Sunday, September 11, 2011

La angustia de las tribus

La angustia de las tribus
Fernando Egaña
Domingo, 11 de septiembre de 2011

En el reino de las tribus, la única ley es la unción del jefe. Todo se
permite, salvo que el mandamás diga lo contrario. Eso sí, se le debe
rendir tributo a ciertas formas, y entonces los desmanes y zarpazos se
cubren con un barniz de leguleyería, el que nadie cree, desde luego,
pero que al menos sirve para que los vivarachos de dentro y fuera puedan
seguir con la comedia de la revolución democrática...

Una de las consecuencias más notorias del desmoronamiento institucional
que ha ocurrido en Venezuela con la "revolución bolivarista", es que la
tribu depredadora se haya convertido, una vez más en la historia, en el
factor político crucial para sostener y ejercer el poder. Las remotas
montoneras del siglo XIX tienen su herencia diferida en las tribus
oficialistas del XXI.

Sólo la relativa fortaleza de un estado de derecho y su configuración
institucional, habían logrado contener y hasta debilitar el fenómeno
tribal --por lo menos durante importantes trechos del siglo XX. Pero
desbaratadas las instituciones republicanas, de nuevo campea el
tribalismo y los resultados del asolamiento están a la vista, sobre todo
por la explosión de violencia criminal y el saqueo de los recursos
nacionales.

En el reino de las tribus, la única ley es la unción del jefe. Todo se
permite, salvo que el mandamás diga lo contrario. Eso sí, se le debe
rendir tributo a ciertas formas, y entonces los desmanes y zarpazos se
cubren con un barniz de leguleyería, el que nadie cree, desde luego,
pero que al menos sirve para que los vivarachos de dentro y fuera puedan
seguir con la comedia de la revolución democrática...

Por otra parte, las tribus del presente tienen una doble faz
político-económica, con una pata en el Psuv o en componentes de la FAN,
y otra en la boliburguesía u otras formas de delincuencia organizada,
como el narcotráfico endógeno y foráneo. Puede que también haya capillas
ideológicas sin ambiciones pecuniarias, pero son absolutamente
marginales ante el poderío de las grandes tribus.

La variedad de éstas es tan amplia que en realidad sólo resaltan dos
características constantes: que no hay instancia del poder sin tribu o
mafia, y que todas compiten para ver quién es más partisana a favor del
señor Chávez. Desde la decorativa Asamblea Nacional hasta el más buchón
de los organismos públicos, pasando por cualquier gobernación, alcaldía
o prefectura de tendencia roja, es la tribu específica quien tiene la
primera palabra, porque la última suele tenerla el supremo cacique.

Y claro, las tribus vernáculas siempre han estado condicionadas a las
preferencias de la tribu más influyente, que no es necesariamente la de
la familia presidencial --cuyas parcelas propias son mucho mayores de lo
que se reconoce, sino la tribu que más truena o la que manejan los
Castro Ruz desde La Habana. Al fin y al cabo, la soberanía venezolana
está quebrantada hasta en el terreno del tribalismo.

En todo caso, el equilibrio entre las tribus se había mantenido sin
amenazar el continuismo el caudillo, incluso en medio de algunas
ruidosas purgas, como la boli-financiera de 2008. De la mano de Fidel
Castro, el mandón venezolano venía manejando las apetencias
político-tribales con cierta proporcionalidad. La idea parecía ser que a
todos les tocara un sustancial pedazo, pero sin que ninguno desbancara a
los demás.

Así por ejemplo, a unos se les dio Pdvsa y a otros, Cadivi; a tales la
banca pública y a cuales los tribunales; a los fulanos las compras
militares y a los menganos la deuda externa; Guayana para estos y la
Faja del Orinoco para aquellos; las importaciones de alimentos para los
de acá y los contratos eléctricos para los de allá, y así se iba
repartiendo el botín hasta que un imponderable del destino se hizo presente.

En efecto, los padecimientos de salud del señor Chávez, envueltos en el
misterio de la desinformación, están inquietando a las tribus del
régimen que, sin un ápice de duda, sacan sus cuentas antes los
escenarios posibles. En particular, porque si algo saben bien es que la
supervivencia y la impunidad dependen de que perdure la hegemonía y se
impidan cambios de fondo. Por eso, las tribus angustiadas son todavía
más peligrosas.

flegana@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8901980.asp

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