Monday, September 5, 2011

La última columna de Felipe Cubillos

La última columna de Felipe Cubillos
Felipe Cubillos
Lunes, 5 de septiembre de 2011

El martes 30 de agosto de 2011 La Segunda publicó "Soy un indignado",
aquí le mostramos su artículo en honor a la memoria de este empresario
que encaró la reconstrucción de Chile y que murió en la tragedia de Juan
Fernández este fin de semana

Soy un indignado

Pertenezco a ese grupo de chilenos que después del terremoto y tsunami
del 27 de febrero de 2010 nos hemos dedicado a ayudar a levantar
escuelas, jardines infantiles, botes de pescadores y comercios que
fueron destruidos por la fuerza de la naturaleza. Hemos sido miles los
que hemos dedicado nuestro mejor esfuerzo, nuestra pasión y nuestro
compromiso en ayudar a volver a levantar a Chile. Lo hicimos desde la
alegría y desde nuestra libertad. Muchos lo hicimos donando a Teletón,
Desafío Levantemos Chile, al Techo para Chile y a muchas organizaciones
de la sociedad civil. Miles de jóvenes se volcaron a ayudar a miles de
familias chilenas, y nos conmovimos con el sufrimiento, pero sobre todo
nos cautivamos con el compromiso de tantos por reconstruir nuestra
sociedad. Sabemos que todavía nos queda mucho por hacer.


Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para que ningún niño
chileno perdiera su año escolar en 2010 y, junto a mucha gente, lo
logramos. Pero, un año después, vemos que miles de nuestros jóvenes
están a punto de perderlo.

Soy un indignado, porque logramos levantar escuelas caídas para que
nuestros niños pudieran estudiar, pero, un año después, otros las queman.

Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para levantar los
pequeños comercios devastados por el terremoto y tsunami para que los
emprendedores se volvieran a levantar; pero, un año después, veo a
cientos de comerciantes como ellos que sufren los destrozos de sus
locales cada vez que hay una protesta callejera.

Soy un indignado, porque un joven inocente ha perdido su vida tan sólo
por haber estado en el lugar y momento equivocados (mientras escribo
esta columna nos acabamos de enterar de que la bala que mató al joven
Manuel Gutiérrez salió del arma de un carabinero; ojalá tengamos la
mesura para condenar un hecho puntual y no a una institución completa,
pues si es así escalemos también hasta los organizadores de las protestas).

Soy un indignado, porque vimos cómo nuestros carabineros evitaban los
saqueos en los días posteriores al terremoto, y ahora vemos cómo
delincuentes, escondidos entre los estudiantes, los atacan sin piedad en
cada protesta.

Soy un indignado porque, pese a todos los problemas que tenemos como
sociedad, hemos tenido avances notables en las últimas décadas, y hoy
nadie se atreve a reconocer su paternidad o maternidad.

Soy un indignado por esos pseudoempresarios que engañan a la gente,
sobre todo a los más pobres, renegociándoles sus condiciones sin ni
siquiera preguntarles.

Soy un indignado, porque conozco a muchos emprendedores de la educación
subvencionada que, precisamente por hacerlo mejor que los colegios
estatales (sí, los municipales, también son estatales), hoy día corren
el riesgo de tener que cerrar sus colegios.

Soy un indignado, porque muchos de los parlamentarios de nuestro país
han renunciado al liderazgo y responsabilidad que les otorgamos en las
urnas.

Soy un indignado cuando veo al presidente del Colegio de Profesores
defendiendo una supuesta calidad de la educación, cuando el gremio que
preside se niega a evaluarse.

Soy un indignado, porque no estamos discutiendo las verdaderas y
profundas razones de la pésima y desigual educación que les estamos
entregando a nuestros jóvenes, quizás porque llevamos años usando a la
educación como caballito de batalla de la política de turno.

Soy un indignado porque, salvo honrosas excepciones, hemos caído en la
política de las encuestas y el Twitter, y hemos renunciado a defender
las convicciones. ¿Qué tal si los políticos apagaran por unos días sus
computadores y se dedicaran a defender sus convicciones?

Hoy día hablo por mí, y sólo por mí, porque además creo que no somos
muchos los que en estos tiempos creemos en la libertad; sí, esa libertad
para emprender, para equivocarse, para educar, para enseñar y para aprender.

Soy un convencido de que la derrota de la libertad no se debe a la
fuerza de sus enemigos, sino que a la debilidad de sus defensores.

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/1005872.asp

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