Wednesday, September 21, 2011

Es la hora de la grandeza

Es la hora de la grandeza
Antonio Sánchez García
Miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ante esta "grave crisis de pueblo", como la llamara en 1951 Mario
Briceño Yragorri, debemos despertar todos nuestros sentidos, dejar de
lado nuestro natural veleidoso e inmediatista y enfrentar los graves
desafíos del futuro con responsabilidad moral, con responsabilidad
ciudadana. El país requiere unirse como una sola fuerza y elegir al
mejor, al más preparado, al más experimentado y al más responsable de
sus líderes para encabezar la cruzada de la reconstrucción nacional. No
es la hora de la ambición irresponsable de hombres y partidos: es la
hora de la grandeza nacional.

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El tiempo dirá si fue Castro el que arrastró a Chávez torbellino abajo,
o si fue Chávez el que al atar su destino al Castro agonizante terminó
de hundirlo en los abismos. Lo cierto y ya inevitable es que ambos
caudillos penden de un hilo y con ellos sendos regímenes: la caída de
Chávez, precipitada por un trágico imponderable como un cáncer del que
sólo Castro conoce la envergadura, precipitará la crisis terminal del
castrismo. O, mejor dicho, del castro chavismo. Una insólita criatura
pergeñada en los laboratorios castristas del Foro de Sao Paulo.
Si es cierto que no hay chavismo sin Chávez, como ha quedado demostrado
en estos meses desconcertantes en que el gobierno ha quedado
literalmente a la deriva, también es cierto que ya tampoco hay castrismo
sin Chávez. La desaparición de Chávez con la consecuente crisis terminal
de su movimiento acarreará la inopia absoluta de un régimen en estado
geriátrico, incapaz de autoalimentarse. Roto el cordón umbilical
laboriosamente establecido por el castrismo con el auxilio de Lula y el
Foro de Sao Paulo, la materia nutricia que mantiene con vida a la
tiranía cubana comenzará a dar peores estertores que los que diera
cuando el retiro de la asistencia de la Unión Soviética. El 80% de lo
que los cubanos consumen es importado. Y de ese 80% más del 60% es
financiado directamente por el régimen chavista. Saque Ud. La cuenta.
Ello explica la dramática y desesperada intervención personal de Fidel
Castro en el diagnóstico y tratamiento del cáncer de Hugo Chávez. Dicho
cáncer, del que luego de dos largos y tormentosos meses aún no se tienen
referencias serias, ha alterado la agenda bilateral precipitando la
decisión castrista de radicalizar los acontecimientos y preparar las
condiciones para amarrarse al poder de nuestro país, sea gerenciando el
pase de Hugo Chávez a su hermano Adán por vía electoral, sea asegurando
por cualquier otra vía, incluso la violenta y directa de un autogolpe,
el mantenimiento del Poder en manos cubanas.
De allí la agresividad con que el chavismo ha decidido encarar a la
oposición venezolana, el paquete de acusaciones absurdas e insensatas
con que ha decidido entorpecer el funcionamiento de la Asamblea
Nacional, y el estridente coro de reclamos por razones fútiles e
infundadas sin otro objetivo que desprestigiar a la MUD. Una misión
prácticamente imposible, dado el gigantesco lastre de desafueros,
corruptelas y escándalos que pesan sobre el débil entarimado
presidencial, carente de toda legitimidad moral y política como para
convertirse, de acusado, en acusador. Todo pareciera indicar que estamos
con una tempestad a la vista. En el peor y más indiscreto de los
momentos para el régimen, cuando la muerte toca a su puerta. A comprar
alpargatas, que lo que viene es joropo.
2
De acuerdo a muy serios pronunciamientos de especialistas, la enfermedad
que aqueja al primer mandatario, sin que sea necesariamente mortal en el
corto plazo, y los demoledores efectos del tratamiento de quimioterapia
al que está siendo sometido, seguramente mermen sus facultades como para
llevar a cabo una campaña electoral que será ardua, intensa y crucial.
Según Carlos Alberto Montaner, siempre excelentemente informado de lo
que acontece en las esferas del Poder en La Habana, la anulación de Hugo
Chávez, el único hombre de Castro en Caracas, habría desatado no sólo
los peores temores del castrismo sino la decisión de asegurar la
permanencia en el poder por parte de sus socios caraqueños a cualquier
precio. Incluso el de la violencia, como se adelantara a revelarlo el
escogido del castrismo, Adán Chávez, a su regreso desde La Habana luego
del 11 de junio, cuando su hermano fuera operado de un absceso pélvico.
Para la economía cubana, la pérdida del Poder por parte del chavismo,
tendría consecuencias muchísimo más graves que las del fin del respaldo
soviético. Auguraría, casi sin ninguna duda, el inevitable fin del
castro comunismo. Y la debacle del último intento injerencista por parte
del comunismo en América Latina. Con su correspondiente efecto dominó
sobre los restantes países bajo la influencia del Foro.
De allí la situación extremadamente compleja que vive Venezuela, en la
que debido primordialmente al papel estratégico que juega su petróleo se
entrecruzan y enfrentan intereses nacionales, representados
especialmente por las fuerzas de la oposición democrática y todas las
instituciones, contra las fuerzas del régimen dominante coaligado con
vitales intereses extranjeros, que van desde el régimen cubano y las
FARC, pasando por los países miembros del ALBA y la izquierda
latinoamericana, hasta los sectores talibanes del Medio Oriente - Irak,
Siria, Libia, Palestina - y los movimientos integristas que han echado
