Sunday, September 25, 2011

Los dilemas del postchavismo

Opinión

Los dilemas del postchavismo
Carlos Alberto Montaner
Miami 25-09-2011 - 3:09 am.

Los gobiernos más alertas asumen que Hugo Chávez morirá a corto o medio
plazo. El chavismo, por su parte, es una olla de grillos dedicados al
enriquecimiento ilícito y a gritar consignas.

Servicio religioso por la salud del presidente venezolano Hugo Chávez en
Manhattan, Nueva York. (AP, 21 de septiembre de 2011)

Los gobiernos más alertas dan por descontado que el presidente Hugo
Chávez morirá a corto o medio plazo. El corto plazo son 18 meses. El
medio, 48. El diagnóstico más generalizado es que padece un severo
cáncer de vejiga. Pronto se sabrá si la quimioterapia que ha recibido
dio resultado o si continúa imparable el proceso canceroso. En todo
caso, ante la incertidumbre, los actores principales de este drama
juegan la carta de la muerte y examinan sus mejores opciones. Ninguno
puede darse el lujo de dejarse sorprender.

Hugo Chávez, naturalmente, piensa que va a sobrevivir, pero sabe que las
probabilidades estadísticas no lo favorecen. Si va a fallecer, su
objetivo es que la revolución bolivariana no desaparezca tras su muerte,
aunque casi nadie entiende muy bien en qué consiste ese engendro. Chávez
quiere pasar a la historia. El problema es que sus trece años de
gobierno no le han alcanzado para crear un partido político coherente
dotado de un mecanismo razonable para escoger el sucesor y transmitir la
autoridad. El chavismo es una olla de grillos dedicados al
enriquecimiento ilícito y a gritar consignas. La selección del próximo
vicepresidente resultará muy importante. Será una forma de elegir al
heredero. Por ahora, ninguno le resulta capaz de calzar sus zapatos.
Chávez, como buen caudillo, se cree irremplazable.

A la cúpula militar no parece importarle el aspecto ideológico de la
revolución, sino el destino que le espera si se produce un cambio de
régimen. A juzgar por la reciente denuncia del Departamento del Tesoro
del gobierno norteamericano, la corrupción vinculada al narcotráfico ha
calado hondo en la estructura castrense. En los círculos de Washington
comienzan a referirse a Venezuela como un narcoestado. Los mexicanos han
descubierto que muchos de los aviones que transportan la droga al país
proceden de Venezuela. La inclusión oficial en la lista de cómplices de
las FARC y de los carteles de la droga del general del ejército Cliver
Alcalá, el oficial de inteligencia Ramón Madriz, el congresista Freddy
Bernal y el parlamentario Amílcar Figueroa presagia una gran resistencia
de los militares a cualquier evolución pacífica que los aleje del poder
y del dinero y los acerque a la cárcel. La llegada al gobierno del
antichavismo puede ser el fin de la impunidad.

Raúl Castro, además del complicado velorio de Fidel, que ya está
previsto y planeado, ahora tiene que enfrentarse al de Chávez, mucho más
incierto. Ha instruido a su poderoso servicio de inteligencia para que
promueva y fortalezca un chavismo sin Chávez que continúe asignándole a
la Isla el copioso subsidio venezolano que la mantiene a flote. Raúl
pretende convertirse en el Gran Elector que coloque al sustituto en el
trono, pero sabe que es muy improbable que el heredero, cualquiera que
sea, asuma el grado de subordinación a "los cubanos" que Chávez exhibe.
Por otra parte, Raúl, que en Cuba está dedicado a una cruzada contra la
corrupción, no ignora que Venezuela es una pocilga en la que miles de
chavistas se dedican al delito, incluido el narcotráfico. Todo eso es
muy peligroso. Es verdad que Venezuela es una formidable fuente de
subsidios, pero el vínculo entre los dos países puede arrastrar a la
Isla a una catástrofe. Controlar a un narcoestado como Venezuela, sin un
Chávez que sirva de correa de transmisión, probablemente sea imposible.
Al fin y al cabo, esas mafias no abrigan lealtades políticas genuinas.
Sólo intereses.

Estados Unidos tiene razones para estar preocupado. Chávez es un
antinorteamericano empedernido, pero su desaparición, al menos por un
tiempo, será una fuente de desestabilización. Aproximadamente, el 10%
del petróleo que el país importa proviene de Venezuela (hace unos años
era el 15%) y es posible que el suministro se interrumpa
provisionalmente. Un súbito vacío de poder podría precipitar al país en
el caos. Con los niveles de delincuencia que hoy existen en Venezuela,
los motines callejeros del caracazo de 1989 pueden repetirse de forma
incontrolable.

La oposición democrática tiene que hilar muy fino y con un gran sentido
de responsabilidad. La mayoría del país es antichavista, pero las
instituciones y casi todos los medios de comunicación están bajo control
del entorno del coronel. Si éste muere, será esencial pactar y negociar
la transición con una o varias de las facciones del chavismo que estén
dispuestas a permitir que la sociedad manifieste sus preferencias. De
esta triste historia se sale votando o matando. Lo sensato es votar y
luego arreglar cautelosamente el desaguisado. Así son las transiciones."

http://www.ddcuba.com/opinion/7145-los-dilemas-del-postchavismo

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