Tuesday, September 27, 2011

Terapia de shock

Terapia de shock
HUMBERTO JAIMES QUERO | EL UNIVERSAL
martes 27 de septiembre de 2011 02:55 PM

En Venezuela nunca ha existido una vigorosa cultura del racionamiento
energético. En el caso de la electricidad, esta práctica ha comenzado a
imponerse pero no como el resultado no de una política consultada a la
población, o previamente estudiada, sino como la desesperada respuesta a
una crisis en el sector de marras.

Pese a ser una situación generadora de malestar colectivo y pérdidas
millonarias, la crisis en el sector eléctrico puede servir de
experiencia para crear una cultura de consumo eficiente, contraria al
derroche; un comportamiento que incluso podría abarcar la administración
de otros recursos importantes para la población, entre ellos el petróleo
y las propias finanzas públicas.

Hasta ahora hemos vivido en cierta comodidad irracional. El hecho de
haber tenido petróleo en abundancia, la gasolina casi regalada y
gobiernos populistas ha contribuido a crear en la colectividad una
mentalidad derrochadora difícil de superar. El congestionado tráfico en
las principales ciudades del país, con Caracas a la cabeza, es una clara
demostración de ese despilfarro. Pero en algún momento el panorama
cambiará, cuando se desarrollen nuevos combustibles, nuevas fuentes
energéticas o sea muy costoso refinar la gasolina que hoy dilapidamos.
¿Estaremos preparados para ese cambio de paradigma? En Estados Unidos,
por ejemplo, considerado uno de los países con mayor consumo de
hidrocarburos, ya es una realidad el coche eléctrico. Aunque todavía es
muy costosa su puesta en circulación, es una señal de los tiempos que se
avizoran.

La verdad es que en esta tierra de gracia hemos hecho poco respecto a un
hipotético cambio tanto en nuestros patrones de consumo de gasolina como
en las nuevas tendencias que se asoman en el porvenir. En el caso de la
gasolina, más bien nuestra tendencia apunta hacia una menor eficiencia,
lo cual contribuye a la consolidación de la tradicional dependencia del
oro negro. Esta tendencia responde al crecimiento de la población, al
mayor volumen de automóviles en las vías públicas, pero también a la
carencia de mejores alternativas de transporte colectivo y espacios de
circulación peatonal. Otro de los factores incidentes es uno
medianamente reconocido pero más difícil de vencer: la fuerza de la
costumbre, es decir, la mentalidad tradicional renuente el cambio.

Los cambios graduales y planificados son menos traumáticos que las
demoledoras terapias de shock, como la que ha experimentado un gentío
con el servicio eléctrico en los últimos años; una especie de
racionamiento a juro, impopular y de alto costo político. En este
sentido, ¿no habría sido mejor preparar a la población para un cambio
gradual en el consumo de energía eléctrica, en lugar de esperar una
crisis que desbordó los parámetros normales sobre los que se desenvuelve
la colectividad?

Pero además, pocos se han percatado de que lo que hoy sucede en el
servicio eléctrico bien podría repetirse con la gasolina y, en general,
con diversos patrones de conducta y aspectos de la vida nacional que
giran en torno a la inefable riqueza petrolera, desde el consumo de la
gasolina hasta la administración de las finanzas públicas. ¿Algún día
estaremos preparados para una época de escasez o siempre viviremos en la
abundancia, con la gasolina regalada y unos altos precios petroleros en
el mercado internacional?

La gente de Margarita, Puerto La Cruz, Maracaibo, Maracay, Mérida y
Puerto Ordaz ha asumido el racionamiento eléctrico contra su voluntad,
porque no le queda otro remedio, pero está dolida. Su malestar se debe
no solo al impacto de los repudiados cortes eléctricos, sino a que, tal
como señalan algunos estudios de opinión pública, percibe que el Estado
es un gran derrochador, dado que "regala nuestro petróleo" y dilapida
los recursos públicos.

Esa percepción respecto al Estado en parte explicaría las protestas
escenificadas hace unos días en Margarita, una región tradicionalmente
pacífica, donde no es usual ver a la policía o a la guardia nacional
lanzando bombas lacrimógenas a manifestantes alebrestados.

En el fondo de estas protestas hay una lección tan clara como el agua:
la gente quiere ser escuchada, comprendida, respetada, que funcionen los
servicios básicos, pero además, percibe como algo inverosímil que un
país con fuentes de energía baratas, que sobran, tenga que pasar por una
inusitada terapia de shock, sobre todo cuando se le ha dicho hasta la
saciedad que "Venezuela es una potencia energética".

Mayor incoherencia, imposible. La terapia de shock nos sugiere todo lo
contrario; que Venezuela es un gigante energético con pies de barro, y
que si no es capaz de abordar algunos cambios sustanciales relacionados
con las fuentes de energía, las terapias de shock podrían ser más
frecuentes de lo que imaginamos.

humjaro@yahoo.com

http://www.eluniversal.com/2011/09/27/terapia-de-shock.shtml

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