchos más prisioneros políticos–, no
ocurrieron por obra y gracia de un grupo de psicópatas, sino porque esos
"revolucionarios" eran marxistas-leninistas convencidos de la verdad
profunda de las teorías del alemán y de su discípulo ruso.

Todos ellos se sentían bondadosos agentes de un cambio que algún día le
traería la felicidad definitiva a la Humanidad (así, con una mayúscula
delirante), y si en el trayecto tenían que matar o encarcelar a una
multitud de personas, muchas de ellas inocentes de todo delito, salvo el
de pertenecer a la clase culpable, era por el bien de la especie y en
procura de un fulgurante y definitivo destino: el paraíso comunista que
nos esperaba al final de la historia.

Seamos serios: ni el señor Pablo Iglesias ni su compañero de coalición
Alberto Garzón creen en las libertades individuales o en las virtudes de
la democracia liberal. Están en el parlamento porque les está vedado el
camino de la revuelta armada.

Si por Iglesias fuera, decapitaría al rey Felipe VI y a la reina
Letizia, lo que se deduce de su oda a la guillotina, como puede
comprobarse en YouTube. Las elecciones, lo mismo que les sucede a sus
hermanos chavistas, son la mayor cantidad de revolución que les permite
esta compleja era antiheroica, "perrofláutica" y postsoviética.

Lo triste es que, según las encuestas, unos seis millones de españoles
van a votar por la coalición Unidos Podemos, acaso sobrepasando a los
electores del PSOE, y sólo una pequeña fracción –tal vez el 20%– son
realmente comunistas. El 80 restante son personas inconformes con la
falta de oportunidades y con los escándalos de corrupción, que creen
formar parte de una izquierda democrática que desea proteger el Estado
de Bienestar que, sospechan, está en peligro.

Es lamentable que estos españoles inconscientes, víctimas de una
variante del espejismo ideológico, no miren con detenimiento lo que
sucedió en la patria, precisamente, de Leopoldo López y de Antonio
Ledezma que acaba de recibir a Albert Rivera.

En Venezuela, Hugo Chávez se disfrazó de demócrata, sedujo a los
electores y utilizó las urnas para meter de contrabando un régimen
procomunista que ha destrozado al país. Lo mismo que se propone hacer
Unidos Podemos en España.

Source: Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo |
Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/aplastad-la-hidra-de-la-contrarrevolucion-con-el-terror-masivo/

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