Monday, June 17, 2013

La dictadura de la mentira

La dictadura de la mentira
OFELIA AVELLA | EL UNIVERSAL
lunes 17 de junio de 2013 12:00 AM

Para Havel, todo régimen autoritario busca "colonizar" la conciencia
para garantizarse el poder. La contrapartida es que éste se vuelve
anónimo, pues la maquinaria que se despliega a su servicio anula al
hombre: tanto al que miente como al engañado. Su conciencia, núcleo de
toda individualidad, es suplida por la ideología, reiterado diseño de
artificios.

Es posible haber creído con sinceridad en la utopía de una sociedad sin
clases y en la "maldad intrínseca" de la burguesía por un cierto tiempo.
Llega un punto, sin embargo, en que el hombre intelectualmente honesto
advierte que ha llegado "donde el poder impersonal quiere tenerlo: en
los rieles del pensar totalitario, donde deja de pensar en sí mismo y
renuncia a su propio juicio y conciencia en beneficio de otra ficción
inhabitable ". Llegado este momento, no importa el nombre que se dé a la
ficción: "el bienestar de la humanidad", "el socialismo" o "la paz"
–dice Havel. Una vez insertados en la maquinaria –que por eso es
burocracia- impersonal del autoritarismo, los hombres pasarán a ser una
"masa" definida por categorías: "pueblo", "pobre", "burguesía",
"oligarca". Puras generalizaciones. Palabras que serán ficciones; que
serán mentiras. Y como se buscará imponerlas, dominará la represión.

Por eso la lucha contra este tipo de regímenes se torna casi que
existencial, de un carácter ético elevado, pues o uno se enfrenta a la
maquinaria por amor a la verdad y a los más nobles valores que puedan
fundar una real convivencia, o acaba uno sometiéndose al sistema
fraudulento que extirpa la conciencia.

No es gratuito que Havel se planteara la lucha como un desvelamiento de
la verdad frente a la dictadura de la mentira. El movimiento
"Solidaridad" y Gandhi, por ejemplo, insistieron también en el valor de
la verdad, pues una vez que se toma la decisión de querer ser fiel a la
propia conciencia, a esa voz interior que clama "vida auténtica" y no
sometimiento a un ente anónimo que anule "mi" voz, el enfoque de las
cosas necesariamente cambia. Por eso estas peleas, al demandar tanta
nobleza, se vuelven heroicas. La lección es que recuerdan lo que
significa ser hombres, tanto como lo que es el bien y el mal. Recuperar
la democracia exige revalorizar la conciencia, pues lo supuesto a este
sistema es un entramado muy complejo de mentiras que hay que procurar
develar.

Enfrentar la verdad a la mentira equivale a enfrentar el valor (e
individualidad) de la conciencia al aparato totalitario del poder
impersonal. El "yo" individual y libre se advierte responsable de sus
actos. El "totalizado", en cambio, queda sometido y despojado de sus
particularidades. Por eso se vuelve pasivo: solo obedece y enmudece. Por
eso suele corromperse, pues la responsabilidad es también impersonal.
Algunos se dejan "comprar", lo cual es un modo de esclavitud "elegida".
Todos, en definitiva, "sin conciencia": lo propio del "pensar totalizado".

En su discurso del 1 de enero de 1990, día en que asumió la presidencia
de Checoslovaquia, Havel removió las conciencias al decir que "todos
ayudamos a crear totalitarismo", pues si no se alza la voz (unos lo
hacen siempre más que otros), "el entorno moral" se contamina. La moral
se enferma –dice- cuando uno se acostumbra a expresar lo contrario de lo
que piensa: cuando uno se adapta a esa maquinaria que miente, bien sea
por miedo o para "sacar el máximo provecho" ($$$).

En su ensayo El poder de los sin poder, describe el imperio de la
mentira en un régimen que se asemeja al nuestro: "(...) la represión de
la cultura se presentó como su progreso; (...) la ausencia de libertad
de expresión como la más alta forma de libertad; la farsa electoral como
la más alta forma de democracia; la prohibición del pensamiento
independiente se exhibió como la concepción más elevada del mundo; la
ocupación (en nuestro caso, la castrocomunista) como ayuda fraterna. El
poder es prisionero de sus propias mentiras y es por esa causa que tiene
que continuar falsificando el pasado, el presente y el futuro. Falsifica
los datos estadísticos. Finge no tener un aparato policíaco todopoderoso
y capaz de todo; finge respetar los derechos del hombre y finge no
perseguir a nadie. Finge no tener miedo; finge no tener nada que temer.
El individuo no tiene, forzosamente, que creer todas estas
mistificaciones, pero debe conducirse como si las creyera o, cuando
menos, tolerarlas en silencio o, todavía, estar en buenas relaciones con
los que las producen. Todo esto obliga a vivir en la mentira...".

Havel se enfrentó a la falsedad. Por eso buscó remover las conciencias:
quiso salvar al hombre de una maquinaria impersonal, siendo siempre él
mismo muy claro. Esta es la única vía cuando la institucionalidad está
contaminada. Decir, por ejemplo, que "el proceso electoral es
científico" –cuando sabemos que es manipulable- revela esta maquinaria
"sin conciencia". El sistema está blindado, sí, pero "contra la verdad".

¿Ideal revolucionario? Pura soberbia y ansias de poder. Vidas falseadas
por el hábito de mentir.

Ofeliavella@gmail.com

http://www.eluniversal.com/opinion/130617/la-dictadura-de-la-mentira

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