Monday, September 19, 2011

Gracias a ti

Gracias a ti
Milagros Socorro
Lunes, 19 de septiembre de 2011

Me han avisado por el intercomunicador que ha llegado el aceite al
supermercado. Prepárense a hacer su fila ya que solo podrán llevar dos
botellas por personas nos lo hace saber burlonamente el empleado del
automercado

nterrumpo el párrafo que escribo, echo mano del bolso y me precipito al
ascensor en cuyo espejo intentaré domeñar las greñas irredentas.

No hay tiempo que perder. Me han avisado por el intercomunicador que ha
llegado el aceite al supermercado.

Avanzo por la calle a zancadas, pero es inútil: de los portales van
saliendo mujeres raudas, algunas secándose en la falda las manos lavadas
a la carrera. Se me adelanta un pelotón que me deja rezagada y envuelta
en una estela de cebollín. Aprieto el paso, pero no tanto como para
mezclarme con la milicia de los fogones.

Experimento un vago bochorno.

No quiero ser confundida con las busconas... de Mazeite. La escasez me
avergüenza. Es como si la ruina de mi familia se hubiera convertido en
pasto de los periódicos. Al llegar a la esquina compruebo que la noticia
se ha diseminado por todos los edificios de mi barrio. De cada extremo
vienen las huestes.

Entro al supermercado con el tropel, solo para escuchar que el aceite se
acabó. ¡Pero ya traen más!, grita una mujer con más determinación que
dientes. El establecimiento, habitualmente reservado a la clase media y
a los inmigrantes europeos que caracterizan el vecindario, se ha hecho
moreno y enchancletado.

Ha irrumpido también un claro liderazgo en materia de colas. No tardará
en surgir una voz perita en organizar las ansiosas masas.

"¡Por aquí!", dice la empoderada.

"Aquí empieza la cola, doñita, por favor, busque su puesto". En cuestión
de minutos hemos hecho una alineación pegada al anaquel de las especies,
prolongada por el estante de los cepillos de dientes y vete a saber
hasta dónde.

En la espera saltan como los comentarios, con volumen, sin timidez.
"Esta es la revolución". "Llegó el socialismo, pues". Quisiera tener
reaños para pronunciarme como una Pasionaria del caldero seco, pero
estoy abrumada por la humillación. Si al menos tuviera el coraje de
abandonar esa cola donde han comenzado los empujones y los pleitos con
los coleados. Me retiene la imagen de la botella con apenas un dedo de
aceite, en la alacena. De pronto se oye un grito: "ya viene". Pero es un
falso indicio. Sigue llegando gente a la cola. Sube un murmullo y veo,
al final del pasillo, tres empleados que escoltan un carrito rebosante
de botellas de aceite. La luz de las neveras las hace refulgir como joyas.

-Señores, hagan su fila ­vienen diciendo los obreros del supermercado
con el tono burlón y altanero de los funcionarios de Extranjería o de la
Dirección de Tránsito­. Solo podrán llevar dos botellas por personas.

Nada más detenerse el carrito la cola se desmanda. En la confusión me
veo extendiendo los brazos hacia el gañán que dosifica la preciosa
carga. Los hombres de la cola no dudan en repartir codazos. Veo
expresiones de dolor y de fiereza. Y muchos brazos estirados. Integramos
una especie de mural de Guernica, casi tan desesperado y exhausto.

Bufando y sorteando los apeñuscados cuerpos, huyo con mis dos botellas
aferradas al pecho, rogando que nadie me haya visto en la rebatiña. Me
dirijo a la caja, ansiosa por salir de ese lugar y sintiendo cómo se me
adensa la sensación de derrota y depauperación.

Por qué ocurre todo esto. Por qué los venezolanos estamos sometidos a
tan violenta situación para comprar un poco de aceite.

La explicación es muy simple. En los últimos 26 meses, 2 de los 3
fabricantes venezolanos de aceite refinado de maíz han dejado de
producir. Y ha quedado Mazeite, producido por Empresas Polar, íngrimo en
el mercado nacional, donde representa 13,81%. Esto significa que casi
90% del mercado ha quedado desabastecido.

La causa: 40% del crudo de maíz utilizado para la producción de Mazeite
es nacional y 60% restante debe ser importado. Pero a los precios
actuales es imposible traerlo porque resulta más caro de lo que puede
venderse: el precio del aceite crudo importado que se requiere para
producir un litro de aceite de maíz es de 8,04 bolívares (sin incluir el
procesamiento industrial, el envase, la mano de obra y la distribución),
pero el producto final debe venderse al precio regulado establecido en
Gaceta Oficial de 7,80 bolívares.

Cada botella vendida supone una pérdida para una empresa que emplea
miles de venezolanos y para el consumidor una lucha que viene a aumentar
las dificultades de la vida cotidiana en este pobre país gobernado por
ineptos y, como dijo mi vecina de fila, una señora española: "Por un
Presidente que odia a Venezuela". De esto no me cabe la menor duda.

msocorro@el-nacional.com

http://www.analitica.com/va/economia/opinion/6798766.asp

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