sus raíces en la región a través de la plataforma de penetración que les
asegurara el régimen chavista.
De allí la angustia que acomete a los personeros del alto gobierno ante
la perspectiva cierta de perder las elecciones de diciembre de 2012 y
con ello desbaratar una partida de altos intereses internacionales. Es
precisamente la combinación de esos intereses extranjeros sumados a los
intentos por desplazar definitivamente el régimen democrático para
instaurar una dictadura totalitaria lo que le da la verdadera dimensión
al envite en juego. No sólo ni siquiera primordialmente desplazar un mal
gobierno, sino hacer fracasar el último intento del castro comunismo por
sobrevivir en Cuba, su base originaria, estabilizar su penetración en la
cabecera de playa de Tierra Firme y consolidar los avances logrados en
Nicaragua, Ecuador, Bolivia, eventualmente Perú, Brasil y Argentina.
De allí la pertinencia de imaginar las consecuencias que acarrearía una
victoria opositora, que hoy luce más cercana y posible que nunca antes,
y las eventuales respuestas que encontraría en quienes serán desplazados
del poder perdiendo una partida de dimensiones trascendentales. No
contamos con ningún otro antecedente para imaginar el probable escenario
post chavista y los desafíos que deberá enfrentar y resolver el gobierno
de transición que surja de los comicios de diciembre de 2012 que el del
gobierno de Rómulo Betancourt luego de la caída de la dictadura de Pérez
Jiménez y los graves intentos desestabilizadores de derecha e izquierda
que debió enfrentar: golpes de estado, insurrecciones, motines,
atentados y una ininterrumpida acción insurreccional que culminara con
la gestación de focos guerrilleros, guerra de guerrillas y la
intervención directa de tropas cubano venezolanas que dificultaron
inmensamente la gobernabilidad durante la década de los sesenta. Y cuyos
rescoldos mantuvieron tal intensidad, que permitieron su reanimación y
resurgimiento con los golpes de estado de febrero y noviembre de 1992 y
el triunfo electoral del teniente coronel Hugo Chávez seis años después.
3
Heinz Dieterich ha terminado por comprender que la esperanza que
despertara el chavismo de llevar a la práctica una muy peculiar forma de
socialismo científico, que él mismo bautizara como socialismo del siglo
XXI, ha desembocado en un estruendoso, lamentable y patético fracaso. Si
bien cierto que el de Chávez jamás fue un proyecto revolucionario y
socialista: para él, exactamente como sucediera con Fidel Castro, el
socialismo fue la mascarada de un voraz e insaciable caudillismo
autocrático, militarista y dictatorial. Tras 52 años, Cuba sólo tiene de
socialismo su Estado policial y su ferocidad represora. Ha sido incapaz
de desarrollar los medios y las relaciones de producción necesarias como
para resolver su propia subsistencia. El socialismo cubano, además de
mascarada montada a costo de la beneficencia pública internacional, ha
sido el capricho paranoico de un tirano que necesitó vivir a expensas de
la caridad de sus congéneres: los soviéticos, que lo aceptaron como
posesión colonial geoestratégica y cuarenta años después los militares
venezolanos golpistas, que en su brutal analfabetismo requerían cubrirse
con el manto mesiánico de una dictadura totalitaria, antinorteamericana
y anti capitalista para legitimar su dictadura. La única novedad:
solapar su control policial con el populismo clientelar que le
permitiera el rentismo petrolero y relegitimarse periódicamente con el
ritualismo electorero. Cada vez más fraudulento, más ilegítimo, más
turbio, más contaminado.
La liquidación de la capacidad productiva del país y su conversión en
economía de puertos, además de arrastrar a la quiebra de su capacidad
instalada y la debacle del conjunto de sus instituciones, ha llegado a
un punto crítico de no retorno. El chavismo hace aguas como gobierno –
el peor de nuestros doscientos años de historia -, como proyecto
político y como experimento socio cultural. Ha desatado fuerzas que
comienzan a rebelársele, ante la evidente frustración de sus vanas y
absurdas promesas. Volvemos al punto de partida exactamente como lo
previera hace 150 años, ante insurrecciones y rebeliones de este mismo
signo aunque de distinto enmascaramiento, el pensador Cecilio Acosta:
"Las convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras,
lágrimas, pero no cosechas. Han sido siempre un extravío para volver al
mismo punto, con un desengaño de más, con un tesoro de menos". Cuarenta
años después, en 1893, Luis Level de Goda llegaba a la misma
conclusión:"Las revoluciones no han producido en Venezuela sino el
caudillaje más vulgar, gobiernos personales y de caciques, grandes
desórdenes y desafueros, corrupción, y una larga y horrenda tiranía, la
ruina moral del país y la degradación de un gran número de venezolanos."
Ante esta "grave crisis de pueblo", como la llamara en 1951 Mario
Briceño Yragorri, debemos despertar todos nuestros sentidos, dejar de
lado nuestro natural veleidoso e inmediatista y enfrentar los graves
desafíos del futuro con responsabilidad moral, con responsabilidad
ciudadana, con grandeza. El país requiere unirse como una sola fuerza y
elegir al mejor, al más preparado, al más experimentado y al más
responsable de sus líderes para encabezar la cruzada de la
reconstrucción nacional. No es la hora de la ambición irresponsable de
hombres y partidos: es la hora de la grandeza nacional.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9439056.asp

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