Tuesday, September 6, 2011

Ni golpe ni autogolpe

Ni golpe ni autogolpe
Juan Páez Ávila
Martes, 6 de septiembre de 2011

El cinismo del Comandante Chávez con relación a los golpes de Estado ya
es conocido en nuestro país, en el que acusa a todos sus adversarios de
enemigos golpistas, mientras su gobierno ejecuta un autogolpe cada vez
que viola la Constitución Bolivariana

A propósito de Zelaya y Gadafi

Para los golpistas algunos golpes de Estado son buenos y otros son
condenables, según sus intereses personales y sus ambiciones de poder.
Hugo Chávez no sólo encabezó un golpe de Estado fallido el 4 de febrero
de 1992, sino que además ha convertido ese día en un fecha patria para
sus partidarios, mientras movió cielo y tierra para impugnar el golpe de
los militares de Honduras, quienes afirmaban haber actuado obedeciendo
una orden de la Corte Suprema de Justicia para defender la Constitución
de ese país, para cuya jefatura del Estado fue electo por el Congreso el
Presidente de ese Poder Legislativo, tal como lo establece la propia
Constitución hondureña.

El cinismo del Comandante Chávez con relación a los golpes de Estado ya
es conocido en nuestro país, en el que acusa a todos sus adversarios de
enemigos golpistas, mientras su gobierno ejecuta un autogolpe cada vez
que viola la Constitución Bolivariana, porque ya no le sirve para sus
planes autoritarios. Su llamado a derrocar al nuevo gobierno de Honduras
no fue precisamente porque era producto de un golpe de Estado, sino
porque su pupilo Manuel Zelaya no pudo imponer la convocatoria ilegal de
una Constituyente para hacerse reelegir Presidente, siguiendo sus
recomendaciones apoyadas con petrodólares. El fracaso de Zelaya como el
de Muamar Gadafi, quien llegó al poder mediante un golpe de Estado, han
sido reveses peligrosísimos para la política de Hugo Chávez, de extender
su socialismo estalinista a pequeños y pobres países del subcontinente
latinoamericano, cuyos pueblos resultan manipulables con ayudas
miserables que no les permiten superar la pobreza, sino ser nuevos
esclavos de la nueva oligarquía que forman los nuevos ricos, embriagados
de poder y de dinero mal habido. Así como para aliarse con los tiranos
más brutales y asesinos del mundo.

Sin embargo, los demócratas reafirmamos nuestras convicciones de lucha
por la libertad, el bienestar y la paz de nuestras naciones. Es posible
ue algunos lectores pudieran pensar que es un exabrupto que en la
Venezuela de hoy se pueda llamar a establecer un diálogo civilizado, en
medio de una crispación política provocada fundamentalmente por el
discurso agresivo y procaz del Presidente de la República. Sin embargo,
la experiencia política mundial e incluso nacional indica que la
democracia, no obstante ser el mejor sistema de relaciones creado por el
ser humano para convivir en sociedad, pasa por momentos críticos,
conflictivos que la colocan borde del abismo, el camino que ha
encontrado hacia el progreso y la libertad ha sido rescatar el
entendimiento pacífico. El espejo de la primera y segunda guerras
mundiales y de nuestras matanzas fraticidas en el siglo XIX serían
suficientes para ilustrar a los más obcecados partidarios de la
violencia de las consecuencias de su brutalidad. Y al contrario también
tenemos la reciente lección que ha dado el exitoso movimiento
estudiantil con sus luchas por la defensa de la libertad de expresión,
enarbolando las banderas de la paz, los partidos políticos y diversos
sectores de la sociedad civil, por la unidad nacional. De allí que la
conclusión lógica y racional es que la solución de la presente crisis
política se alcanzará mediante la lucha democrática, no mediante el
golpe de algunos representantes de la extrema derecha, ni de Hugo Chávez
quien trataría de profundizar su tendencia totalitaria.

La consolidación de la democracia en Venezuela requiere desterrar de la
mente de los venezolanos la menor intención o idea de golpe o autogolpe
militar o cívico militar, para resolver los graves problemas económicos
y sociales que confronta nuestra sociedad. La experiencia no sólo de
nuestra pequeña historia, si la contamos a partir de la independencia y
constitución como república, o de nuestra larga existencia si nos
referimos a la época precolombina y posterior presencia u ocupación del
territorio por los españoles con todas sus instituciones –políticas,
sociales y económicas- del momento y su prolongado mestizaje con
indígenas y africanos, nos enseña que 1a violencia únicamente han
servido para destruir la economía creada por nuestros antepasados,
profundizar la desigualdad social y hacer más incierto el futuro de
libertad, progreso, desarrollo y bienestar de la población.

jpaezavila@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1335146.asp

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