Friday, June 28, 2013

La mafia rusa se instala en Venezuela

La mafia rusa se instala en Venezuela
Viernes, Junio 28, 2013 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Hiela la sangre el documental
sobre la mafia rusa que desde hace unas semanas discurre entre los
habaneros mediante el más remediador de nuestros conductos para la libre
información, la memoria flash. Por habituados que estemos a ver
películas sobre el tema gánster y por mucho que nos hayan impresionado
las crudezas de la mafia siciliana, de pronto, no nos queda sino
asumirlas como ruborosas travesuras de tiempos antiguos ante el accionar
excepcionalmente salvaje, pero desde sofisticadas estructuras que se
gastan los rusos.

El monopolio con auspicios punto menos que apocalípticos que la mafia
rusa ejerce hoy sobre el comercio internacional de armas, tanto ligeras
como pesadas, o su sistema para el tráfico de prostitutas (con métodos
que envidiarían los esclavistas del siglo XVIII, pero empleando a tope
todos los progresos de la modernidad), pueden dejar sin resuello al más
impasible de los mortales.

Y en el caso muy particular de los latinoamericanos, además de dejarnos
sin aliento, amenaza con dejarnos sin defensas ni recursos legales, y,
lo peor, sin esperanzas.

Precisamente, en días atrás, la valiente diputada y opositora venezolana
María Corina Machado denunciaba, a través de la agencia española EFE, la
creciente presencia de mafiosos rusos en su país, quienes, con la
complicidad y la conveniencia de intereses del gobierno chavista, se
hacen fuertes en sectores como el comercio de armas, el petróleo, la
minería y la construcción, entre otros.

Es un hecho que, mientras en otras áreas del continente americano
persiguen sin tregua a la mafia rusa y tratan de frenar (aunque con poco
éxito) su penetración, en Venezuela no solamente le han abierto las
puertas del país. También le allanan las vías para que penetren en
distintas naciones del hemisferio.

"En nuestra América no puede haber Caínes. Nuestra América es una",
advirtió Martí, en junio de 1890, es decir cuando ni él ni nadie habría
podido imaginar nuestro escenario de hoy, bajo el pedigrí de una casta
de nuevos caudillos dispuestos a burlarse de los adelantos de
civilización, justo a partir del manipuleo de los principios
democráticos y de las conquistas del derecho cívico.

El affaire de los chavistas con la mafia rusa, o con los siniestros
ayatolás iraníes, o con las narcoguerrillas colombianas, entre otras
lindezas de horror, es -¿quién podría dudarlo?- consecuencia directa de
las enseñanzas de su tutor en jefe, Fidel Castro. Aunque,
paradójicamente, tanto Chávez ayer, como hoy Maduro, junto a la recua de
sus acólitos, están contando con una ventaja de la que nunca pudo
disponer Castro: el respaldo, muchas veces cómplice y algunas otras
desidioso, pero casi siempre unánime, de los presidentes de la región.

Esto también lo denunciaba María Corina Machado en sus declaraciones a
EFE: "Los gobiernos de Latinoamérica nos han traicionado", dijo, dejando
claro que los Caínes de que habló Martí no sólo han florecido en Cuba y
en Venezuela, sino que se expanden como una especie de plaga, más o
menos dañina según las circunstancias y el país, pero con rasgos de
pandemia continental.

Lo descorazonador del caso es que la catástrofe esté ocurriendo en un
momento en que Latinoamérica se adentraba en una coyuntura política y
socio-económica que parecía idónea para darle un vuelco quizá definitivo
a su historia.

Harta, empobrecida, viciada por los tantos malos gobiernos que debió
padecer a lo largo del siglo XX, a la vez que resuelta a quitarse de
encima la grosera gravitación de transnacionales impiadosas y de
millonarios locales burdamente egoístas, la gente de Latinoamérica
parecía madura para inaugurar el siglo XXI rompiendo al fin con su fatal
destino histórico. El hecho de que la oportunidad se la pintase calva a
Hugo Chávez y a Fidel Castro, no era suficiente motivo para impedir que
circunstancias tan propicias terminaran yéndose por el tragante.

Si la existencia de eso a lo que hoy llaman la seudo democracia de
algunos gobiernos suramericanos hubiera dependido únicamente de los
petrodólares de Chávez y de los malos consejos y manejos de Castro, lo
más posible es que no pasara de ser otra fracasada aventura caudillista,
como tantas. Ni siquiera su demagogia populista y su picaresca de
amañado activismo social, les hubieran alcanzado sino para mantenerse en
el poder durante un tiempo más o menos breve.

Son los gobiernos del continente, casi todos, los que allanaron y aún
allanan el camino a esta comparsa de muñecos diabólicos, bien sea por
connivencia, bien por chantaje político o económico, bien por complejo
de culpa o por simple y llana indolencia. Fingen haberse creído el bulo
propagado por los socialistas del siglo XXI, según el cual los gobiernos
latinoamericanos deben poner a un lado la ideología para trabajar
unidos, ayudándose y respetándose mutuamente. Y es así cómo se han
convertido en nuestros nuevos Caínes, traicionando no sólo las ansias y
esperanzas democráticas de los pueblos de la región en general, sino la
de sus propios pueblos, e incluso traicionándose a sí mismos.

La penetración de la mafia rusa y de otros nuevos males en
Latinoamérica, traídos de la mano de los socialistas del siglo XXI, nos
reportará calamidades impredecibles en cuanto a su trascendencia
histórica, pero muy fáciles de vislumbrar en cuanto a su alcance
geopolítico de este mismo momento. Ningún gobierno de la región que se
precie de ser medianamente democrático debiera ignorarlo. Y es
presumible que ninguno dejará de arrepentirse algún día, no muy lejano,
de haber aceptado mansamente su papel en el consenso aprobatorio.

Eso es si los pueblos les dan la oportunidad. Porque ahora mismo nadie
puede predecir el alcance de la chispa que ya prendió para expandirse
desde las calles de Brasil.

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